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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

El ocaso de los banqueros de Dios

 

El pasado mes de julio se presentó ante la prensa Jean-Baptiste de Franssu, el nuevo presidente del banco vaticano, el Instituto para las Obras de Religión (IOR). Es un economista francés, casado y con cuatro hijos, que dio la impresión de ser el gestor de una modesta caja de ahorros dedicada a gestionar los dineros de conventos de monjas y poco más. Una imagen a años luz del famoso ‘banquero de Dios’, monseñor Marcinkus, un cura estadounidense fortachón y desinhibido que gobernó la entidad de 1971 a 1989 sin escrúpulos y asesorado por un abogado de la mafia, Michele Sindona.

A través del IOR se blanqueó entonces dinero de Cosa Nostra y de la corrupción política italiana. Hoy, en cambio, tiene una web donde se pueden consultar datos que antes era un misterio y desde 2013 presenta un informe anual. Ahora se dispone a publicar el tercero y ultima el examen de todas las cuentas corrientes, donde se escondían los trapos sucios. Esta semana la Santa Sede ha firmado un histórico acuerdo con Italia para acabar con el secreto bancario, similar a los que ha suscrito con Suiza, Mónaco y Liechtenstein.

Es el resultado de cinco años traumáticos de limpieza, iniciada por Benedicto XVI y rematada por Francisco. Pero que aún tiene flecos pendientes y puede deparar sorpresas. Si San Juan Pablo II escondía a Marcinkus en el Vaticano de la Justicia italiana, el propio Bergoglio ha ordenado a los tribunales del pequeño Estado que investiguen al expresidente del IOR Angelo Caloia y el ex director general, Lelio Scaletti, sospechosos de malversación. Caloia fue el sucesor de Marcinkus y dirigió el banco las dos décadas siguientes, de 1989 a 2009. Lo puso en orden y le dio beneficios. A tenor de lo que se ha sabido ahora, también se los pudo dar a él: según el fiscal vaticano, entre 2001 y 2008 vendió 29 inmuebles de la entidad en Roma y Milán, casi todo su patrimonio inmobiliario, y habría sacado una tajada de unos 57 millones, junto a Scaletti y un abogado. Han aparecido sociedades en Bahamas y paraísos fiscales, como en los buenos tiempos de Marcinkus. Caloia y Scaletti tenían aún sendas cuentas en el IOR donde han sido secuestrados 16 millones.

Este caso es resultado de la limpieza interna: lo denunció el propio IOR, algo impensable hasta hace nada. “Es un acto que subraya nuestro compromiso a favor de la transparencia y la tolerancia cero, también con relación a sospechas sobre hechos del pasado”, declaró en diciembre De Franssu cuando trascendió la noticia. Ese pasado tan oscuro aún tiene un potencial explosivo. “Cada vez que parece todo arreglado surgen nuevos escándalos, como el de Caloia. Parece un pozo sin fondo. El reto ahora es establecer las normas y nombrar las personas necesarias para que no se repita”, opina Andrea Tornielli, de ‘La Stampa’, uno de los principales ‘vaticanistas’ italianos.

Este asunto se destapó con la revisión de todas las cuentas corrientes de la entidad, una por una, emprendida en 2013, cuando llegó Francisco. Se encargó de ello una prestigiosa firma externa, Promontory. Estas cuentas han sido desde siempre un auténtico desmadre, donde se ha ocultado durante décadas el botín de los grandes delincuentes italianos conectados con las altas esferas. En teoría solo pueden tener cuenta en el IOR los ciudadanos y el personal vaticano, así como los diplomáticos representados ante la Santa Sede. En la práctica había miles de cuentas llamadas ‘laicas’, de ciudadanos italianos, que operaban sin ningún control como en un paraíso fiscal, al igual que algunos sacerdotes que hacían de testaferros o intermediarios y se prestaban a estos manejos. En 2011, al poco de empezar la limpieza de Benedicto XVI, había 21.000 cuentas. Las ratas comenzaron a escapar del barco y otras fueron cerradas por el propio IOR. En 2014 quedaban 15.400.

