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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Lui (44): vaya semanita

En 1993 dos preclaros individuos, Silvio Berlusconi y Marcello Dell’Utri, en compañía de otros, fundaron un partido llamado Forza Italia. Fue una especie de huida hacia adelante: arrestaban por corruptos a sus protectores políticos, las investigaciones acabarían llegando a ellos y las empresas de Berlusconi estaban al borde de la quiebra. Lo único era tomar los mandos, a ver qué pasaba. Cogieron el relevo de su amigo corrupto primer ministro Bettino Craxi, el líder socialista, que poco después, en 1994 se escapó a Túnez antes de que le retiraran el pasaporte, donde moriría en el exilio.

Durante un tiempo que se antoja excesivamente largo a Berlusconi y Dell’Utri les ha ido muy bien y han logrado sus objetivos: burlar a la Justicia y evitar que les arresten. Lo han retrasado veinte años, que no está mal, pero al final estamos en lo mismo. Ha acabado la gran evasión: Berlusconi ha sido condenado por evasor y Dell’Utri ha terminado evadido. El otro día, cuando le iban a retirar el pasaporte, ya estaba en Líbano, donde fue detenido el sábado. A su amigo el exprimer ministro le han enviado a los servicios sociales para ver si lo rehabilitan de su “peligrosidad social” como delincuente, así como de su “aversión a las reglas del Estado”.

Merece la pena recordar un momentito por qué se le condena: un fraude fiscal de 368 millones durante años inflando los precios de la compra de derechos de películas para sus televisiones, organizado y orquestado por él, también mientras era jefe de Gobierno. Parece algo muy gordo, pero con sus trucos lo ha dejado en casi nada, muy poquita cosa, una tontería, a lo que le condenaron ayer: una mañana o una tarde a la semana -cuatro horas- echando una mano y contando chistes a otros ancianos en un geriátrico cerca de Milán. Robe usted, anímese hombre, que en Italia no pasa nada, pero asegúrese de que tiene dinero e influencias y se lo puede permitir, porque sino todo el peso de la ley caerá sobre sus posaderas.

Son datos objetivos. El Instituto de Criminología de la Universidad de Lausanna ensalza Italia como el país donde menos gente entra en la cárcel por delitos fiscales y económicos. En 2011 había tan solo 156 desgraciados, el 0,4% del total. La media europea es del 4,1%. En Alemania, por ejemplo, hubo ese año 8.601 reclusos. En paraísos como Montecarlo y Liechtenstein, el 23% y el 38,6% de los internos.  En Holanda, seis veces más que en Italia. En Suecia, Gran Bretaña y Noruega, diez veces más. En España, quince veces más. En Turquía, veinte veces más. Junten la mayor evasión fiscal de Europa y las reglas más permisivas de Europa, ablandadas por un gran evasor fiscal como lo ha sido su primer ministro, Silvio Berlusconi, y les sale esto: él de risas con los ancianos y el resto de chorizos trajeados en la calle, mientras pagan los impuestos los pringados de siempre. Ya saben, la mitad de los italianos declaran oficialmente ingresos por menos de 15.000 euros.

Veamos cómo ha conseguido nuestro héroe licuar una “enorme evasión fiscal”, de “alcance excepcional”, para reducirla a merendar por las tardes con unos viejetes. Con leyes aprobadas por él eliminó dos imputaciones, rebajó a la mitad el plazo de prescripción y al final apenas le han condenado por las migas restantes. De 368 millones defraudados sólo le castigan por 7, trincados entre 2002 y 2003, lo único que no ha prescrito. Fechas en las que, recordemos, era primer ministro de Italia. Total, cuatro años de cárcel. Pero se quedan en uno por un indulto que él mismo ha votado, presentado por el Gobierno de centroizquierda para vaciar las prisiones. Y por otra ley suya que perdona el trullo a los mayores de 70 años sólo puede acabar en arresto domiciliario. Pero además puede optar a los servicios sociales. Y encima el año se queda en 10,5 meses por un ulterior recorte de regalo. En resumen, echando cuentas sale un total de 168 horas, exactamente una semana. Una semana, siete días, y no de cárcel, espaciada en cómodos plazos, por robar más de 300 millones. Vaya semanita, esto es un cachondeo. A esto me refería con el título, no tanto con la semana que hemos pasado, que también.

