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Íñigo Domínguez

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Entrañable Toro

Al Athletic de Bilbao, ciudad de mi periódico, le ha tocado el Torino en el sorteo de Europa League y me pidieron que contara algo de este equipo. Por eso, este artículo:

Hay pocos equipos, por no decir ninguno, que susciten una simpatía general en el Calcio y logren desvanecer las rivalidades ancestrales. Todos se odian entre ellos, pero si hay uno que consigue el milagro de suspender la animadversión natural de los aficionados hacia el otro ese es el Torino. Un milagro arrancado a la irracionalidad del fútbol, ganado a su mismo corazón, a un caro precio. El Toro, como es más conocido en familia, siempre será en la memoria del Calcio una épica simbiosis de lo más grande y lo más trágico que ha vivido el fúbtol italiano: el Gran Torino de los años cuarenta, que ganó cinco ligas seguidas, y su total extinción en un instante el 4 de mayo de 1949 en la tragedia del monte Superga, donde se estrelló todo el equipo en un avión volviendo de un amistoso en Lisboa. Ese es el baremo con el que siempre se mide el Toro desde entonces, para bien y para mal, porque la gloria siempre queda demasiado arriba pero nada es tan terrible como para deprimirse.

Es uno de esos equipos marcados por la fatalidad, la desgracia y, por tanto, el amor incondicional. Traducido en hechos, la historia del Toro abunda en oportunidades perdidas, disparates, gestas y casualidades, currículum que genera un particular sentido del humor. El otro motivo de empatía colectiva es de rebote: todos odian a la Juventus, en esto si que hay casi total unanimidad, y el Torino es el otro equipo de Turín. Vivir a la sombra de la aristocrática ‘Vecchia Signora’ ya da una personalidad muy determinada. Más aun cuando la mayoría de la ciudad es seguidora del Torino. Es decir, casi todos los turineses sufren al principal equipo de la ciudad, una paradoja única en el fútbol, y viven en la resistencia diaria. La Juve gana a pesar de sus conciudadanos. Es como si toda Barcelona fuera del Español o todo Madrid, del Rayo.

El sufrimiento es el estado civil del ‘tifoso granata’. El otro es vivir a merced de los caprichos del azar. Sobre el origen del color granate de la camiseta, por ejemplo, hay algunas explicaciones heráldicas, pero se suele preferir una historia casera: en los primeros lavados se destiñeron las camisetas rojas y los pantalones y calcetines negros, y salió un granate raro. Una chapucilla graciosa. Igual que la historia de cómo llegaron el año pasado a la Europa League. En realidad el Toro perdió la plaza europea en el último minuto del último partido de liga cuando su mejor jugador, Cerci, en su último encuentro antes de irse al Atlético de Madrid, falló un penalti con la Fiorentina, y encima con su portero suplente. Pero once días después, milagro: el Parma fue sancionado por no pagar impuestos y el Torino ocupó su puesto. No pueden hacer casi nada en el modo normal, es su talento.

El Toro es pura historia del Calcio, fundado el 3 de diciembre de 1906 con disidentes juventinos en un bar que todavía existe aunque con otro nombre. Era la cervería Voigt y ahora es el Norman, un café decadente. Fue uno de los primeros equipos italianos en organizar su cantera, ya en 1930, y hoy sigue siendo una de las de más solera, con 450 chavales. También fue el primero en tener una afición organizada, el Gruppo Sostenitori Granata, creado en 1951. Ha ganado siete ‘scudetti’ y en 1992, tras eliminar al Real Madrid en semifinales, jugó una dramática final de la UEFA contra el Ajax. Con Martín Vázquez de figura, empataron a dos en Turín y a cero en Holanda, pero se desesperaron con tres balones al poste. Es lo más cerca que han estado de la cumbre desde los años del Gran Torino.

Ahora juegan en Europa por primera vez en doce años, pero el estupendo equipo del año pasado, que firmó la mejor temporada precisamente desde 1992, ya no es el que era. En los biorritmos del Toro siempre toca caer tras subir y la marcha de sus estrellas Circe e Immobile, que fue pichichi, les ha dejado sin gol. Están penando cuartos por la cola. Pero era matemático y tocaba: en 2013 se salvaron del descenso en la última jornada. Quizá el año que viene, sin ninguna explicación lógica, sea fantástico.

La mala suerte del Torino se vio ya en 1914. Estalló la Primera Guerra Mundial cuando eran segundos detrás del Genoa y podían llevarse el título en el último partido contra ellos, pues ya les habían ganado 6-1 en la ida. Pero se paró el campeonato a una jornada del final y el Genoa fue proclamado campeón. También hicieron historia en 1921 con el que se considera uno de los partidos más largos del Calcio, una semifinal de liga con el Legnano que acabó 1-1 y fue imposible desastascar en dos prórrogas de media hora. A los ocho minutos de empezar una tercera, los jugadores estaban tan derrengados que optaron por darse la mano y rendirse en bloque. Ni siquiera quisieron jugar otro partido de desempate. Su plaza quedó desierta.

