Un taxista romano saca una katana samurái
en una discusión con un colega
Tenía que acabar pasando. Un taxista sacó del maletero una katana de samurái en medio de una discusión con un colega en la parada de taxis de la estación Termini de Roma. Ocurrió el sábado por la tarde, dentro de la habitual rivalidad por pillar a los clientes extranjeros, los más fáciles de desplumar. Una turista subió a uno de los taxis para ir al aeropuerto de Fiumicino, pero otro se enfadó porque consideró que esa carrera era suya. Fue entonces cuando sacó la espada. Grito de guerra, con fuerte acento romanesco: “¡Y ahora vamos a ver si la carrera es mía o es tuya!”. La turista salió despavorida. Los compañeros llamaron a la Policía. El taxista samurái fue arrestado poco después.
(La Repubblica de hoy)
Cuando la multa cuesta menos que el permiso
Un periodista del diario La Stampa ha contado la odisea de un amigo que vive en el centro de Roma y quería obtener el permiso para entrar en la zona restringida al tráfico con una furgoneta para hacer una mudanza. Como buen ciudadano, llamó al ayuntamiento y se encontró con lo de siempre: papeleo, timbres, fotocopias, certificados, formularios,… El clásico dolor de cabeza, con un coste de 102 euros. Luego se enteró de que la multa eran 94. No lo dudó. Y así todo.
(La Stampa, 11 de marzo de 2015)
Reveladora comparecencia de un cura en
la comisión de investigación del caso Moro
Sigue existiendo una comisión de investigación en el Parlamento italiano del caso Moro, el exprimer ministro secuestrado y asesinado por las Brigadas Rojas en 1978. Es uno de los más grandes misterios italianos. Como es natural, cíclicamente surgen novedades. Esta vez se creó una gran expectación con la comparecencia de Antonello Mennini, un cura que entonces tenái 31 años y recibió algunos mensajes de los secuestradores. Según algunos rumores, llegó incluso a ser conducido al zulo donde estaba Moro para confesarle. Nunca ha querido aclararlo. Ahora, por fin, ha decidido hablar. Dijo esto: “No confesé a Moro, ojalá… Pero si lo hubiera hecho no lo diría porque el secreto de confesión también atañe a las circunstancia de tiempo y lugar”. Al salir dijo a los parlamentarios con un tono de contrariedad: “Estoy convencido de que no os he convencido. Siempre quedará esta leyenda urbana”.
Al margen de esto, contó cosas interesantes. Dos días después del secuestro, él y su confesor, el padre Weber, se dirigieron a un anciano sacerdote alemán, el jesuita Heinrich Pfeiffer, que por lo visto tenía dotes de medium. Entró un rato en trance y les dijo que Moro estaba secuestrado en la zona de Via Aurelia. Al día siguiente Mennini fue recibido por el ministro de Interior, Francesco Cossiga, que ordenó rastrear la zona. Aunque luego, en el último momento, cambió de idea y no se hizo.
Sobre el caos y el ambiente de desmadre que vio en el ministerio de Interior el sacerdote dejó esta reflexión: “Al volver a casa dije a los míos que si las cosas funcionaban así a Moro sólo le podía salvar la Virgen o la Divina Providencia”. Y ya sabemos cómo acabó.
(Varios medios, 10 de marzo de 2015)