En Italia ya hacen muchos chistes:

 

Altan, en La Repubblica:
-Esta tarde viene el Berlusconi.
-Qué coñazo.

 

Giannelli, en Il Corriere della Sera:
-¿Por qué no hacemos una cenita elegante? (en referencia a la famosa descripción de Berlusconi de las fiestas bunga bunga )

 

Esperemos que una semana de rehabilitación le baste a Berlusconi para reinsertarse, a todos nos tiene muy preocupados. El tribunal opina que ha apuntado “indicios de voluntad de recuperación”, como soltar la pasta de las costas del juicio y la indemnización. No todo está perdido, aún podemos recuperarlo. Aunque imaginen por un momento que sale como nuevo y deja de ser un granuja: perdería de inmediato todo magnetismo electoral, yo no sé si le conviene.

Seamos sinceros, se resistía a la rehabilitación con ardides que delatan que a lo mejor no creía en esto. Pretendía cumplir el voluntariado en el jardín de su casa. Había propuesto al tribunal nada menos que colaborar en un centro de rehabilitación de discapacitados en las praderas de su mansión de Arcore, donde podría ejercer de “motivador”. Entiéndanme, este centro no existe, todavía tenía que construirlo, pero estaba improvisando sobre la marcha y este hombre, si se pone, lo levanta en una noche, aunque sea con decorados de ‘Bienvenido Mister Marshall’ para engañar a los peritos. Al final no ha colado.

En su escrito de defensa había otro pasaje inenarrable en el que intentaba ganarse a los jueces para que fueran buenos con él con el asunto más indefendible: sus continuos insultos a los magistrados. Ya saben, que son un hatajo de golpistas comunistas que le odian. ¿Qué inventarse?, pensaría nuestro hombre chupando el boli mientras escribía la carta. Nada, nada, hay que echarle morro: era broma, es todo mentira, nunca pensó realmente lo que decía, eran sólo frases de impacto para los mítines y jalear a las masas, pero sin ningún valor real, chorradas de políticos. Vamos, que no iba en serio. Por alguna razón el tribunal no le ha creído y le ha avisado de que si vuelve a insultar a los jueces le suspenden las excursiones al geriátrico y le meten en arresto domiciliario. Es quizá el mayor riesgo en este momento para Berlusconi, porque se calienta y se le escapa a la primera de cambio cualquier improperio, ya tiene el piloto automático. Veremos si es capaz de aguantarse. Y, sobre todo, hasta dónde llegarán luego las tragaderas del tribunal, porque nuestro héroe es especialista en forzar los límites.

Lo único que puede quitarle el sueño es lo de su amigo Dell’Utri, ‘l’amico degli amici’, el amigo de los amigos. Ahora pongan si quieren música de ‘El Padrino’. Dell’Utri era su hombre para negociar con la Mafia, según ha establecido el Supremo, pero se está comiendo él solito las consecuencias. Le ha cobijado siempre en la inmunidad parlamentaria con algún escaño, aunque no iba nunca, y lleva años alegrándole la cuenta corriente: al menos 40 millones desde 2010. Así, porque sí. No sé, me corroen las dudas, ¿creen que Dell’Utri podría estarse callando algo? Si piensan eso son ustedes unos degenerados. Son sólo atenciones a un buen amigo de toda la vida. Ya se lo recordó Dell’Utri el año pasado a Berlusconi cuando insinuó que quizá le dejara fuera de las listas electorales: “Yo no soy un amigo adquirido en la vida política, soy un viejo amigo, mi historia es la misma que la de Berlusconi. Si me quiere excluir el único modo es renegar de mi pasado”. Y añadió: “A lo mejor Silvio me debe todavía dinero…”. Pero al final lo hablaron y se quedó fuera, eso es verdad. Y desde luego quiere seguir fuera. Ante el riesgo de ir a la cárcel ha puesto pies en polvorosa.

