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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Tumba para un mendigo en el Vaticano

Willy Herteller, un mendigo de 80 años que solía pedir limosna en torno a la plaza de San Pedro y murió en la calle el pasado mes de diciembre, ha sido enterrado dentro de los muros vaticanos. Así lo ha autorizado el Papa, a petición de Amerigo Ciani, canónigo de la basílica, que era amigo suyo a fuerza de verlo todos los días. Fue sepultado en enero en el único cementerio que existe en la Santa Sede, el histórico camposanto teutónico, un diminuto y romántico rincón del pequeño estado con siglos de historia, donde yacen nobles, altos prelados, diplomáticos y artistas. Willy Herteller es, probablemente, el primer pobre de este restringido club, al menos en la época moderna, pues existe desde hace doce siglos y sobre todo a partir del siglo XV acogió peregrinos fallecidos en Roma sin recursos.

Este lugar único tiene un único requisito de admisión: ser alemán o flamenco, pues está destinado a los fieles de ese origen. ¿Quiere eso decir que si el bueno de Willy Herteller no fuera flamenco, como es su caso, no podría haber sido enterrado ahí? Efectivamente. Un vagabundo italiano, español o indocumentado no tendría nada que hacer, aunque se muriera en la puerta delante un guardia suizo. Esto quizá hace menos bonita la noticia, revelada ayer por Radio Vaticana, pero la verdad es que nadie hasta ahora se había preocupado de pedir sitio en el cementerio para un indigente, por muy alemán o flamenco que fuera. La nueva política de puertas abiertas de Francisco ha llegado incluso a estas. El mensaje es que la Iglesia católica está abierta de par en par a los pobres, desde las nuevas duchas con peluquería inauguradas este mes en la columnata de San Pedro a la misma sepultura.

Willy, al parecer, era un personaje familiar y conocido en el Vaticano, porque llevaba años instalado por allí. Es más, los domingos iba a misa a la parroquia de Santa Anna, la iglesia situada dentro de los muros que es la parroquia de los vecinos de la pequeña ciudad. Según indicó ayer la radio de la Santa Sede, era un hombre campechano y muy religioso. Una familia alemana corrió con los gastos del entierro.

El gesto tiene su valor porque en realidad para ser enterrado allí hay tortas y lista de espera, si es que es verosímil dar codazos por eso, y parece que sí, y se puede hacer cola para algo que se desea que llegue lo más tarde posible. Este discreto pedazo de tierra, un encantador y decadente vergel de maleza, palmeras y lápidas, está según se entra al Vaticano por la izquierda de la basílica. Está cargado de historia, pues en ese lugar se encontraba en la antigüedad el circo de Nerón. Pero sobre todo es único por su ubicación y la propia página web de la Ciudad del Vaticano admite que “es naturalmente desde siempre un lugar de sepultura muy solicitado”. Según los estatutos tienen prioridad los miembros de la cofradía que lo posee, los de casas religiosas de origen alemán y de los dos colegios de clérigos de esta nacionalidad de Roma.

En una capilla de la iglesia aneja se encuentran también los restos de los guardias suizos muertos en la defensa del Vaticano durante el saqueo de Roma de 1527, gesta que les dio la fama y la exclusividad como escolta papal a partir de entonces. Al margen de este cementerio, las únicas tumbas que hay en el Vaticano son las de los pontífices y otras personalidades en la gruta situada bajo la basílica. Como curiosidad, sólo hay dos mujeres: Cristina de Suecia y la reina Carlota de Chipre. El Papa también está intentando abrir la Iglesia a las mujeres, y probablemente le costará bastante más que con los mendigos.

(Publicado en El Correo)

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