Los datos del impuesto sobre la renta en Italia nunca decepcionan, son fascinantes. Muy reveladores. El dato de este año, sobre 2010, tiene algo de milagroso: un empresario medio gana menos que el empleado medio al que paga, 18.170 euros anuales frente a 19.810. Pero hay más. Trabajadores en nómina y jubilados pagan el 93,2% de los impuestos. El 14% de los contribuyentes -más conocidos como ‘los de siempre’-, pagan el 53% del total. Entre los más pobres, o presuntos, el 50% de los que declaran, más de 20 millones de ciudadanos, dice ganar menos de 15.000 euros anuales. Pero es que, de esos, nada menos que 14 millones, un tercio del total, gana menos de 10.000, ni mil euros al mes.
Tampoco hay casi ricos. Solo un 1% de los contribuyentes declara más de 100.000 euros y apenas un 0,07%, más de 300.000 euros, una élite que reúne apenas a 30.590 personas, de los cuales, encima, la mayoría -20.910 personas- son empleados con nómina. Pero a lo mejor, más que club exclusivo, son un grupo de pringaos. Porque yo creo que se puede convocar un Nobel especial para quien resuelva el siguiente enigma. Es que resulta que cada año se venden en Italia 206.000 coches de lujo con un precio superior a los 100.000 euros. Y el 64% de los 100.000 yates de más de diez metros registrados en el país estén a nombre de insolventes, testaferros mayores de ochenta años o sociedades intermedias.
Por dejarnos de tonterías: según un estudio de la Asociación Italiana de Private Banking, hay 611.438 familias italianas con patrimonios superiores a los 500.000 euros. Luego pasa lo que pasa. Según se supo ayer, Italia alcanzará el año que viene el récord menos envidiable, el de presión fiscal: será del 45,4%. Es un círculo vicioso, porque todos evadirán aún más.
En el último año, como prioridad del Gobierno técnico de Monti, se han puesto más serios con los controles fiscales. La Guardia di Finanza hace operaciones vistosas, en plan Miami Vice, para acojonar. Empezaron en Nochevieja en Cortina D’Ampezzo, meta pija del esquí navideño. Pararon 133 cochazos de lujo para saber quién era el propietario. Ya se lo imaginarán. Un total de 42 habían manifestado en su declaración menos de 30.000 euros. Luego hicieron redadas parecidas en locales de la movida de Milán y en los puestos turísticos del Ponte Vecchio de Florencia, para ver cuánto ganaban realmente. Lograron auténticos milagros. Con la poli delante de la caja, obligando a hacer el odiado ‘scontrino’, el ticket de compra, la recaudación se disparaba respecto a días anteriores. En los bares de Milán, hasta el 100% más, y entre los orfebres de Florencia, en un caso se llegó a un aumento del 400%.
Obviamente se levantaron críticas desde varios partidos contra este “terrorismo fiscal” y este ataque indiscriminado e injusto contra los ciudadanos. Es que así no vamos a ninguna parte.
Veamos esta secuencia de ‘Qualunquemente’ (Giulio Manfredonia, 2011) que deja bien claro el tabú del ‘scontrino’ o ‘ricevuta fiscale’:
Sinopsis: El protagonista, Cetto La Qualunque, golfo, mafioso y corrupto metido en política, interpretado por el cómico Antonio Albanese, insiste en invitar a este señor que ahora no me acuerdo quién es, si un político honesto o un magistrado o algo así. Pero el otro no se deja y, es más, pide la mítica ‘ricevuta fiscale’, la factura. Cetto sugiere después un descuentillo, pero el otro se sigue negando. Al final le cobran cinco euros.
FIN
Ahora, perdonen la brusquedad, vamos a cambiar de tercio y ponernos serios. Esto que contamos no quiere decir que todo el mundo en el fondo sea rico. En Italia, deprimida económicamente desde hace años, hay gente que las está pasando pero que muy putas, aunque no tengan los catastróficos niveles de paro de España (9,3% frente al 23,6%). Ayer se presentó un informe escalofriante. Solo el título ya lo es: ‘El suicidio en Italia en tiempos de crisis’. La media es de dos al día, personas que se quitan la vida por problemas relacionados con la situación económica.
Esta es la gente que se ha suicidado porque no encontraba trabajo o lo había perdido:
2010: 362
2009: 357
2008: 260
2007: 270
2006: 275
Y estos son los empresarios que se han suicidado por sus problemas con los negocios:
2010: 336
2009: 343
Los datos de 2011 se adivinan alarmantes y este año, porque los medios ya se fijan, llevamos ya 23 suicidios. Se ha convertido en un auténtico y preocupante fenómeno social, quizá con un efecto de imitación a medida que los casos saltan a la prensa. Sobre todo en Véneto, una de las regiones más dinámicas del país y con un 80% de pequeñas empresas, las más expuestas a impagos y restricción del crédito: se han suicidado 50 empresarios en tres años.
Las noticias de este tipo se suceden sin cesar. Hace dos semanas causó conmoción el farmacéutico jubilado griego que se pegó un tiro delante del Parlamento de Atenas. Pero en Italia, sin llegar a esa espectacularidad, hay casos tremendos. Ese mismo día una viuda siciliana de 78 años murió tras arrojarse desde el cuarto piso de su casa en Gela porque su pensión había bajado de 800 a 600 euros. El 29 de abril un constructor de Bolonia en quiebra y agobiado por los impuestos se dio fuego en su coche ante las oficinas de Hacienda. Murió días después. Al día siguiente, sábado 30, le imitó un trabajador marroquí de Verona que llevaba cuatro meses sin cobrar. El día 2 de este mes un ebanista de Roma de 57 años se ahorcó en su taller y dejó una nota escueta: “Problemas económicos insuperables”. El 4, el titular de una firma de aluminio se disparó en el pecho con su escopeta y en Milán se ahorcó un taxista de 51 años que había perdido el puesto y tuvo que volver a vivir a casa de sus padres.
El primer ministro italiano, Mario Monti, ha comparecido hoy para explicar los sacrificios que debe seguir afrontando el país. Sabía que esta terrible cuestión de los suicidios está en el aire. Así que ha señalado que en Grecia están peor, porque llevan 1725, parece que en dos años. Como si fuera la prima de riesgo. Ya hemos llegado a esto. Por cierto, ¿alguien está mirando este implacable indicador económico en España?