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Íñigo Domínguez

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Identificados con él

 
Un juego. Averigüen qué destacado líder europeo dijo ayer esto:

-Angela Merkel: “Estoy leyendo los diarios de Hitler y me identifico con él en muchas situaciones”

-Mariano Rajoy: “Estoy leyendo los diarios de Franco y me identifico con él en muchas situaciones”

-Silvio Berlusconi: “Estoy leyendo los diarios de Mussolini y me identifico con él en muchas situaciones”.

Respuesta: Efectivamente.

  No sé si hacen bien a la idea de la situación de nuestro héroe. Tiene 75 años, lleva un mes sin responsabilidades de Gobierno -sin ejercerlas mucho más, porque ya estaba de vacaciones mientras estaba en el cargo- y lo mejor que se le ocurre para pasar el tiempo es… leer los diarios de Mussolini. Hombre, si a los 75 años no se los ha leído no sé qué le tiene que pasar por la cabeza para empezar ahora. Berlusconi ha dicho esto en el contexto de que Italia es ingobernable, como ya se lamentaba el Duce, y para repetir que es necesario cambiar la Constitución para hacer una reforma institucional que dé el poder total al primer ministro -imagino que solo cuando sea él-. También precisó que se identifica con las cartas de amor que recibía de su amante Clara Petacci, y añadió que él ha tenido “cientos” de aspirantes a Petacci.

  Pero es que además Berlusconi no dice estas cosas un día cualquiera. No. Las dice en la misma semana que un grupo de ultras futboleros fachas y vecinos exaltados de un barrio de Turín prenden fuego a un campamento de gitanos en una operación de castigo para castigar una violación… que era inventada. La chica, de 16 años, mintió porque tenía miedo de decir a sus padres que había hecho el amor por primera vez con el chico que le gustaba. Porque  le hubieran dado una paliza, la llevaban una vez al mes al ginecólogo a comprobar que seguía siendo virgen y tiene la casa llena de estampitas de santos.

   Y lo dice la misma semana en que un zumbado neonazi que frecuentaba un conocido centro de extrema derecha, Casa Pound, se lía a tiros con una Magnum en Florencia en dos mercadillos de senegaleses, mata a dos y deja heridos a tres, que siguen en el hospital. Este señor estaba flipado con el esoterismo, la ciencia ficción, los tebeos, Flash Gordon y en los últimos meses se había visto unas cien veces la película de ‘Harry el Sucio’. Era solitario, estaba deprimido y tenía soldaditos de la época fascista adornando las estanterías de casa. Solo les digo una cosa: en Facebook tenía dos amigos.

   Y lo dice la misma semana en que la Policía desmantela una de estas organizaciones fachas ilegales marginales que pululan por Italia, llamada Militia, obsesionada con exterminar judíos.

   Lo mejor, o lo peor, ya no sé, es que estas declaraciones de Berlusconi vienen desviadas mecánicamente en la prensa a las secciones de folclore y risas. Es natural, si se piensa que ayer se definió otra vez “un perseguido de la Justicia”, como Billy el Niño. Por cierto, que les he puesto una foto de Mussolini en su época juvenil, perseguido por la Justicia, no sé si lo habían reconocido. Y lo remató cuando aseguró: “Yo no soy un político de profesión, nunca he tenido ambiciones políticas”. No, solo lleva 18 años en política. Al menos dijo una verdad como un templo: “Soy un empresario, y lo he seguido siendo durante el periodo de mi Gobierno”.

  Pero en el fondo es cierto, Berlusconi dice estas cosas de Mussolini como quien habla de fútbol, porque Mussolini está asimilado como estadista incomprendido por gran parte de los italianos. Entre la tradicional benevolencia nacional en el juicio de los demás, la ignorancia y la simpatía política, muchos le ven como un gran tipo, que los tenía bien puestos, pero que se equivocó en algunas cosillas porque le aconsejaron mal o no calculó bien. Qué sé yo, las leyes raciales, el asesinato de opositores, la alianza con Alemania cuando parecía clarísimo que iba a ganar la guerra,… Como resumió también ayer Berlusconi, “era una democracia menor”.