Ahora bien, es en estos momentos de dificultad donde se ven las amistades. En marzo de 2013, el día antes de que el Supremo dictara la sentencia final de Dell’Utri por sus relaciones con Cosa Nostra, Berlusconi le ingresó 14 millones a la mujer de su amigo que acabaron en una cuenta en República Dominicana, donde los Dell’Utri tienen una mansión. En cuanto a Marcello, se hallaba ya fuera del país. Al final resultó ser una molestia innecesaria que encima descubrió el pastel, porque el Supremo, por sorpresa, ordenó repetir el juicio anterior y no hubo fallo. Por eso ahora estamos en las mismas: se repitió el juicio, le volvieron a condenar a siete años y llega la sentencia final. El fiscal, por si acaso, pidió hace un año que le arrestaran, al quedarse por primera vez sin escaño, y luego, dos veces, que le retiraran el pasaporte. Ni caso. Y, oh sorpresa, cuatro días antes de la sentencia, el viernes, Dell’Utri desaparece. Pero quién se lo iba a imaginar.

El ilustre fugitivo mandó un mensaje diciendo que no había huido, sino que se encontraba enfermo y se estaba sometiendo a curas. Pero al final le han echado el guante en un hotel de cinco estrellas de Beirut, con dos piscinas y siete restaurantes, que no deja de ser una buena terapia. Tenía 30.000 euros en un fajo de billetes de cincuenta. ¿Qué hacía Dell’Utri en Líbano? Una tesis es que luego iba a escapar a Guinea Bissau, donde tiene extraños contactos que, incluso, le han dado un pasaporte diplomático de este país. Pero no, aquí sale de nuevo nuestro héroe a darle una coartada y salvarle la cara, los amigos son los amigos. Berlusconi aseguró a miembros de su partido, según publicó la prensa italiana sin recibir desmentidos, que le había mandado él, a petición de su amigo Putin (desde luego vaya panda) para que echara una mano en las elecciones libanesas al político Amin Gemayel. Qué pena que en 24 horas el propio Gemayel desmintiera todo: “La noticia está desprovista de todo fundamento bajo todos los aspectos, también en los pequeños detalles, y su publicación tiende a confundir y alterar la realidad”. Era mentira, pero da igual, el mensaje, igual que el dinero, a Dell’Utri le llegó: Berlusconi no te abandona, los amigos no se olvidan.

Al final Dell’Utri se las ha arreglado para ganar tiempo. Sus dos abogados se han puesto enfermos -sí, los dos a la vez- y pidieron el martes un aplazamiento de la sentencia del Supremo. Así que, alehop, vista aplazada al 9 de mayo. Aplazar es el verbo más socorrido de la Justicia italiana. Esto no se acaba nunca. Entretanto la extradición se puede complicar y Dell’Utri ya se está moviendo en Beirut con sus amigotes locales. No, si lo mismo se queda a vivir allí, como Craxi en Túnez.

Donde ya no se queda nadie es en Forza Italia. Se tiran los trastos a la cabeza y todo está perdido si hasta un pelota consumado como Paolo Bonaiuti, histórico portavoz de Berlusconi, deja el partido para irse con el Nuevo Centro Derecha (NCD) de Angelino Alfano, exdelfín traidor de nuestro héroe. En el NCD sí que están contentos, tienen un buen rollo increíble. Míren a Alfano, Schifani y demás elementos bailando ‘Happy’ el otro día:

 

 

Pues sí, la mayor señal de la desesperación en Forza Italia es que los que se van se unen a estos.

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