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Íñigo Domínguez

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Cosas normales en Italia (32): lo invisible

                                                                                                                                                                En Italia, como sabemos todos, la imagen es muy importante, pero lo curioso es que en realidad es mucho más importante lo que no se ve. Es algo muy platónico, lo real suele ser un mundo de sombras y apariencias que está anclado en lo invisible. El italiano, en resumen, siempre se está preguntando lo que hay detrás de cada cosa y teme la existencia de estructuras diseñadas expresamente para putearle. No se cree lo que se ve, sospecha que hay trampa y siempre intuye que es más verdadero lo que desconoce. Esto da una natural predisposición a muchas cosas. A la desconfianza, a la sensación perenne de estar siendo engañado, a ver conspiraciones por todas partes, a la superstición, a lo religioso. En suma, a temer las fuerzas misteriosas que condicionan nuestras vidas.

  En estos días, por ejemplo, cunde la sospecha sobre el nuevo Gobierno de Mario Monti. En teoría son técnicos, pero aquí es difícil creer que alguien sea, sin más, así de neutro o desinteresado. No, sin duda es una gran maniobra orquestada por los ‘poteri forti’. Los ‘poderes fuertes’ es una expresión muy italiana, como el ‘salotto buono’ (‘salón bueno’, la gente bien, los ricos) o ‘la stanza dei bottoni’ (la sala de los botones), para determinar un ente superior que organiza y controla todo secretamente. Una vez hasta conocí un italiano firmemente convencido de que cada mes de enero se reunen en una localidad secreta todos los políticos y banqueros del mundo, al estilo de una cúpula de las familias mafiosas, y deciden todo lo que va a pasar cada año. En fin, como Davos.

  Lo rematadamente diabólico de este país es que han logrado que locuras de este tipo se hagan realidad, ahí está la logia P-2 o la organización Gladio. Así que nunca se sabe. De este modo, si uno no quiere pasar ahora por pardillo, tiene que sospechar que Monti y sus chicos serían un grupo a las órdenes de los tecnócratas de Bruselas, el mundo de las altas finanzas, los pijos ricos que estudian en la universidad privada Bocconi de Milán, los masones, el Vaticano y puede que hasta de la TIA, la organización de Mortadelo y Filemón.

   Lo más curioso es que en esto se han puesto de acuerdo la prensa de extrema izquierda y la berlusconiana. Los primeros, por convicción clásica contra el enemigo capitalista. Los segundos, por interés electoral de Berlusconi, que paradójicamente es uno de los hombres más ricos de Italia. Mientras ellos le dan caña a Monti desde el minuto uno, Berlusconi hace de policía bueno, se deja fotografiar tomando café solo en un bar, como si ya fuera inofensivo, y llama a los suyos a arrimar el hombro. Esto es lo visible, claro. Aunque luego les dice a puerta cerrada que se preparen para las elecciones. Pero en este caso no podemos hablar de nada invisible porque se ve a la legua.

   Al margen de estrategias, hay que reconocer que un poco a huevo sí lo han puesto. Que el nuevo ministro de Economía, Corrado Passera, sea el consejero delegado del primer banco italiano, Intesa San Paolo es un poco fuerte. También la omnipresencia de Goldman Sachs huele a varios kilómetros. Esta poderosa banca de negocios es una de las grandes responsables de la crisis de 2008, como señala entre otros ‘Inside Job’, el apabullante documental de Charles Ferguson premiado con el Oscar. Se les acusa también de parte del chanchullo de trucar las cuentas griegas. Monti ha trabajado para ellos desde 2005 como asesor. Igual que Mario Draghi, el nuevo presidente del Banco Central Europeo (BCE).

  Pero Monti se movía en otros círculos mucho más selectos donde se parte el bacalao. Era presidente europeo de la Trilateral Commission. ¿Habían oído hablar de ello? Como se nota que no están en la pomada. Pero estoy como ustedes, es la primera vez en mi vida que lo oigo. Es un ‘think tank’ fundado por David Rockfeller en 1973. Pero es mucho más molón lo del grupo Bilderberg. Monti pertenecía al ‘steering committee’ de esta merienda de amigos importantes fundada en el castillo holandés de Bilderberg en 1954 por el príncipe Bernhard van Lippe-Biesterfeld. Solo se va con rigurosa invitación y allí se juntan lo mejorcito -o lo peorcito- de la política, las finanzas y la economía mundial. Se reúnen una vez al año en hotelazos de lujo de algún rincón del mundo. No, si al final va a tener razón mi amigo.

