Como muchos de ustedes y muchísimos italianos, no veo la hora de hablar de algo que no sea Berlusconi, que nos monopoliza el blog por méritos propios, y entretenernos con cosas más alegres. De todos modos gracias a él vamos a desempolvar una sección abandonada, la dedicada a los estereotipos, que empecé en su día con buenos propósitos y ahí se quedó. Como casi todo.
La idea era recorrer los estereotipos sobre los italianos, porque dan una idea curiosa del concepto general acerca de ellos, con lo que pueda tener de verdad, falsedad, prejuicio o esencia. Creo que son los ciudadanos del planeta que se encuentran con mayor volumen de nociones previas cuando conocen a un extranjero y no sé bien cómo se lleva eso. Por ejemplo, los españoles apenas tienen que explicar ya que no son toreros o no saben bailar flamenco, y poco más se sabe. Pero para los italianos debe de ser más difícil, y elementos como Berlusconi no hacen más que complicar enormemente la tarea. Me da pie para estos desvaríos Umberto Eco, que el otro día, hablando de su primer ministro, dijo eso de que «no queremos ser confundidos con los peores de nuestros hermanos». Entonces me acordé de los hermanos Marx.
No sé a ustedes, pero yo necesito verlos una vez al mes para aportar sensatez y equilibrio a la existencia. Pero a lo que íbamos: a mí siempre me llamó la atención que Chico hiciera de italiano en todas las películas.Y casi nunca para bien. Es decir, sus personajes suelen ser buscavidas tramposos, timadores, egoístas, ladrones y trapisondistas. A menudo están en contacto con el mundillo criminal, y son unos liantes que dominan la retórica absurda, que suele marear incluso a Groucho. En fin, son gente poco de fiar. Pero al mismo tiempo sus personajes son capaces de apañárselas en cualquier situación, incluso hablar con un mudo, se mueven sin complejos, se meten en todo tipo de negocios raros, con planes alambicados e inverosímiles, recursos ilimitados y, en el fondo, están cargados de buenas intenciones. El de Chico es el único personaje que suele creer de forma más o menos ingenua en el amor y en la cursi pareja de enamorados de pegote que andan por ahí en sus películas. Groucho va detrás de cualquier par de faldas, mejor si es una viuda rica, y Harpo es simplemente un obseso sexual. Debemos añadir que Chico, además, a veces va y toca el piano. Aunque ni los fans más acérrimos tendrán problemas en confesar que en sus películas es ver que aparece un piano o un arpa y uno se levanta de inmediato para ir al baño o la nevera.
La caracterización de Chico como italiano nace de una de las caricaturas habituales de su repertorio cómico en sus inicios, el inmigrante italoamericano. Al final se quedó con el personaje y, aunque no se perciba en el doblaje en español, Chico habla con acento italomericano, lo que da pie a bromas y gags en algunas de las películas. Que en el doblaje español suelen ser incomprensibles, como la mitad de los diálogos, lo que hace aún más absurdas las películas de los hermanos Marx en español, cosa que para mí no es ningún problema, pues aumenta el caos surrealista. Además me encanta la voz de Groucho en español, pero entiendo que para un extranjero sea insoportable. El caso es que aquí tenemos al agente Chicolini en ‘Sopa de ganso’, que aprovecho para poner aquí en la gloriosa secuencia de los pijamas y el espejo:
Lo gracioso del caso es que los personajes italianos de Chico no incluían uno de los estereotipos habituales, el del individuo pasional, fogoso y ligón -veáse Berlusconi-, pero resulta que él si lo era en la vida real. Parece ser que era bastante mujeriego, además de un jugador y apostador empedernido, otro aspecto que es un rasgo sorprendente de los italianos -les encantan los juegos de azar-, aunque creo que no ha cristalizado en el exterior como estereotipo. Es el extremo de su carácter lúdico y jocoso.
Sobre el perfil pasional del italiano hay toneladas de ejemplos en películas, con vergonzosos topicazos, pero vamos a recordar una parodia que, en el fondo, es un homenaje cariñoso al cine italiano. De alguien que adora aún más que yo a los hermanos Marx y que siente devoción por el cine italiano, el maestro Woody Allen:
Es de ‘Sueños de un seductor’ (‘Play it again Sam’, Herbert Ross, 1972) doblado al italiano, que es aún más gracioso. La película que se ve en el cartel es ‘Le coppie’ (Las parejas), un filme de dos años antes y tres episodios dirigidos respectivamente por Monicelli, Sordi y De Sica. Por cierto que en uno de ellos Monica Vitti se prostituye para pagar los plazos de la nevera. Se ve que algo se progresa, porque ahora lo hacen para ir al Gran Hermano, La isla de los famosos o, si no hay sitio ni más remedio, el Parlamento europeo, por este orden.
A Woody Allen le gustan mucho los italianos, se nota que le divierten, y aparecen en muchas de sus películas, aunque a menudo es como mafiosos, pero simpáticos. Del cantante incontrolable de ‘Broadway Danny Rose’ (1984), así como la peligrosa familia de su ex-mujer, al gangster con talento literario de ‘Balas sobre Broadway’ (1994). Ambas películas maravillosas. En cuanto a la vertiente que nos ocupa, el latin lover, hay todo un capítulo de parodia en ‘Todo lo que quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar’ (1972), acerca de un playboy llamado Faustino que descubre que su chica sólo tiene orgasmos en situaciones de riesgo.
Sin embargo, para terminar, quería reseñar un detalle muy curioso y quizá oculto para el público español. Se halla en ‘El dormilón’ (1973). Ya saben, es esa divertidísima película en la que el protagonista es congelado y se despierta en el futuro. Es un mundo muy descafeinado, en el que han desaparecido las relaciones sexuales y todos son impotentes. ¿Todos? No, precisa la chica, sólo han mantenido alto el pabellón algunos descendientes de españoles. Siempre me hizo gracia esta frase. Pero un día vi la película en versión original, en vez de doblada al castellano, y en realidad dice otra cosa: sólo mantienen el vigor sexual algunos descendientes de … ¡¡¡italianos!!! Es una de las más descacharrantes muestras de patrioterismo barato que he visto en el cine y siempre he tenido curiosidad por saber en qué estaba pensando el equipo de dobladores. Pero quizá denota de forma involuntaria un estereotipo del macho ibérico: que es un fantasmón.