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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Pobres en la Capilla Sixtina

No hay imágenes de la última idea de Francisco para mostrar una nueva cercanía del Vaticano a los pobres: invitarles ayer a visitar la Capilla Sixtina y después a cenar en el museo. Hay que imaginarse por tanto a 150 vagabundos de Roma mirando absortos los frescos de Miguel Ángel, e impresiona pensar lo mucho que se habrá parecido la escena a la película de Buñuel, ‘Viridiana’, donde una monja abre el palacio familiar a los pobres y emula una cena similar a la de Leonardo Da Vinci. El ‘Osservatore Romano’ masacró entonces el filme, era 1961, como un sacrilegio, pero parece que ya no es para tanto.

“¡Bienvenidos, esta es la casa de todos, vuestra casa, las puertas están siempre abiertas para todos!”, dijo el Papa a sus invitados con una aparición por sorpresa en la Capilla Sixtina. Les saludó uno por uno y le pidió que rezaran por él: “Necesito la oración de personas como vosotros”. Le escuchaban atónitas estas 150 personas sin hogar fijo, elegidos en las calles próximas. El limosnero vaticano, el polaco Konrad Krajewski, ha organizado la visita estos días repartiendo invitaciones a los que iba encontrando. Algunos de ellos han contado su emoción porque nunca han podido permitirse entrar a los museos y al salir describieron una experiencia “maravillosa”.

En el último año, desde que llegó Bergoglio, se ha ido formando un gran círculo de indigentes que empieza a resultar familiar en el Vaticano. Francisco les ha puesto duchas en la columnata de Bernini, con peluquería, y ha distribuido cientos de paraguas y sacos de dormir. También ha invitado a desayunar a algunos de ellos y en enero autorizó incluso que uno fuera enterrado en el pequeño cementerio de la ciudad vaticana. El último detalle ocurrió el domingo: unos 300 mendigos ayudaron al Papa a repartir 50.000 evangelios en la plaza de San Pedro.

La visita de ayer fue en tres grupos, cada uno con un guía. Recorrieron los Museos Vaticanos y luego, de propina, los jardines. Todo sin nadie que les molestara, pues el recinto está cerrado al público por la tarde. Normalmente esto es un privilegio de pocos. La famosa pinacoteca reserva las tardes a visitas privadas para quien pueda pagarlas, una parte más de la mayor fuente de ingresos de la Santa Sede: seis millones de visitantes al año a 16 euros la entrada son 96 millones.

Hay que sumar otro médoto de recaudación que el Vaticano inventó en octubre, algo polémico: el acto VIP. El primero fue un concierto de música clásica organizado por el Porsche Travel Club para 40 clientes. ¿Precio del billete? 5.000 euros, también con cena. La Santa Sede se embolsó 200.000 euros, pero rechazó los comentarios de que la Capilla Sixtina se alquilaba a ricos. Este tipo de actos de élite han continuado, aunque no se ha sabido nada más de ellos. Quedaba un poco raro y lo de ayer, que es más raro todavía, lo ha compensado.

‘Viridiana’ (1961), de Luis Buñuel.

(Publicado en El Correo)

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