  Pero a mí lo que más me ha llamado la atención es esta secuencia impecable de acontecimientos:

26 de septiembre de 2011: La Iglesia italiana, por fin, con cierto retraso, censura abiertamente a Berlusconi y le retira su bendición después de una década. En un discurso, Angelo Bagnasco, presidente de los obispos (chico de la foto), habla de la necesidad de “purificar el aire” de “comportamientos no solo contrarios al público decoro, sino intrínsecamente tristes y vacuos”, de “estilos de vida difícilmente compatibles con la dignidad de las personas y el decoro de las instituciones y de la vida pública”. Se queja de una vida política que “contribuye a propagar la cultura de una existencia fácil y alegre, cuando debería dejar paso a la cultura de la seriedad y el sacrificio”.

11 de octubre: Tras año y medio de agonía, Berlusconi pierde una votación decisiva en la Cámara de Diputados, la aprobación de las cuentas generales del Estado. Ha sufrido abandonos en sus filas porque hay una conspiración de matriz democristiana y católica, de militantes decepcionados que le piden que dimita y permita un nuevo Gobierno en alianza con elementos moderados y de centro.

17 de octubre: Las principales organizaciones católicas italianas se reúnen en un convenio en Todi para alentar el nacimiento de una fuerza política católica y moderna, como ha pedido en numerosas ocasiones Benedicto XVI.

8 de noviembre: Berlusconi confirma en el Parlamento que ha perdido su mayoría y anuncia su dimisión, que se hará efectiva el día 12.

13 de noviembre: El que ya se da como nuevo primer ministro, Mario Monti, se deja fotografiar saliendo de misa en Sant’Ivo alla Sapienza, en el centro de Roma. Se recuerda entonces que Monti presentó la última encíclica del Papa sobre economía en la basílica de San Juan de Letrán como «un documento guía de un Gobierno técnico de la sociedad».

16 de noviembre: Monti da a conocer su lista de ministros. Tres de ellos estuvieron en el encuentro de Todi.Son Corrado Passera, ministro de Desarrollo Económico; Lorenzo Ornaghi, rector de la Universidad Católica de Milán, nuevo ministro de Cultura; y Andrea Riccardi, fundador de la comunidad de Sant’Egidio y nuevo ministro de Cooperación Internacional. También son del área católica Balduzzi, de Sanidad; Profumo, de Educación; Severio, de Justicia y Gnudi, de Turismo. “È una bella squadra”, dice el secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone.

   Todo esto en menos de dos meses. Será casualidad, pero en cuanto la Iglesia ha dado la orden, se acabó Berlusconi. La patronal, por ejemplo, llevaba ya más de un año despotricando y no había manera. Para retratar de un brochazo a los ‘poteri forti’ siempre viene bien nuestro querido Fantozzi, paradigma del ciudadano anónimo explotado y humillado por las estructuras de poder. Juraría que esta secuencia ya la he puesto, si es así me deben perdonar, pero es que yo me río igual. Viene a cuento porque, precisamente, una de las bromas que se ha hecho con el Gobierno de Monti es que es del tipo Serbelloni Mazzanti Vien del Mare, parodia de apellido noble rimbombante que lleva la condesa que vemos a continuación:


 

Como en esta escena, en la que toda una clase dirigente es masacrada a botellazos, el despanzurramiento del mundo berlusconiano ha hecho que en los últimos meses salga a la luz mucho bicho del mundo subterráneo, invisible. Cada día el periódico está lleno, pero vamos a quedarnos con dos casos.

El mejor ejemplo es Luigi Bisignani, protagonista del escándalo P-4, que estalló en junio. Esto de P-4 es un nombre asignado como sucesión tras la P-2 y una P-3 que se destapó hace dos años. Bisignani es uno de los grandes fontaneros del poder en Italia, uno de los más influyentes del mundo político, aunque tampoco haya sido elegido por los ciudadanos, como el Gobierno de Monti. Así que tampoco han cambiado tanto las cosas. Según declaró a los fiscales Gianni Letta, que de por sí ya es tenido como el gran cerebro en la sombra de Berlusconi, siempre en segundo plano, Bisignani es “uno de los hombres más conocidos que yo conozca”. Resulta que si Letta es el cerebro de Berlusconi parece que Bisignani era el de Letta, en un tercer plano de lo más oscuro. Así que unan los puntos, como en los juegos de los pasatiempos.

