‘Show de Berlusconi’, ya lo hemos explicado más veces, es uno de esos títulos fijos, ya rutinarios, con los que se resume que el primer ministro ha protagonizado uno de sus números y, generalmente, se ha quedado solo diciendo tonterías. Hasta empieza a usarlo también de forma mecánica la prensa española. Lo que ocurre es que estas escenas se suceden con tal frecuencia que ya es difícil que llamen la atención. Pasa como con los anuncios publicitarios, se acumulan unos detrás de otros, se solapan, y es casi imposible recordar el que se vio hace una semana. ¿Quién recuerda la publicidad de coca-cola de hace seis meses? Esto no es un problema para nuestro hombre, al contrario, porque él trabaja con el presente inmediato, el impacto momentáneo y el olvido instantáneo. Para el telediario de la tarde y de la noche. La memoria es un enemigo terrible, porque de lo que se trata precisamente es de que no se recuerde lo que dijo la semana pasada, porque suele ser lo contrario.
Sin embargo hay días memorables en los que Berlusconi se supera y merecen ser enmarcados. El miércoles, su visita a la isla de Lampedusa, fue uno de ellos. Fue toda una lección de populismo mediático.
¿Cuál era la situación de Lampedusa? Este pequeño islote a poco más de cien kilómetros de Túnez volvió a preocupar a partir de febrero cuando empezó el lío en el Magreb. El ministro de Interior, Roberto Maroni, puso el grito en el cielo, aunque hay que decir que es de la Liga Norte. Para este partido clamar «¡Que vienen los negros!» equivale a un lema electoral. Maroni advirtió el 14 de febrero de que temía «un éxodo bíblico». Es una hipérbole -se habló de hasta 300.000 personas y han llegado 18.000- muy útil: sirve como apocalíptica imagen de invasión, sirve para pedir dinero a la UE y sirve para avisar por adelantado de que escapa a cualquier control humano. ¿Qué se supone que debía haber hecho el Gobierno italiano ante un éxodo bíblico? Suponemos que prepararse de forma igualmente bíblica. ¿Qué ha hecho en cambio el Gobierno italiano en mes y medio? Nada.
Pero no piensen que es un error. No, es perfecto. Han dejado que se vayan amontonando inmigrantes, sin sacarlos de la isla, hasta superar los 6.000 en una isla con 5.000 habitantes y un centro de acogida para 800 personas. Había más de 200 niños y adolescentes sin padres durmiendo en el suelo en un barracón. En los últimos días no llegaba la comida. Un drama y una chapuza.
Entonces intervino Umberto Bossi, líder de la Liga Norte, con su receta para solucionar el problema de los inmigrantes. ¿Qué hacer con ellos? «¡Fuera de las pelotas!», dicho en dialecto, que queda más auténtico. Es el poli malo. Pero llegó el poli bueno. Después de dejar que se creara el problema, Berlusconi se presentó en Lampedusa como un salvador mesiánico con seis barcos con capacidad para 10.000 personas que sacarían de la isla a todos los inmigrantes. Luego, en un discurso ante los vecinos, emuló a los mejores vendedores de crecepelo de las películas del Oeste. Acérquense señores. Minutos antes el alcalde (el señor de la foto con la banda triocolor y el micrófono) había ordenado que se retiraran entre el público esa «mierda de carteles» contra el Gobierno. Y ahí fue Berlusconi a tumba abierta:
-Prometió un año sin pagar impuestos.
-Prometió pedir a la UE que declare la isla zona franca.
-Prometió gasóleo gratis para los pescadores.
-Prometió un plan para plantar bosques en la isla, porque hay poco verde.
-Prometió construir un campo de golf.
-Prometió dar la licencia para construir un casino.
-Prometió un plan de colores urbano, cambiar la decoración cromática de las casas, para que la isla se parezca a Portofino, la localidad chic de Liguria.
-Prometió que pediría el Nobel de la Paz para Lampedusa.
-Se proclamó lampedusano porque se ha comprado una villa en Lampedusa. Lo hizo el día antes en un momento. Se metió en Internet, vio una que le gustaba y la compró (en la foto). Hace la número 29 en su colección. Menos de dos millones de euros. Sus vecinos, encantados, porque así les asfaltan por fin la carretera.
-Prometió una campaña de promoción del turismo en Lampedusa, que ya está encargada, a través de la televisión pública y de sus tres televisiones privadas (naturalmente, no entró a valorar el conflicto de intereses de adjudicarse a sí mismo el contrato).
