Iba a hablar de burocracia, pero creo que en Italia es más correcto hablar de papiroflexia: les encanta jugar con los papeles. Adoran el fax, las fotocopias, los certificados, los sellos timbrados, los recibos, los resguardos, los cheques, los cartelitos… Ir a hacer un papeleo al ayuntamiento o a cualquier organismo es una empresa que requiere casi un par de días de concentración previa, como los futbolistas. Se debe partir al alba, con mochila equipada con todo lo necesario y cantimplora. Aunque da igual, casi siempre falta algún papel y hay que volver otro día. Es aconsejable despedirse de seres queridos y partir hacia lo desconocido.
Una vez allí uno encuentra cientos de personas echando la mañana , y probablemente no será la única mañana, porque es difícil salir victorioso en un solo día. Son gente que ha tenido que pedir la mañana en el trabajo, o que ese día irá más tarde. Y todo el mundo tiene que pasar varias mañanas así periódicamente, para cualquier cosa. El sistema lo asume.
Si uno topa con un funcionario medianamente espabilado no hay que soltarlo ni loco. Hay que tomarlo de rehén si es preciso, será nuestra salvación. Siempre se acaba creando una relación más o menos personal, porque se pasa mucho ratos juntos. Te cuenta sus penas, tú le dices cómo te va la vida. En general sueltan lúcidos e hipercríticos monólogos sobre los problemas de Italia, sobre cosas como la ausencia general de honestidad y la nula moralidad de los políticos. También se hacen amistades con la gente que espera por allí, hasta se intercambian teléfonos, y superada la desesperación uno puede llegar a pasarlo bien. Siempre hay situaciones cómicas y personajes inverosímiles, como de película de Monicelli. En general lo más asombroso, y de lo que siempre aprendo, es la capacidad de los italianos de no perder el buen humor y tomárselo con filosofía.
Cada sala o departamento suele ser un universo propio, con sus propias reglas, generalmente con malas relaciones con las demás salas o departamentos, con quienes mantienen sus propias guerras particulares y por motivos tan complejos como faltos de interés. Esta es una debilidad del enemigo y hay que aprovecharla de la manera más absoluta, aliándose con quien nos interesa, mostrando nuestra complicidad y comprensión.
Hagas lo que hagas siempre te falta la mítica ‘marca da bollo’ de 14,62 euros, una pegatina timbrada que se vende en los estancos… con un poco de suerte. El otro día me recorrí cuatro en un perímetro de un kilómetro en torno al ayuntamiento hasta que di con uno que tenía. En los demás se habían acabado hacía semanas y no se los habían vuelto a mandar. Por otro lado siempre hay mercado clandestino de numeritos de la fila, porque el que se va antes lo da a otro y la gente a veces rebusca en la papelera. En la guerra todo vale.
Otro día fui a la caja municipal a pagar y el hombre estaba haciendo algo así como falsificando un documento y una firma. Como cuando uno escribía la tarjeta de los padres para justificar una ausencia en el colegio. Me preguntó si, en mi opinión, era legible y se entendía lo que decía. Estuvimos un rato deliberando hasta que lo resolvimos.
Otra ventanilla maravillosa es la de ‘Modulistica’, porque hay cientos de ‘módulos’, es decir, clases de formularios y solicitudes según para qué cosa. Uno va allí y se pone a investigar. Es la foto que he puesto arriba. Por cierto, el otro día estaba puesto este cartel:
Viene a decir que desde el 5 de abril de 2011, anteayer como quien dice, solo se emitirán formularios conformes a la ley. No sé, como si hubiera peticiones de formularios ilegales o ejemplares caseros de trabajos manuales. Misterio, piensen lo que quieran. Kafka, Pirandello, aquí se quedan en pura literatura costumbrista.
En nuestro círculo de amigos y conocidos es la sensación del momento la secretaria de una pediatra que te hace los certificados a escondidas de la jefa a cambio de 10 euros, y no 30, como la otra. Saca el sello y te lo hace en un momento, como sobresueldo. Todos lo sabemos menos ella, pobre mujer.
Un familiar fue al departamento de Gastroenterología del hospital San Camillo de Roma, centro de referencia en esta especialidad a hacerse su revisión anual. Una vez terminada, ya que estaba allí, fue a pedir cita para el año siguiente:
-Imposible, debe volver en enero.
-¿Pero por qué? Apúnteme ahora y así no tengo que venir.
-No, es que hasta enero no nos dan las agendas.
