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La dura negociación de Tsipras… en casa

El Gobierno griego se desvive ahora por agradar a sus acreedores europeos en busca de un acuerdo. La paradoja, muy previsible por otra parte, es que luego debe vender en casa como un logro algo que, en principio, es peor que la propuesta rechazada heroicamente en el referéndum del domingo. En este teatro del absurdo donde se mezclan lances emotivos y cálculos técnicos el primer ministro heleno, Alexis Tsipras, al menos ya ha conseguido moverse con total legitimidad popular para hacer lo que le parezca, pero no debe olvidarse que tiene dos frentes abiertos. Sólo se habla del externo, el europeo, pero el interno también es fino.

En caso de acuerdo, no sólo será Angela Merkel y otros líderes europeos quienes deban superar luego el trámite de sus parlamentos nacionales. También Tsipras, y no será tan fácil, porque sus principales críticos están en su propio partido. Syriza, la coalición de extrema izquierda del primer ministro, es una unión de trece siglas de un amplio espectro ideológico, no siempre armónico. La llamada ala dura, unos 40 diputados de un total de 149, ha sido el principal acicate para tensar la negociación en Bruselas estos cinco meses. Es más, algunos analistas creen que Tsipras convocó el reférendum para imponerse dentro de su partido.

Ayer esas dos almas emergieron nítidamente nada más empezar la mañana. El portavoz del Ejecutivo, Gavriil Sakelaridis, se despertó muy optimista y veía el acuerdo al alcance de la mano: “Si todo va bien puede que no sea necesaria ni la cumbre del domingo”. El viceministro de Finanzas, Dimitris Mardas, declaró también que “un mal acuerdo es mejor que ninguno”. Pero luego apareció el cabecilla del núcleo duro, Panayiotis Lafazanis, y pisó el freno: “No queremos un tercer rescate que traiga más austeridad y sufrimiento al pueblo griego. Sabemos que a estas alturas todas las opciones son duras, pero las peores, las más humillantes, significarían la rendición del país, y eso nunca lo aceptaremos”.

Ahora se aprecia bien cómo se movió Tsipras el lunes, al día siguiente del referéndum. Sus dos decisiones de ese día preparaban este escenario. Forzó la dimisión del ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, no sólo porque nadie le soportaba en Europa, sino porque su sustituto, Euclides Tsakalotos, es un influyente exponente del ala dura de Syriza. Será Tsakalotos, uno de los suyos, quien firme el acuerdo y deba convencer de sus bondades al resto de camaradas. El segundo gesto de Tsipras fue reunir a todos los partidos de la oposición, salvo el neonazi Amanecer Dorado, que firmaron una declaración de unidad nacional para apoyar un acuerdo con la UE. Sólo los comunistas se negaron. Es decir, Tsipras puede permitirse un paquete de votos en contra de su propio partido en el parlamento, porque el resto de fuerzas le salvará los muebles.

El presidente provisional del partido conservador Nueva Democracia (ND), segunda formación del país, Vangelis Meimarakis, confirmó ayer que respaldará al Gobierno. Lo ocurrido en ND es significativo del éxito total de la estrategia de Tsipras en el plano interno: este partido pidió el ‘sí’ en el referéndum y el resultado hizo dimitir a su líder, Antonis Samaras.

El centro y la derecha tienen mucho interés en que Tsipras vuelva de Bruselas con un acuerdo. En un miedo que se palpa en cualquier conversación con empresarios o gente de clase alta: temen que una salida del euro se traduzca en medidas de emergencia como nacionalizar bancos y grandes compañías, e incluso una deriva autoritaria para aplacar la agitación social. En fin, una especie de Venezuela mediterránea. De momento se da por hecho que los bancos no abrirán ni el lunes ni en varias semanas.

Stavros Theodorakis, periodista y líder de To Potami, el nuevo partido que sería algo así como Ciudadanos, no ha dudado en advertir del riesgo de “una democracia controlada de estilo ruso”: “En Syriza hay importantes dirigentes a quienes este tipo de régimen les gusta mucho. No creo que Tsipras cometa el error de hacerles caso, pero Grecia no puede ser una democracia si sale de Europa”.

En este panorama guarda silencio un sector normalmente muy ruidoso, los violentos grupos anarquistas y antisistema que han salido a quemar Atenas en los momentos de tensión en los últimos años. Desde que Tsipras llegó al poder, en enero, han estado muy tranquilos. La semana pasada, en la última manifestación por el ‘no’ en la plaza de Syntagma, aparecieron por primera vez en escena y tuvo lugar la primera carga policial de un Gobierno de extrema izquierda griego. Si hay acuerdo con la UE y no les gusta, tras el subidón patriótico del reférendum, quizá salgan a expresar su opinión del mejor modo que conocen.

 (Publicado en El Correo)

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