-Luego contó un chiste a un grupo de señoras: «Durante un sondeo se pregunta a un grupo de mujeres si les gustaría acostarse con Berlusconi. El 30% responde: ‘Ojalá’. El 70% responde: ‘¿Otra vez?’».
-Después, otro chascarrillo sobre el jefe local de la oposición, que no acudió al acto: «Le ha venido la diarrea».
Un genio. Si algún día se inventa otro Nobel muy concreto, en el que quizá también algunos de ustedes estén pensando, habrá que dárselo a él sin discusión.
Entretanto en Roma… Su mayoría de centro-derecha cambiaba el orden del día en el Parlamento para aprobar de inmediato una ley que permitirá anular el juicio que más teme Berlusconi en este momento, el proceso Mills. Es una ley que reduce los plazos de prescripción del delito para los imputados sin antecedentes. Casualmente, es el caso del primer ministro. Y de otros 150.000 presuntos delincuentes que ahora mismo están sentados en el banquillo, pero eso es un daño colateral sin importancia. Al final el Parlamento se convirtió en tal circo, entre insultos y peleas, que la sesión se aplazó. Y al día siguiente pasó lo mismo.
Entretanto en Roma… El subsecretario de Interior Alfredo Mantovano presentaba su dimisión ante la chapuza de la gestión de la emergencia de los inmigrantes.
Luego, en el avión de vuelta a casa, Berlusconi vio al despegar dónde estaba la casa que había comprado. Descubrió con horror que se halla al lado del aeropuerto. El presidente de Sicilia, Raffaele Lombardo, que le acompañaba, lo contó ayer y dijo que cree que al final no la comprará.
Habrá que ir dentro de un año a Lampedusa a ver el casino y el campo de golf. Como se puede ir a Nápoles y ver todavía los montones de basura. O a L’Aquila y comprobar que sigue todo patas arriba a dos años del terremoto. Pero, como vimos en el último capítulo del Diario mínimo basta enviar una actriz a un programa para que se haga pasar por víctima del seísmo y que diga que va todo fenomenal, ahora que se aproxima el aniversario.
Berlusconi coloca decorados de cartón piedra de azul celeste allá donde va. Es el hombre del ‘spot’ permanente, de la adaptación empática a las orejas del oyente. Se convierte en lampedusano en Lampedusa y en tunecino en Túnez, como vimos en su día cuando prometía a los tunecinos una cálida acogida en Italia:
«Para los que quieren intentar nuevas posibilidades de trabajo y de vida hay que intentar aumentar las posibilidades de entrar legalmente en Italia y en los otros países europeos. Y esto es lo que quiero que se aplique, no sólo en Italia, sino en toda la Europa. Hay que decir además que los italianos han sido un pueblo que ha emigrado y esto nos impone el deber de mirar a todos los que vienen a Italia con una total apertura de corazón y de dar a la gente que viene a Italia la posibilidad de una casa, de un trabajo, de un colegio para los niños y la posibilidad de un bienestar que significa también la salud y la apertura de todos nuestros hospitales para sus necesidades, y esta es la política de mi Gobierno».
Este hombre supera la realidad. El otro día se estrenó ‘Silvio forever’, un documental bastante currado sobre nuestro hombre, con sus mejores momentos en 80 minutos, y ya se queda corto. Se ve que apuraron el montaje para meter imágenes hasta de los últimos días, pero lo de Lampedusa ya merece figurar en las antologías.
Este hombre supera la ficción. En enero se estrenó ‘Qualunquemente’ (Giulio Manfredonia), protagonizada por el cómico de Antonio Albanese, una sátira feroz sobre un político populista y sin escrúpulos, Cetto La Qualunque. Pero el mismo actor declaró que todo lo que imagina, hasta lo más descabellado, siempre es puntualmente superado por la realidad:
Traducción: «Me han preguntado qué pienso hacer por los pobres necesitados si soy elegido: ¡Una mierda! (traducción libre de ‘Una beata micchia’)»
«Yo no hago prisioneros. Tú me votas y te doy un trabajo y te arreglo la vida. No me votas, te doy por culo a ti a toda tu familia».
«Yo he estado en Rimini y en Riccione, y he descubierto lo que mueve la economía de una región de progreso como la Romagna: ¡‘U pilu’!». Que significa lo que se imaginan. Y sacan unas tías para el personal. «¡No cuestan nada, invita Cetto La Qualunque!».
Último lema: «¡La política que desciende entre la gente!».
FIN
Tiene otra máxima que también es significativa: «He entendido el sistema. Tú dices cuatro gilipolleces y ellos te votan».
Les dejo con el tráiler por si se quieren familiarizar con el personaje, aunque a estas alturas todo les resultará familiar: