El Tribunal de Cassazione italiano, equivalente al Supremo, confirmó la noche del viernes la peor de las sospechas que pesan sobre el exprimer ministro y líder del centroderecha, Silvio Berlusconi, desde hace veinte años y que Italia siempre ha hecho como si no existiera o fuera una leyenda urbana. Y que tampoco ayer tenía un reflejo particular en la mayoría de los medios italianos, pero ya no es una sorpresa a estas alturas. El alto tribunal condenó de forma definitiva a Marcello Dell’Utri, de 72 años, mano derecha histórica del magnate y confundador de su partido, a siete años de cárcel por sus relaciones con la Mafia siciliana. Técnicamente, por concurso externo en asociación mafiosa.
El fallo afecta de lleno a Berlusconi porque ha quedado probado, como repitió ayer el fiscal, que Dell’Utri ha sido el mediador y garante de los acuerdos entre el millonario y la cúpula de Cosa Nostra desde inicios de los setenta hasta, al menos, 1992. Acuerdos de protección que conllevaron pagos sistemáticos y periódicos por parte de Berlusconi. Que nacieron con una reunión del magnate en su propio despacho de Milán en 1974 con el gran capo de Palermo, Stefano Bontate. Que le llevaron incluso a tener en su propia casa un mafioso de peso como Vittorio Mangano como mozo de cuadras hasta 1976. Acuerdos que, tras el asesinato de Bontate en la guerra de clanes de los ochenta, se renovaron con sus verdugos, los Corleoneses de Totò Riina, que veían en Berlusconi un enganche político privilegiado por su amistad con el líder socialista y primer ministro Bettino Craxi. El presunto apoyo y patrocinio de la Mafia a la entrada en política del empresario en 1993, cuando estaba al borde de la quiebra y con los magistrados en los talones, ha quedado fuera de este proceso, pero está entre las hipótesis del otro gran juicio abierto en Italia sobre las complicidades de Cosa Nostra y las altas esferas, el caso de la ‘Trattativa’ -negociación en italiano- en el que también esta imputado Dell’Utri.
¿Debería tener todo ello alguna repercusión política en un país normal? Es posible, pero Italia probablemente escape desde hace tiempo a esa definición. Ayer, ninguna reacción, ni palabra sobre una remota implicación moral de Berlusconi en el asunto y, naturalmente, él mismo calladito. Ayer seguía de campaña para las europeas y celebró una fiesta de los amigos de los animales. También ha escapado, y siempre ha estado calladito, como otro amigo fiel, el propio Dell’Utri, que ha estado blindado contra un arresto con un escaño parlamentario desde 1996. Sólo lo dejó, aunque no iba nunca al Parlamento, en 2013, cuando Berlusconi se vio forzado a apearle de las listas junto a otros impresentables para hacer una mínima limpieza. Por la presión de la ‘antipolítica’ de Grillo y el temor a un batacazo electoral.
En vísperas de la sentencia del Supremo en marzo de 2012 Dell’Utri huyó al extranjero, probablemente a República Dominicana, y luego se supo que Berlusconi le ingresó 14 millones de euros que acabaron en una cuenta de ese país, que no tiene acuerdos de extradición con Italia y donde Dell’Utri tiene casa. Pero no hubo sentencia. Por sorpresa el Supremo ordenó repetir el juicio. Dell’Utri regresó a casa pero el nuevo proceso confirmó la sentencia. El pasado mes de abril el alto tribunal debía pronunciarse de nuevo y Dell’Utri volvió a huir, esta vez a Líbano, donde fue arrestado. Entretanto sus abogados enfermaron repentinamente y el fallo se aplazó hasta este viernes. Ahora debe cursarse la extradición, pero puede complicarse mucho. Ha elegido bien su destino, porque cuenta con grandes protecciones políticas, por viejas amistades y contactos de la derecha italiana. Se abre un nuevo culebrón y no es descabellado que Dell’Utri termine exiliado en Beirut. Como Craxi, perseguido por corrupto, en Túnez.
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