La cruzada de Ratzinger por adecentar el IOR arrancó con la marcha de Caloia y el nombramiento de Ettore Gotti Tedeschi en 2009. Chocó enseguida con la vieja guardia que se resistía a los cambios y a que se ventilaran secretos bien guardados. En realidad era una exigencia exterior, un efecto de los atentados del 11-S, que llevaron a redoblar en todo el mundo la lucha contra los canales de financiación del terrorismo y el blanqueo de dinero. El Vaticano quedaría en la lista negra si no se adaptaba las normas internacionales.

Esa presión llevó a un momento crucial: el 20 de septiembre de 2010 la Fiscalía de Roma, por indicación de los controles del Banco de Italia, secuestró 23 millones de euros del IOR en un banco italiano. En realidad se bloquearon todas sus cuentas en entidades italianas. Gotti Tedeschi, junto al director general de la entidad, Paolo Cipriani, y su vicedirector, Massimo Tulli, quedaron bajo investigación. El presidente del IOR dio entonces otro paso insólito: colaboró sin cortapisas con los magistrados. En el Vaticano se vio como una traición a la soberanía y la ‘omertà’ histórica. La Santa Sede raramente ha colaborado con los tribunales italianos. Comenzó en ese momento la rebelión interna para eliminar a Gotti Tedeschi. De forma simultánea, se aceleró el proceso de limpieza. Benedicto XVI creó la Autoridad de Información Financiera, un órgano de vigilancia similar al de cualquier país que debía supervisar todas las operaciones del IOR, y el 30 de diciembre de 2010 aprobó la primera ley vaticana contra el blanqueo de dinero.

En 2010 también llegó a la sentencia definitiva del último proceso por la muerte de Roberto Calvi, el otro ‘banquero de Dios’, presidente del banco Ambrosiano, ente católico y controlado por el IOR, que protagonizó el gran escándalo de los ochenta con Marcinkus y Sindona. Calvi apareció ahorcado en junio de 1982 en un puente de Londres, pero por fin este juicio, que terminó con la absolución de los acusados, confirmó dos cosas: que no se suicidó, lo asesinaron, y que el IOR blanqueó enormes sumas de dinero de Cosa Nostra. Sindona también fue suicidado en prisión en 1986 con cianuro. Marcinkus murió de viejo en una parroquia de Arizona en 2006.

En ese juicio salieron también a la luz las “cuentas mixtas” del IOR, al menos seis. Eran cuentas de la entidad vaticana en bancos italianos que, en realidad, gestionaba por cuenta de terceros, clientes italianos cuya identidad permanecía oculta. Se llamaban de “gestión confusa”, un término técnico muy apropiado. En su día, en 1991, habían quedado fuera del proceso por la quiebra del Ambrosiano, que se centró solo en los acreedores extranjeros. “Lo increíble es que esas cuentas siguieron vivas en la oscuridad hasta hoy, durante treinta años”, explica en conversación con EL CORREO Maria Antonietta Calabrò, del ‘Corriere della Sera’, que ha desvelado estos datos. Es autora del libro ‘Le mani della Mafia’ (Las manos de la Mafia), sobre el lado oscuro de las finanzas vaticanas.

Esas cuentas fueron el pasadizo secreto del dinero del Ambrosiano para financiar, dentro de la cruzada de Wojtyla contra el comunismo, el sindicato polaco Solidarnosc o las guerrillas anticomunistas de Centroamérica. También la compra de misiles Exocet para Argentina durante la guerra de las Malvinas. Según denunció en 2013 Carlo Calvi, el hijo del banquero asesinado, “sumas ingentes han seguido circulando por estas cuentas con destino desconocido hasta 2009”. “En realidad han estado activas hasta 2012, y dieron origen a las investigaciones de la fiscalía de Roma”, apunta Calabrò. También al inédito bloqueo de los cajeros del Vaticano el 1 de enero de 2013. El Banco de Italia echó el ojo a partir de 2009 a las operaciones opacas cotidianas del IOR con algunos bancos italianos, violando las leyes contra el blanqueo de dinero. En una cuenta del IOR en la sucursal del Banco de Roma en Via della Conciliazione, la célebre avenida que lleva al Vaticano, pasaron al menos 180 millones entre 2006 y 2008.

