Asimilada la condena por evasión fiscal a un exprimer ministro, Silvio Berlusconi, Italia ya ha entrado sin dramatizar en el siguiente vodevil. El magnate debía elegir antes del próximo martes cómo cumplir su año de pena, tras beneficiarse de un indulto que le perdona tres: arresto domiciliario o prestar servicios sociales a la comunidad. Se pensaba que el voluntariado podía ser algo humillante, pues además implica reconocer el daño causado y él sigue declarándose inocente. Pero parecía peor estar encerrado en casa, con las visitas controladas, aguantando a Francesca Pascale, a su familia y al caniche Dudu, que auna dos trágicas características: le encanta dormir encima de nuestro héroe pero, al parecer, aún no controla sus necesidades. La Pascale además se ha subido a la parra y ya va de señora de la casa. Se queja de que pagaban los ‘fagiolini’ (judías verdes) a 80 euros el kilo, menos mal que ella ha puesto orden, y le echa de casa a los amigotes cuando llegan de madrugada a comerle la oreja. Por no hablar de las amiguitas.
Nuestro amigo también ha negociado la concesión de una gracia, pero no ha colado. Es que encima tenía que pedirla, y no quería rebajarse a tanto. En otro alarde de piedad, el presidente de la República, Giorgio Napolitano, se descolgó el otro día con que hacía falta un indulto y una amnistía para aligerar el colapso de las prisiones y soltar gente. Las cárceles italianas, como ha denunciado la UE, son tercermundistas. Por lo visto no hay mucho que hacer por el país en este momento y el Parlamento ya trabaja a destajo en inventarse una amnistía que tal vez, por casualidad, quién sabe si acabará salvando a este mártir de la Justicia. Pero llevará tiempo. Al final el viernes Berlusconi optó por ayudar en alguna ONG y sus abogados presentaron oficialmente la solicitud. Ahora el gran entretenimiento es saber dónde terminará y cómo será eso.
Se hacen chistes con Payasos Sin Fronteras y cosas así. También un circo de calle napolitano ha propuesto que salga en escena con ellos a contar chistes. La organización de ayuda humanitaria Emergency le abre las puertas para mandarlo a Sudán o Afganistán, pero puntualiza que en ningún caso le dejaría llevar las cuentas. Bromas aparte, el asunto tiene mucho interés. Para empezar ha desatado una oleada de ofertas a Berlusconi, con asociaciones de todo tipo invitándole a que vaya con ellos, por darse publicidad o marcarse un tanto con él. “¡Silvio, ven conmigo a plantar tomates y limpiar retretes a la comunidad del padre Mazzi!”, le dijo el otro día en la radio su compinche Lele Mora, condenado en el ‘caso Ruby’ por llevarle prostitutas a sus fiestas y que ya hace trabajos sociales por otra sentencia. Anteayer el exfascista Francesco Storace y líder de un partido enano de derechas le propuso irse al diario del partido para encargarse de la publicidad.
Pero también tiene enjundia porque el ‘Cavaliere’, que hila muy fino, probablemente estudiará bien dónde ir pensando en clave mediática y en cómo explotarlo a su favor. Ver a Berlusconi jugando con niños o escuchar testimonios de desfavorecidos que cuenten la persona maravillosa que es puede convertirse en un golpe publicitario. Por otro lado sus abogados están maquinando alguna ocurrencia que le permita escurrir el bulto de la manera más indolora posible. Hay muchas variantes sofisticadas, por no decir surrealistas. Una es hacer el voluntariado en alguna organización benéfica vinculada a su imperio empresarial, como la fundación del Milan, su equipo de fútbol. Es aún más divertida la posibilidad de intentar colar que su propia actividad política sea considerada de carácter social, útil para la reinserción en la sociedad.
Sus asesores barajan también buscarle un “trabajo de pública utilidad” que pueda hacer en casa. El ‘Corriere della Sera’ citaba ayer como ejemplo, sin que pareciera irónico, la redacción de un programa económico para las clases bajas. Otra idea es que se limite a pasar el tiempo con un asistente social “que luego certifique su recuperación”. Porque esa es otra: en teoría Berlusconi debería mostrar algún tipo de arrepentimiento por el delito y voluntad de cambiar, cuando es mundialmente sabido que se considera víctima de una conspiración comunista. Si los jueces se ponen escrupulosos quizá no le concedan la opción del voluntariado. Los trámites que arrancan ahora incluyen entrevistas del líder de la derecha con asistentes sociales para buscar la mejor solución y comprobar su buena fe. Al final será el tribunal quien decida donde le manda, aunque valorará sus sugerencias. En todo caso, como siempre en Italia, será un culebrón que llevará meses y la solución del enigma no llegará hasta primavera o verano de 2014.
(Publicado en El Correo)