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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Nadie da una tumba al último nazi

El exoficial de las SS Erich Priebke, fallecido el viernes en Roma a los 100 años, es un personaje muy odiado en Italia, porque participó en la masacre de las Fosas Ardeatinas, el asesinato de 335 civiles como represalia a un atentado durante la ocupación nazi en la capital. Es una herida profunda y su fallecimiento ha motivado una polémica inesperada: todos repudian su cadáver y ayer, transcurridos tres días, aún no había nadie dispuesto a darle un trozo de tierra para su sepultura. Ni en Italia, ni en Alemania, ni en Argentina, donde vivió luego escondido y reside su familia.

Empezó el alcalde de Roma, Ignazio Marino, de centroizquierda, que además temía que el funeral acabara en reunión de nostálgicos fascistas. Hennigsdorf, cerca de Berlín, el pueblo natal de Priebke, también le ha negado el cementerio. El reglamento dice que es sólo para los residentes. El Gobierno alemán, a través de un portavoz, aclaró que no ha recibido peticiones de Italia y que es una decisión de la familia. Se pensó entonces en el cementerio de guerra alemán de Pomezia, cerca de Roma, donde están enterrados los caídos de ese bando, pero el alcalde se apresuró a descartarlo. “Técnicamente” es solo para las víctimas bélicas.

Pero es que hasta la Iglesia católica le ha negado el funeral público, una decisión “histórica” para la comunidad judía. Se basa en el derecho canónico, que prevé el veto a grandes pecadores que no hayan mostrado arrepentimiento y cuya figura genere escándalo. Y lo cierto es que Priebke nunca se ha arrepentido de lo que hizo. Hasta ha dejado un vídeo, aún no emitido, en el que negaría el Holocausto. El vicariato de Roma solo ha autorizado una ceremonia privada. La verdad es que estaban obligados porque ya lo han negado, por ejemplo, a defensores de la eutanasia.

El destino del cuerpo ya es un problema práctico y se baraja incluso la oferta de un remoto municipio siciliano de mil habitantes, Fondachelli Fantina, que autorizaría el funeral por “humanidad cristiana”. En una de las paradojas del caso, el cadáver descansa en el tanatorio del hospital Gemelli de Roma, propiedad de la Iglesia y donde son ingresados los pontífices. Se podría hablar de culebrón si no fuera un tema tan delicado. Encima coincide con el 70 aniversario de la redada en el gueto de Roma, donde fueron deportados 1.022 personas -sólo volvieron 16- y que es el símbolo de la barbarie nazi en la capital. Es mañana y se quiere evitar cualquier polémica. Porque el debate se está calentando con declaraciones de tono fuerte. El abogado de la familia, Paolo Giachini, acusó ayer a la Iglesia de “vileza”, porque Priebke se convirtió al catolicismo y en su vida en Roma, donde residía en arresto domiciliario por su avanzada edad, iba a misa los domingos a su parroquia. “Tenerse que esconder para un funeral recuerda las persecuciones  de los cristianos. Priebke frecuentaba la iglesia, comulgaba, se confesaba y era absuelto, era creyente”, opinó el letrado, que busca una iglesia protestante o de otra confesión que  acoja el rito. El hijo del fallecido, Jorge Priebke, desde Argentina, donde su padre fue descubierto por la prensa y detenido en 1995, llegó a decir ayer con sarcasmo que le pueden enterrar en Israel. Para la comunidad judía la incineración y la dispersión de las cenizas, sin una tumba, como la de millones de víctimas nazis, sería una solución.

(Publicado en El Correo)

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