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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

El típico mes apocalíptico (2)

   Tras la terrible bronca del Papa a la Curia por volverle loco estos años en la misa del miércoles de ceniza, jornada lóbrega donde las haya, cuando se recuerda que somos mortales y en polvo nos convertiremos, cuando empieza la cuaresma y el creyente emprende un largo camino de expiación, ayuno y penitencia, una purificación hacia lo esencial y el espíritu genuino y primitivo de la fe. Tras ese día, decimos, en el Vaticano se levantan pensando en su banco lleno de pufos y ponen de presidente a un noble alemán con un castillo en Baviera que construye buques de guerra.

   Aunque se enteran de lo que fabrica en la rueda de prensa de presentación cuando el corresponsal de La Vanguardia, Eusebio Val, que siempre hace buenas preguntas, cuenta que ha vivido en Alemania y allí todo el mundo sabe que los astilleros que preside este señor en Hamburgo fabrican barcos de guerra. Más o menos desde la Primera Guerra Mundial. El Vaticano lo admite. Después lo desmiente. A última hora de la tarde lo vuelve a admitir. Pero precisa que ahora solo están terminando cuatro fragatas y luego serán buenos y ya no lo harán más.

   Todo esto tras una búsqueda de siete meses, con una prestigiosísima y carísima compañía especializada de cazatalentos, que ha escogido 40 candidatos, para luego seleccionar seis, después tres y al final uno. Este.
Lo han elegido corriendo ahora aunque llevaban nueve meses sin presidente, desde que echaron al último, Ettore Gotti Tedeschi, poniéndolo a parir. Aunque lo que pasaba es que quería hacer limpieza y no le dejaron.

   Antes de que se marche el Papa todavía les ha dado tiempo a enredar un poco más. Benedicto XVI vuelve a quedar como un pasmarote. Ya no se sabe si se entera de algo, o hace como que se entera, o ya pasa de todo. Te imaginas a Bertone que llega con unos folios para nombrar a no sé quién y el Papa le dice: “Mira, lo que tú digas, pero no me marees más”.

Mientras ellos siguen a lo suyo en las parroquias la gente no entiende nada.

   Un diario consigue decir un cardenal ‘papable’ que no ha dicho nadie, un tal Malcom Ranjith Patabendige Don, arzobispo en Sri Lanka. Menos mal que si le eligen cambiará de nombre. La lista de papables ya anda por el orden de los cuarenta o cincuenta individuos. Así no vale. Aunque hay que quitar algunos sin posibilidades, esperemos, como el encubridor de pederastas Roger Mahoney, cardenal emérito de Los Ángeles, recién destituido, u otros aspirantes directamente obtusos, como el propio secretario de Estado y número dos de la Santa Sede, Tarcisio Bertone.

  Mario Monti, uno que dijo mil veces que lo dejaba y nunca entraría en política, y ahora entra, se reúne con el Papa, que en mil años, o seiscientos, no lo había dejado, y ahora lo deja.

  Es gracioso, al salir Monti dice que admira en el Papa “el desapego del poder”. Aunque él ya dijo un día que eso del puesto fijo era un poco monótono.

  El Papa le da así el último empujoncito a Monti, candidato del Vaticano, en las elecciones, a ver si hace algo.

  Ha habido una oleada de arrestos de peces gordos, de banqueros, de presidentes de fútbol,… Se habla con alarma de una nueva ‘Tangentopoli’, como si la de 1992 no hubiera seguido siempre. A Roberto Formigoni, el presidente de Lombardía, del partido de Berlusconi, le pillan definitivamente: lleva toda la vida sin pagar ni un vino, viviendo a todo trapo a expensas de amigotes que se benefician de dinero público. Entre los regalos perpetuos, algunas curiosidades como una pasta en tubitos de crema facial, lo que explica su irresistible jeta de cemento armado, y comidas diarias en un restaurante carísimo con champán y ostras, donde no ha pagado nunca.

   Ah, Formigoni es de Comunione e Liberazione (CL), movimiento católico conservador muy en boga, como la mayoría de su círculo corrupto. CL está quedando últimamente hecha unos zorros. Uno de sus exponentes de punta es Angelo Scola, cardenal de Milán, uno de los principales ‘papables’.

   El único en no perder la calma ante la avalancha de escándalos es Berlusconi: “Los sobornos se pagan en todas partes, basta ya de moralismos”.

   Berlusconi asegura que en el pasado también fue campesino. Faltaba ese cromo. Fue en la guerra. Su padre era antifascista y escapó a Suiza, y él tuvo que ordeñar vacas y recoger patatas. Lo dijo, naturalmente, en mitin en la asociación de agricultores. Si mañana tiene un encuentro con veteranos de la Nasa descubriremos que ha sido ensamblador de satélites.

   A Beppe Grillo le preguntan si teme intentos de tongo en las elecciones. Respuesta: “Absolutamente sí”.

   Sanremo sigue imperturbable. Tiene esa sensación tan del último cuarto del siglo XX, cuando el presentador da paso al artista y antes dice: “¡Dirige la orquesta el maestro fulanito!”. Y saluda un señor con melenas.

  Estamos saliendo del pico de la epidemia de gripe.

  Caen meteoritos en Rusia.

  Hace un rato ha habido un terremoto y se me ha movido el sillón.

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