Sobre la salud se suele comentar entre los extranjeros que la mejor ambulancia es un avión de Iberia, o de Air France y en este plan en función de la nacionalidad. Es decir, salir pitando de allí. En realidad todo depende de con quién te toque y el día que tenga, como todo, pero hay quien prefiere no arriesgarse. Pero a mí me ha pasado también con el carné de conducir. Me caducaba y en el consulado de España me dijeron que me lo tenía que renovar en Italia, que ahora en la UE es así. Les pedí por lo más sagrado que por favor no me hicieran eso, pero no hubo manera. “No, si no tardan mucho”, me dijeron.
En principio y tras un mareo de papeles me prometieron dos meses. Se lo hice jurar porque en verano tenía que alquilar un coche. Ya sabrán como termina la historia… Al final me lo pusieron en cinco meses. En una traumática visita a la temible Motorizzazione, un ente destartalado totalmente ‘fantozziano’, solo conseguí que me extendieran la validez del resguardo provisional de renovación. Que en todo caso legalmente no tiene ningún valor fuera de Italia. Pero me animaron a arriesgarme a ver si colaba. Les pongo aquí este impagable documento porque luego la gente no me cree:
En el sello de arriba a la derecha pone que el resguardo vale un mes, pero ya de entrada te ponen a mano que no, que 60 días. Lo mejor es la prórroga posterior, totalmente irregular e improvisada sobre la marcha. Es esa glosa de la parte inferior izquierda que dice así, y me invento los apellidos en la traducción: “Oído Martínez (por decir un apellido) se puede prorrogar en base a lo que afirma el Ingeniero Rebolledo, se prorroga por tanto hasta el 15 de spetiembre”. Es decir, estuvieron allí deliberando entre ellos qué hacían conmigo y el último mono, que tenía que poner el sello, no quiso comerse el marrón él solo por si acaso.
Total, que me fui con este incunable para circular por el mundo. ¿Ustedes se imaginan que me paran y a una patrulla de la Guardia Civil dándole vueltas a semejante pergamino para entender algo? No, yo tampoco. No sabría ni por dónde empezar a explicarles la película y además me daría la risa. Para resolver el embrollo y no arruinarme las vacaciones tuve que coger un avión, ir a España y allí me hice el carné en veinte minutos. Y te lo mandan a casa. Ahora tengo dos, el italiano y el español, y supongo que el trámite para anular el italiano será aún peor.
Aún así, como sabemos, con tanto papeleo, tanta ley y tanto reglamento luego cada uno hace lo que le da la gana. Un buen ejemplo callejero puede ser este:
Es pleno centro turístico de Roma y pone “Esto no es un basurero”, aunque quizá es una instalación estilo Duchamp y no un vecino indignado. Es posible, porque a final de cuentas es el sentido del humor lo que hace llevadero el caos, como decíamos antes. Miren el cartel que han puesto en la pizzeria Montecarlo:
Dice que está prohibido hablar por el móvil, e incluso usar dispositivos electrónicos, porque interfiere con el funcionamiento del horno de leña. El dueño nos contó el otro día que está hasta el gorro de ver a la gente hablando por teléfono sin disfrutar de la comida, que eso no es vida. Cuenta que los italianos se ríen, pero muchos extranjeros se le ponen firmes y se creen lo de las interferencias.
El encantador caos que determina todo este universo de papeles es difícil de creer. Pero vean lo que le ha pasado al pobre Franco Bernabé, el presidente de Telecom, la antigua compañiía pública telefónica italiana y líder del sector: resulta que Telefónica le ha comprado la compañía y él no sabía nada, se enteró el mismo día por la prensa. Y eso que se habla de la venta de la empresa desde noviembre. Ahora todos a lamentarse de la pérdida de una infraestructura de interés nacional y estratégico. Por ejemplo, los servicios secretos, que denuncian que la principal red telefónica no puede dejar de ser italiana, porque entonces a ver cómo pinchan los teléfonos. Lo curioso es que con tanto agente secreto a ninguno se le ocurriera avisar al presidente de Telecom de que le estaban vendiendo la compañía. Una llamadita, y más si estamos en Telecom, no costaba nada.
Terminamos por hoy. Sobre ese sutil sentido del humor que encuentras en todas partes en Roma hay buenos ejemplos en la película que ha ganado el León de Oro en Venecia, ‘Sacro Gra’, de Gianfranco Rosi. Es un documental sobre gente que vive en la periferia de Roma, en torno al mítico Gra (Grande Raccordo Anullare). Gente con vidas duras pero que no pierde el gusto de la vida. La han puesto un poco a parir, pero a mí me ha gustado:
Por cierto, para los más romanos: ¿saben de donde viene lo de GRA?. No es solo por las siglas, no. El director general del ente de carreteras que lo construyó en la posguerra, el ANAS, se llamaba Eugenio Gra. No me digan que este no era también un cachondo.