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Ni se miran

Si había alguna duda de lo sucio y hostil que ha sido el relevo al frente del Gobierno italiano entre Enrico Letta y Matteo Renzi bastó ayer ver la ceremonia de traspaso de poderes. Ni se miraron, fue de una frialdad glacial, incómoda incluso para los espectadores, y se ventiló exactamente en 12 segundos. Lo ideal entre compañeros de partido. Renzi sí miró un poco a su predecesor, aunque se le notó inquieto, pero es que Letta hizo todo lo posible para demostrar que no le gustaba nada estar allí. Con cara de pocos amigos, que en este momento de traición colectiva puede ser la definición más exacta posible de este hombre, le dio la mano enfilando la puerta y lo dejó allí plantado.

El “pecado original” de Renzi, como lo ha denominado con mala leche el ‘Osservatore Romano’, lo poco ortodoxo de su llegada al poder, dejó ayer su mancha en la ceremonia del juramento del nuevo Gobierno italiano. El hasta ahora alcalde de Florencia ha defenestrado a su colega del Partido Demócrata (PD), de centroizquierda, a los dos meses de ganar las primarias de la formación. Letta, que sólo llevaba diez meses y sufría para sacar adelante un Ejecutivo muy complejo en alianza con la derecha, se resistió, pero Renzi impuso una desautorización en bloque de la dirección del PD. El jefe de Ejecutivo saliente tuvo ayer su minuto de escena para dejar claro que aquí no ha habido ningún buen rollo.

El relevo del mando se resume simbólicamente en la entrega de la campanilla usada para abrir las reuniones del consejo de ministros, lo que suele dar pie a bromas y momentos de distensión. En condiciones normales suele llegar en la resaca de las elecciones, con un ganador y un vencedor, y reina la cortesía. Esta es la tercera vez, desde noviembre de 2011, cuando cayó Silvio Berlusconi, que el primer ministro no ha sido elegido en las urnas. Pero aún así Mario Monti y Enrico Letta siguieron la tradición de chascarrillos y sonrisas con sus predecesores. Ayer fue un funeral. Un mal presagio para el inicio del nuevo Ejecutivo, rodeado de inciertas sensaciones.

Renzi intentó luego cambiar la atmósfera con una de sus bromas. Hizo sonar la campanilla y dijo: “Se acabó el recreo”. Se supone que es otra frase de efecto más para subrayar que ahora empieza de verdad la revolución que Italia espera desde hace décadas. Es el mensaje clave de Renzi. Pero debe demostrarlo todo y lo cierto es que la mayoría que le sostiene es la misma que tenía Letta, el Nuevo Centro Derecha (NCD) de Angelino Alfano y otras siglas centristas. La prensa italiana ayer no era muy entusiasta con la lista de ministros y se limitaba a aguardar resultados con escepticismo. Además se daba pábulo al malestar de algunos que se han quedado fuera, como la exministra de Exteriores, Emma Bonino, que se queja de haberse enterado por la tele de que no repetía en el cargo, tal como le habían prometido. También se ha interpretado como un frenazo del último momento la caída del magistrado Nicola Gratteri, de referencia en la lucha contra la ‘ndrangheta, la mafia calabresa, que parecía seguro para la cartera de Justicia. Hubiera sido una gran apuesta y una señal fuerte, pero al final el elegido ha sido Andrea Orlando, de perfil neutro. Es decir, reina la idea de que Renzi ha tenido que hacer concesiones y ha empezado a enredarse en la maraña de presiones e intereses de la política italiana.

(Publicado hoy en El Correo)

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