El primer ‘scudetto’ llegó en 1928 bajo la presidencia del conde Enrico Marone Cinzano, que compaginaba la dirección del club con la del famoso emporio familiar de vermut. Por cierto, que se casó en segundas nupcias con una infanta española, la hija de Alfonso XIII. En realidad los ‘granata’ habían ganado su primera liga en 1927, pero les retiraron el título por un escándalo, la compra de un jugador de la Juventus, Allemandi, para que su equipo se dejara ganar en el derby. Fue otra chapucilla graciosa. La corrupción tuvo lugar en la pensión donde vivía el jugador, con tan mala suerte que en la habitación de al lado se alojaba un periodista y lo contó todo. Oyó como discutía con un dirigente del Torino tras el encuentro porque Allemandi cobró un anticipo de 25.000 liras pero en realidad, a juicio del corruptor,  jugó un partidazo, y por eso se negó a darle la otra mitad del pago.

El Toro ganó al año siguiente, pero el conde dimitió avergonzado por la polémica. Los ‘granata’ entraron en unos años grises hasta que apareció el Gran Torino, que también tuvo la mala suerte de cruzarse con la guerra. Tras ganar una primera liga en 1943 estalló la contienda y el siguiente campeonato fue tan raro que lo acabó ganando el 42 Regimiento de Bomberos de La Spezia. Se impuso 2-1 en la final al Torino, que padeció así la liga más surrealista del fútbol italiano. De hecho no se cuenta en las estadísticas. El Gran Toro ganó luego cuatro títulos seguidos hasta el desastre de Superga. Solo se salvaron tres jugadores, que se habían quedado en casa. Completaron el equipo con los juveniles y ganaron los cuatro partidos que quedaban. La de 1949 fue la última liga en muchos años, y sigue siendo la penúltima.Empezó entonces, para quienes habían tenido un equipo excelso, un largo calvario de mediocridad, con cíclicos descensos a la Serie B, sufridos ascensos y una frustrante existencia de media tabla. Salvo momentos estelares, tocados también por la maldita desgracia. En los sesenta el Toro volvió por sus fueros con un jugador genial, la mariposa granate -‘farfalla granata’-, Gigi Meroni. El equipo volvía a estar en lo más alto hasta que un 15 de octubre de 1967 un coche lo atropelló y lo mató en el centro de Turín. Es otra historia famosa. Conducía un joven de 19 años, Attilio Romero, un ‘tifoso’ que no podía creerse que había matado a su ídolo. En el mismo Fiat 124 descapotable que acabó con su vida llevaba una foto suya. Los ‘tifosi’ se unieron a su dolor y entre lágrimas fueron en procesión a su casa al día siguiente para consolarle. El siguiente partido, casualidad, fue el derby y el Toro le metió cuatro a la Juventus en un irrepetible éxtasis fúnebre.

 

Pasó el tiempo y en 2000 aquel chaval, Attilio Romero, llegó a ser presidente del Torino, pero arrastrando la maldición congénita del Toro: no hubo redención, fueron los cinco peores años del club, con graves problemas financieros. De hecho quebró y en 2005 el equipo fue condenado al descenso, justo cuando acababa de ganarse el ascenso. Subir y bajar, la gloria y el infierno es el sinvivir del Toro. Porque, efectivamente, ese año fue refundado en un culebrón inenarrable de pujas y accionistas, partió de cero y en nueve meses se plantó en Serie A. En ese trance ha entrado en escena como presidente uno de esos personajes chuscos del mundo futbolero que añaden ribetes de vodevil a la leyenda. Es Urbano Cairo, un magnate de los medios propietario de una tele, La 7, considerado un pequeño Berlusconi. Trabajó para él, piensa igual y tiene el mismo concepto de las fiestas.

El último ‘scudetto’ granate, el primero después de Superga, llegó por fin en 1976. Fue el único durante unos años muy buenos, codo a codo con la Juventus pero casi siempre amargados por el odiado enemigo, que se llevó cinco títulos en esa década. El Toro siempre afronta el desafío íntimo de estar a la altura de su leyenda y evoca a veces la tragedia aérea con una camiseta muy especial, blanca con una raya diagonal roja. Es la del River Plate, el club argentino que en 1949, con Di Stefano, se volcó en ayudar al Torino con partidos benéficos y viajó a Turín a jugar un amistoso de lujo. Quién sabe si se verá en San Mamés, cuando el Athletic reciba a este gran club, porque la saca a veces cuando juega de visitante. Es un recuerdo que se puede leer con estas líneas que escribió el gran periodista Indro Montanelli en el funeral del Gran Torino: “Los héroes son siempre inmortales a los ojos de quien cree en ellos. Y así los chicos creerán que el Torino no está muerto, solamente está jugando fuera de casa”.

 

(Publicado en El Correo)

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