Todo esto empezó a salir a la luz mientras en el Vaticano se libraba una guerra sucia a gran escala, con la filtración de documentos reservados del escándalo Vatileaks. El punto culminante fue el contraataque del bando opuesto a las reformas, que logró modificar y descafeinar la ley contra el blanqueo de dinero en 2012, una jugada que desmontó los avances de Gotti Tedeschi. De hecho los inspectores europeos de Moneyval, el organismo del Consejo de Europa que certifica el cumplimiento de las normas internacionales para salir de la lista negra de paraísos fiscales, advirtieron en abril de 2012 de que el Vaticano había dado “un paso atrás”.

Este choque frontal desembocó en la violenta defenestración de Gotti Tedeschi, el 24 de mayo de 2012. El comunicado que anunció su cese quedará en los anales del Vaticano por su asombrosa rudeza y malos modos. Le acusaron prácticamente de ser un inútil y un vago. Lo más grave fue que todo ocurrió sin el conocimiento del Papa. Benedicto XVI lo vivió como una puñalada, según reveló año y medio después su secretario personal, Georg Gaenswein. Entre estos y otros dolores de cabeza, Ratzinger dimitió en febrero de 2013.

El consejo del banco no echó, sin embargo, ni al director general, Paolo Cipriani, ni a su ayudante, Massimo Tulli. Es revelador lo que pasó un año después, en julio de 2013: fue Francisco quien les destituyó, al cerrarse la investigación de la fiscalía de Roma con su imputación por el asunto de los 23 millones congelados. El pontífice argentino, elegido en marzo de ese año, tuvo que empezar sus reformas por el IOR, obligado por las circunstancias, como confesó luego. Pensaba dejarlo para más tarde, pero le superaron los acontecimientos. En junio fue arrestado el sacerdote Nunzio Scarano, contable del APSA, el otro potente ente financiero del Vaticano que gestiona su patrimonio inmobiliario. Según la fiscalía italiana intentó meter 20 millones desde Suiza con un jet privado. Se sospecha que, aprovechando su mano libre en el IOR, blanqueaba millones de euros de empresarios y conocidos, con una comisión del 2%.

Este escándalo obligó a Francisco a intervenir en el IOR, cambiar sus dirigentes y acelerar su reforma. Gotti Tedeschi al final salió limpio, quedó demostrado que no sabía nada y que sus subordinados actuaban a sus espaldas. Pero el Vaticano no lo ha rehabilitado. “Es muy llamativo, y contrasta con la misericordia que propugna Francisco, que ni ha respondido a dos cartas que le ha escrito. Francamente, no se comprende. Francisco en realidad es muy pragmático. En el Vaticano siguen quienes lo echaron, hay cuestiones sin resolver y tal vez quiere evitar un avispero”, apunta Sandro Magister, otro de los ‘vaticanistas’ mejor informados.

El cese de Gotti Tedeschi dejó el cargo vacante durante casi un año, mientras se empantanaba la limpieza del IOR. Sin embargo la repentina dimisión de Benedicto XVI movilizó a toda prisa al bando de resistencia, capitaneado por el secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Una semana antes de la marcha de Ratzinger fue nombrado presidente del IOR el alemán Ernst Von Fryberg. Pensaron que aún podrían imponer ese cargo al futuro pontífice. Pero salió Francisco y Von Fryberg tuvo que ponerse las pilas. Al cabo de un año lo reemplazó con De Franssu, que ya solo es una pieza más. El IOR y el resto del entramado financiero vaticano, así como las cuentas del pequeño Estado, ahora estarán bajo control de un nuevo ‘ministerio’ de Economía, dirigido por el cardenal australiano George Pell.

“La limpieza no se ha completado, pero es un gran paso la obligación de todos los dicasterios de presentar balances y presupuestos cada año, con una racionalización del gastos”, indica Tornielli. Pell, que va como una apisonadora contra la vieja guardia, ha revelado en una polémica entrevista que ha encontrado 1.400 millones de euros que no figuraban en los balances. No es que estuvieran ocultos, es que eran fondos de departamentos que aún van por libre. De ahí han surgido nuevos golpes bajos, como nuevas filtraciones de documentos que han revelado los dispendios de Pell y de su equipo. Para Tornielli “está claro que hay gente en el Vaticano que sigue pensando en hacer la guerra con filtraciones, algunas mentalidades aún son muy fuertes en la Curia, no hay duda de que hay resistencias, porque si quitas el control del dinero a alguien se resiste”.