  Comprenderán perfectamente el personaje si les digo que no hay una sola imagen de él. Cuando estalló el caso los informativos solo lograron sacar fotos suyas que parecen de hace veinte años, como la que pongo aquí al lado. Es decir, es totalmente invisible. Pero al parecer es uno de los que más mandaba en Italia. Le llamaban varios ministros para consultarle, decidía nombramientos, manejaba información secreta y reservada y daba órdenes a altos cargos de hacer esto o lo otro. En las escuchas grabadas todos le chupan el culo que no veas. La adulación, lo hemos dicho en otras ocasiones, es un arte italiano muy particular, que tiene su razón de ser en esta estructura social. Hay que ganarse y hacerse querer de la gente ‘che conta’, que cuenta, el único modo de penetrar en los mecanismos de los elegidos. Del mismo modo, hay mucha precaución y miramiento en los primeros acercamientos entre desconocidos, pues nunca se sabe con quién se puede estar hablando.

  Pero vamos al grano. ¿Quién es este tío? En los ochenta Bisignani era periodista de la agencia ANSA (la EFE italiana) y a los 23 ya estaba de jefe de prensa de un ministro del Gobierno de Andreotti. Con esa edad apareció luego ya inscrito en la lista de la P-2 (carnet número 1689), el miembro más joven de la venerable logia pastelera poer excelencia. Berlusconi, nunca está de más recordarlo, tenía el carnet número 1816. Bisignani, protegido de Andreotti, muy metido en el mundo democristiano y el socialista, con buena mano en el Vaticano, salta a la fama en los noventa como uno de los hombres clave en la gestión de la ‘supertangente’ Enimont, el más gigantesco soborno a los partidos destapado por la operación ‘Manos Limpias’. Fue el encargado de abrir en el IOR, la banca del Vaticano, una cuenta a nombre de una fundación “para ayudar a los niños pobres” que sirvió para mover el dinero, 93.000 millones de liras. Este banco, pozo de grandes escándalos, era perfecto para estos trapicheos, pues el dinero se mueve sin dejar rastro, de forma anónima y es totalmente opaco. Es decir, es otro de los grandes entes invisibles de Italia. Al menos hasta este año, cuando Benedicto XVI ha decidido por fin adaptarlo a la ley y los parámetros internacionales contra el lavado de dinero. Ya era hora, que estamos en 2011.

  En 1993, cuando estalló el escándalo, Bisignani sacó toda la pasta y se dio a la fuga. En el interesantísimo libro ‘Vaticano SPA’, de Gianluigi Nuzzi, que ya hemos citado y creo que ya está traducido en España, se cuenta toda esta película. Está escrito con los documentos que fue acumulando en secreto un eclesiástico del IOR, escandalizado de lo que veía, para que se contara todo tras su muerte. Se lo recomiendo, aunque el libro es muy complicado y requiere cierta iniciación. En fin, para no aburrirles, Bisignani fue arrestado dos veces y condenado a tres años y cuatro meses. Naturalmente eso en Italia es una medalla. Luego hizo carrera en la órbita berlusconiana, heredera de todo el sistema.

  La investigación de la P-4 ha revelado que Bisignani tenía la última palabra o por él pasaban decisiones de todo tipo de asuntos, sobre todo en cuanto a nombramientos de organismos públicos, de la RAI a los servicios secretos, la Policía o las empresa energéticas. Ahora ha pactado una pena de un año y siete meses por diez delitos. Es decir, con esta fórmula de la Justicia italiana, evita el juicio, pero admite las acusaciones y la reconstrucción de la Fiscalía. O sea, que reconoce que había una asociación delictiva destinada a gestionar informaciones reservadas, contratos y nombramientos públicos, a alterar procesos judiciales, proteger amigos y chantajear enemigos. Esto es importante porque cuando salió a la luz el caso, la prensa berlusconiana lo tachó de un delirio conspirativo. Pero era cierto. Sus abogados intentan ahora que evite la cárcel y le confíen a los servicios sociales. Qué tranquilidad, tener a este señor cuidando abuelitas.