  Nuestro héroe está en este plan porque ahora tiene un momento de chupar banquillo. Ya saben, cayó el Gobierno hace un mes y está en la oposición, pero él viene a decir que es casi porque le da la gana. Ha garantizado su apoyo al Gobierno de salvación nacional de Monti, pero cada vez que habla le mete una puya: “No sé cuanto durará”, dijo ayer. Vamos, le advierte que está ahí de prestado y cualquier día lo manda a casa. Y entretanto solaza a su base electoral y anestesia a los revoltosos de su partido, que quieren ir ya a las urnas.

  No es el único en hacer teatro, es más, al lado de sus amigos de la Liga Norte es un aficionado. Los chicos de Bossi han sacado el arsenal de disfraces de Thor, Obélix y Frodo, todo mezclado, y están desmelenados. Nunca como hasta ahora habían alcanzado cotas tan logradas de ridiculez. Patalean en el Parlamento como en los viejos tiempos y van de rebeldes sin causa. Aunque hasta anteayer estaban en el Gobierno desde hace ocho años. Pero cualquiera los reconoce ahora: han dicho claramente, con una de las ideas más ruines oídas últimamente, que jalean con todas su fuerzas el triunfo de la crisis en Italia para que el país se hunda y poder poner en práctica la secesión de la Padania, como quien se amputa un órgano insano. “A veces en la historia se abren ventanas, que dan una oportunidad, y nosotros tenemos que aprovecharla”, farfulló Bossi en un mítin. La mejor de las últimas tonterías es que ya están pensando en acuñar su propia moneda. Creen que así se salvarán de la quema cuando lleguen las elecciones, pero no logro ponerme en el lugar de uno de sus más obtusos electores y creérme el camelo. Seguramente me falta imaginación, porque es perfectamente posible.

  De todos modos lo único claro es que quieren ir por libre a las próximas elecciones, lo que condena a Berlusconi a ir solo a las urnas. Y así es imposible que gane. Veremos qué se inventa o en qué queda todo este teatrillo.

  Del centro-izquierda no hablo porque es aburridísimo. Si algún  día se aclaran o se buscan un líder cómico, como en la derecha, nos dará más juego. 

 Hoy viene caída del cielo en ‘La Repubblica’ una entrevista a Pier Paolo Pasolini. Dios mío, dirán ustedes, será de hace cuarenta años. Casi, es del 30 de octubre de 1975, una de las últimas que concedió, en Suecia, antes de que lo asesinaran. Era inédita. Pero con su lucidez quirúrgica sirve muy bien para hoy. Les traduzco algunos pasajes:

-Explíquenos cómo es la situación hoy en Italia.
-En Italia se ha producido una revolución y es la primera en la historia italiana porque los grandes países capitalistas han tenido al menos cuatro o cinco revoluciones con la función de unificar el país. Pienso en la unificación monárquica, en la revolución luterana reformista, en la revolución francesa burguesa y en la primera revolución industrial. Italia, en cambio, ha tenido por primera vez la revolución de la segunda industrialización, es decir, del consumismo, y esto ha cambiado radicalmente la cultura italiana en sentido antropológico. Antes la diferencia entre un obrero y un burgués era como entre dos razas, ahora ya casi no existe. Y la cultura que más ha sido destruida ha sido la cultura campesina, que entonces era católica. Así que el Vaticano ya no tiene detrás esta enorme masa de campesinos católicos. Las iglesias y los seminarios están vacíos, si usted viene a Roma ya no ve las filas de seminaristas que caminan por la ciudad y en las dos últimas elecciones ha habido un triunfo del voto laico. Y también los marxistas han sido cambiados antropológicamente de la revolución consumista porque viven de otro modo, con otra calidad de vida, en otros modelos culturales y han sido cambiados ideológicamente.
-¿Son marxistas y consumistas al mismo tiempo?
-Hay esta contradicción en todos aquellos que se han declarado marxistas y el Partido Comunista ha aceptado esta evolución.
-¿Habla del partido o de otras facciones?
-Sí, de comunistas, socialistas, extremistas. Los extremistas italianos tiran bombas y por la noche ven en la televisión ‘Canzonissima’.
-¿Existe todavía la sociedad de clases?
-Las clases existen pero, y este es el punto original de Italia, la lucha de clase es en el plano económico, ya no en el cultural. Ya no hay diferencia cultural entre un burgués y un obrero.
-¿Y el nuevo movimiento fascista?
-El fascismo está acabado porque se apoyaba sobre Dios, familia, patria, ejército, cosas que ahora ya no tienen sentido. Los italianos ya no se conmueven ante la bandera.
-¿Hay una descomposición en la sociedad italiana?
-Considero el consumismo un fascismo peor del clásico, porque el clérico-fascismo en realidad no ha transformado a los italianos, no ha entrado en ellos. Ha sido totalitario pero no totalizante. Un ejemplo: el fascismo ha intentado durante veinte años destruir los dialectos. No lo ha conseguido. Pero el poder del consumismo, que dice querer conservar los dialectos, los está destruyendo.
-¿Hay esperanza en el futuro?
-He preguntado hoy a algunos chicos suecos si se sienten todavía cercanos a la civilización humanística o se sienten ya dentro de una civilización tecnológica. Creo que han respondido, con bastante tristeza, que se sienten la primera generación de unas treinta generaciones distinta de lo que ha habido hasta ahora. Para terminar, lo que he dicho es a título personal. Si habláis con otros italianos os dirán: ese loco de Pasolini.