También siguen apareciendo de vez en cuando curas involucrados en escándalos, el último estos mismos días, en el gran caso de corrupción de las obras públicas italianas. Es Francesco Gioia, exarzobispo de Camerino y presidente de Peregrinatio ad Petri Sedem, la entidad que gestiona la acogida a los peregrinos en el Vaticano. Los Carabinieri registraron su casa la semana pasada y analizan su cuenta en el IOR. En otro caso se investiga por blanqueo a cinco sacerdotes junto a un capo mafioso romano. En cuanto a los últimos mohicanos del IOR, esos italianos aún ocultos en las 5.000 cuentas cerradas o bloqueadas en estos cinco años, con el nuevo acuerdo entre Italia y la Santa Sede podrán hacer volver su capital a casa con sanciones reducidas y sin efectos penales. Está por ver si se sabrá por fin quiénes son y cuánto dinero escondían. Es el fin de una época. Una época que ha durado demasiado, desde que se fundó el IOR, hace más de setenta años.

 

EL GRAN NEGOCIO DE LA FARMACIA, EL TABACO Y LA GASOLINA

La farmacia del Vaticano es, seguramente, la más productiva del mundo. Tiene medicinas de otros países, que no se encuentran en Italia y son muy solicitadas -se vende como rosquillas un célebre fármaco contra las hemorroides-, y además muchas tienen precios mucho menores, rebajados hasta en un 20%. El resultado son unos beneficios en 2012 de 32,6 millones de euros. Lo ha revelado por primera vez la revista ‘L’Espresso’, que ha tenido acceso al balance del Governatorato vaticano, la institución que gestiona los diversos entes del pequeño Estado.

Estos ingresos son estratosféricos si se comparan con la media oficial de una farmacia italiana, unos 700.000 euros para un área de clientes de 3.500 personas. La verdad es que son los mismos que los teóricos usuarios de la farmacia vaticana, los 3.600 vecinos, empleados y prelados de la Curia. ¿Cuál es el milagro? Que este comercio tiene unos 2.000 clientes diarios. Cualquiera puede cruzar los muros, decir al guarda suizo de turno que va a la farmacia y comprar lo que necesita.

Lo mismo ocurre con el economato vaticano, que generó 21 millones en ese ejercicio. Es un supermercado de lujo que vende de todo y con marcas de nivel, una especie de ‘duty free’ en medio de Roma. Por eso, según un estudio del California Wine Institute, el Vaticano sería el país con el mayor consumo de vino del mundo, 74 litros por persona. Pero es que se peregrina para hacerse con botellas caras a buenos precios.

Otra de las alegrías para las arcas vaticanas es la Oficina Filatélica. Emite sellos y monedas conmemorativas que son muy ambicionadas por los coleccionistas. Basta darle a la manivela para fabricar algunas hornadas cada año y otra vez se obra el prodigio: 19,8 millones en 2012. No obstante, lo más asombroso y que rebasa toda lógica, al menos legal, es el caso de los cigarrillos y la gasolina. El estanco vaticano ingresa nada menos que 10 millones al año, lo que supone una media de dos o tres paquetes al día para cada uno de los 3.600 clientes oficiales. Como la gasolinera, que genera 27 millones, equivalente a 45.000 kilómetros al año de cada vecino, empleado o cura vaticano. Tanto el tabaco como el combustible tiene precios muy ventajosos, porque no llevan impuestos.

Se supone que el acceso a estos chollos, que sumó en 2012 ingresos por 110 millones, más que los Museos Vaticanos, está limitado a esos 3.600 beneficiarios oficiales que viven o trabajan en la Santa Sede. Para eso tienen una tarjeta identificativa que se debe mostrar en cada compra de productos libres de impuestos, salvo en la farmacia o el despacho filatélico. Pero es evidente que se hace la vista gorda o bien ha habido un total descontrol en el reparto de tarjetas a amiguetes y políticos, o ambas cosas. También, como han reconocido a ‘L’Espresso’ fuentes vaticanas, es posible que “algunos empleados compren cantidades enormes a bajo coste y las revendan en negro en Italia”. Todo esto es tan viejo como Roma, desde que existe el Estado vaticano. Son pecadillos conocidos en la ciudad y que a todo el mundo le vienen bien. En resumen, en estos negocios, como las cuentas del IOR, hay miles de usuarios extraoficiales. Pero de momento nadie los ha tocado.
(Publicado en El Correo)

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