  Vamos ahora con el segundo caso, aunque me había prometido a mí mismo no enrollarme nunca más y ahorrarles los ladrillos. Se trata de don Luigi Verzé. No se confundan, en Italia si alguien lleva el ‘don’ delante es que es un cura, no un mafioso. Aunque a veces puede coincidir. Parece ser el caso de don Luigi Verzé (chico de la foto), amigo íntimo y guía espiritual de Berlusconi. Gracias a él ha levantado un imperio en Milán, el hospital de San Raffaele. Pero, vaya por Dios, en los últimos meses se ha descubierto que aquello era un desmadre y se ha venido abajo. Tenía deudas por mil millones y ha tenido que intervenir la Santa Sede para salvarle. En julio se suicidó su mano derecha, el vicepresidente del centro, Mario Cal. Llegó a la oficina, sacó una pistola y se pegó un tiro. Su despacho, por cierto, estaba en Via Olgettina, la misma calle donde Berlusconi tenía los pisos para sus chicas. Es que el San Raffaele y los dominios inmobiliarios de Berlusconi están en la misma zona.

  Sobre el hospital hay una investigación por quiebra fraudulenta y está saliendo de todo. Hoy, por ejemplo, la prensa refiere manía de Don Verzé de montarse una flota de jets privados para sus desplazamientos. Debo señalar también que como sacerdote está suspendido ‘ad divinis’ desde 1973 por Pablo VI, o sea, que se le veía venir. Pero basta este episodio que les cuento a continuación, que publicaba esta semana el ‘Corriere della Sera’, para captar la impresión general.

  En enero de 2006 Don Verzé estaba obsesionado con ampliar su complejo hospitalario y tenía el ojo puesto en un terreno contiguo, pero sus propietarios no querían vender. Tenían montados unos campos de fútbol y futbito, muy populares en Italia, que alquilaban por horas para pachangas. La Guardia di Finanza había puesto unos micrófonos en el despacho del sacerdote por otro asunto y oye cómo le cuenta a un directivo su idea de mandar a la propia Guardia di Finanza a las instalaciones deportivas, en plan redada, para que pidan factura a los jugadores cuando salgan. Y como no la tendrán -llevo años jugando en estos sitios y no me la han dado en mi vida- podrán actuar contra la empresa. Don Verzè dice que mandará a la Policía a eso de las nueve.

  Ya es flipante que este señor diga que manda a las fuerzas de seguridad como si fuera un ministro, pero la historia es más alucinante con la siguiente escena. Al cabo de una hora entra en el despacho Nicoló Pollari. ¿Qué quién es? Pues un general de la Guardia di Finanza que entonces era nada menos que el polémico director del SISMI, los servicios secretos. Otro poder invisible que en Italia tiene tela. Total, que hablan un poco de todo y al rato don Verzè le cuenta toda la película de que quiere echar a los vecinos y le pide el favorcito de enviar una patrulla. No es todo. En esas fechas los campos deportivos sufrieron dos incendios intencionados que causaron graves daños. En otra conversación grabada por la Policía el cura habla exactamente de eso, de un incendio que están tramando en el lugar y en otra, de un sabotaje al cuadro eléctrico para dejar sin luz las instalaciones. El agente que transcribe la conversación de don Verzè con el directivo escribe que éste concluye: “Cuando vayamos a hacerle la propuesta de compra estará de rodillas” .

  Ah, se me olvidaba. Pollari acababa de comprar una mansión en Roma al hospital por 500.000 euros, la mitad de lo que había costado unos años antes. Pollari es quien se valió del secreto de Estado para burlar su posible responsabilidad el juicio del caso Abu Omar, uno de los casos mejor documentados de las ‘extraordinary renditions’, los secuestros de sospechosos de terrorismo islámico que ejecutó Estados Unidos en países aliados. En este caso, fue en 2003 con el presunto consentimiento del Gobierno italiano. Pollari ahora es ilustre consejero de Estado.

   Ya ven, gente con tanta pasta y tanto poder con estas miserias. Pringándose por unos campos de futbito. Lo que más impresiona de estos escándalos, y cada día sale uno, es que el estilo mafioso está presente en todas las esferas. Se entretienen conspirando, amasando poder, intercambiando favores, acumulando dossieres para futuros chantajes, haciendo dinero para ellos y sus amigos. Muy reconfortante.

   Esta presencia impalpable pero asfixiante de lo invisible, tan italiana, está magistralmente retratada, con otras sensaciones muy sutiles, en un gran libro, ‘El desierto de los tártaros’ de Dino Buzzati. Es famoso y seguramente habrán oído hablar de él. Cuenta la historia de una remota fortaleza de frontera donde se dedican a vigilar y casi desear, sumidos en infinitas obsesiones, un posible ataque enemigo que nunca llega. Valerio Zurlini hizo en 1976 una película:

 

 

 

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