Su primera película, ‘Accatone’, de 1961.

Sinopsis: Hablan en ‘romanaccio’ y con la boca llena, así que imaginen la jerga. El protagonista ha dicho que va a saltar del puente Sant’Angelo y sus amigos le toman el pelo. Uno le dice que le debe mil liras y si se las puede dar antes de matarse. Responde que le compren una corona. Otro le pregunta a quién deja a su novia. A la policía que se ocupa de las prostitutas, dice él (la Buon Costume). Un tercero se interesa por cómo quiere el funeral. Replica que con todos los amigos detrás que ríen y el primero que llore pague una ronda.
  Entonces se dispone a tirarse al río y llega una de las mejores frases de la película. Un chiquillo le dice que si se va a lanzar con su cadena, anillos y pulseras. Respuesta: “¡Quiero morir como los faraones, con todo el oro encima!”. Y que si lo quieren que vayan luego a pescarlo. La réplica de uno, muy romana, es que ya le está entrando tortícolis y se tire de una vez. Antes de lanzarse se dice: “Venga, vamos, demos satisfacción al pueblo”.
  Luego miren cómo desfilan estos mozalbetes. Hoy, cuarenta años después, estarían todos con las cejas depiladas, músculos de gimnasio, cositas de Dolce & Gabanna y gafas de sol de marca. Y no sé por qué me da que votarían a Berlusconi, el millonario dueño de las televisiones.

FIN

  Para terminar. Un estudio publicado el año pasado del insigne lingüista Tullio de Mauro, titulado ‘La cultura italiana’ concluye que siete de cada diez italianos son casi analfabetos en la práctica: no leen nada, ni libros ni periódicos, y cuando lo hacen apenas comprenden lo que leen.

  El no menos insigne politólogo , Giovanni Sartori, ha interpretado estos datos de la siguiente manera:

  “Esta mayoría constituye para la política una ‘asnocracia’ arrolladora y fácil de arrollar. (…) Cuando se discute de transformaciones de la naturaleza humana el factor decisivo es la tecnología. Si al final del siglo XV nació el ‘hombre de Gutenberg’, sostengo que hoy la invención de la televisión ha creado un hombre forjado en el ver, un ‘homo videns’, cuyo saber y comprender se reduce al ámbito de las cosas visibles, en perjuicio de las ideas, de las imágenes mentales creadas del pensamiento. Sabe solo si ve y solo de lo que ve. Lo que equivale a una pérdida colosal de nuestras capacidades mentales.
    La teoría del ‘homo zappiens’ transforma esta pérdida en una glorificación, un anuncio de nuevos y gloriosos destinos. Este término está tomado del mando a distancia, que consiente y produce el cambio incesante de canales televisivos, lo que acostumbraría a nuestro cerebro a saber hacer muchas cosas contemporáneamente. ¿De verdad? Yo diría, en cambio, que así nos acostumbramos a la ‘descononexión’, a un saltar de piedra en piedra que equivale a la destrucción de la lógica, de la capacidad lógica de pensar una cosa a la vez, de poner esta descomposición analítica en secuencia, y en el determinar si una relación antes-después es también de causa-efecto. El progreso de la técnica es inevitable. Pero debe ser combatido si produce el ‘homo stupidus stupidus’”.

Naturalmente, todas estas cosas son muy aplicables a España.

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