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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

La procesión va por dentro

Hoy hablamos de un episodio de Semana Santa. Ya, ya sé que ya pasó. Pero aunque todos vemos que el periodismo de hoy, y parece que el del futuro, es lo contrario de la reflexión les ruego que no tomen este retraso como fruto del detenimiento en el análisis. No, es simple tardanza. Sin embargo me debo de estar acompasando de forma natural al ritmo del entorno, porque en un pueblo de Calabria celebraron este domingo la procesión del domingo de resurrección, una semana después. Eso sí que es que la realidad no te estropee el retraso en dar una noticia, porque se retrasa ella misma.

Ha ocurrido en Sant’ Onofrio, tres mil habitantes, provincia de Vibo Valentia y les intento explicar por qué. Resulta que la procesión de la ‘Affruntata’ (que significa ‘encuentro’ y aparece en la foto), donde se encuentran en la plaza los pasos de la Virgen, de San Juan y de Cristo resucitado, se suspendió porque un clan de la ’ndrangheta, la mafia calabresa, se lió a tiros con el prior de la confradía. Dispararon a la puerta de la sede como intimidación. Estaban enfadados porque les habían dejado fuera de la procesión, sin sitio entre los que llevan los pasos. No se sorprendan del sentido religioso de los mafiosos, que es conocido y un tanto particular. Todo tiene su sentido. La cultura mafiosa y la cultura católica, italiana, tienen cierta relación, y no estoy pensando sólo en la ‘omertà’, la ley del silencio y el encubrimiento. Algún día tendremos que extendernos sobre ello.

Sant’Onofrio, como muchos otros lugares de Calabria, apesta de Mafia y el ayuntamiento fue disuelto hace un año por infiltración de la criminalidad organizada. Y como en muchos otros pueblos es costumbre que el clan dominante, los Bonavota, se adueñe de los puestos más relevantes de la procesión, para hacer una demostración endomingada de poderío social. Los vecinos son obligados así a presenciar su solemne puesta de largo. Pero hay más, se había transformado en rito interno, en perfecta simbiosis con el religioso. Un ‘arrepentido’ (fíjense en la palabra), Rosario Michienzi, reveló que los ‘picciotti’, los novatos recién entrados en el clan, hacen su primera aparición pública en la procesión, para recibir una especie de bautismo. Llevan el paso de San Juan, que se inclina tres veces ante la Madonna. Pero es que ante la Virgen se halla el capo, que ocupa el cargo máximo de jefe del desfile (‘mazziere’) llevando el mazo que marca el ritmo. En Sant’Onofrio toda la vida ha sido Don Vincenzo, jefe del clan Bonavota, hasta que murió. Luego han heredado el puesto sus hijos. En resumen, era un ritual de sumisión al capo. Toda la procesión venía a decir quién mandaba en el pueblo.

Llegamos así a la pregunta de cajón: ¿cómo se asignaban los puestos de los porteadores en la cofradía? Respuesta: a la mejor oferta económica en sobre cerrado, y loado sea el cielo. Estamos con lo que decíamos la última vez sobre la complejidad de la Iglesia, que hay mucho cura impresentable. Pero también decíamos que los hay con un par de pelotas y algunos se enfrentan a la Mafia. De hecho a veces se los cargan, como a don Pino Puglisi, en Palermo. Por ejemplo, uno de estos es el obispo que llegó nuevo en 2007 a esta diócesis, la de Mileto-Nicotera-Tropea (qué nombre tan bonito), Luigi Renzo. Es el señor de la foto. Al ver el panorama ordenó que los puestos en los pasos se dieran por sorteo. Pero no funcionó, porque los agraciados siempre acababan por ceder su puesto al mafioso de turno, pues preferían declararse enfermos a sentirse verdaderamente mal después. Total, que este año el obispo ordenó directamente que los benditos puestos no se dieran a «personas discutibles».

En la diócesis hay 163 parroquias. De las otras 162 no ha habido noticias, pero en Sant’Onofrio hay un párroco con otro par, don Franco Fragalà, y de acuerdo con el prior de la cofradía, Michele Virdò, conductor de autobuses, acataron la consigna: este año han dejado fuera a los cofrades mafiosos. De ahí los disparos y luego la suspensión de la procesión. Plantarse aquí no es moco de pavo, pues en la provincia de Vibo Valentia llevan cuatro asesinatos de la ’ndrangheta en lo que va de año. Sin ninguna relevancia en la tele ni la prensa nacional, por supuesto. Es como si fuera lo normal, del estilo de los accidentes de tráfico.

Tras una semana de tensión este domingo desfiló por fin la procesión, bajo escolta, sin mafiosos y con despliegue de autoridades: el gobernador, el prefecto, diputados, senadores,… Todos para decir ese célebre pleonasmo italiano: «El Estado está» (Lo Stato c’e). Claro, lo dicen sólo el día que van allí y están. Pero unos metros más allá los mafiosos del lugar seguían la procesión, sabiendo que los estadistas luego cogerían los coches, se largarían y el pueblo volvería a ser suyo. Con todo, en Italia los símbolos son esenciales y lo que ha pasado es un golpe de imagen para los malos, un desafío. Los mafiosos suelen llevar mal estas cosas.

Completan el panorama las palabras conciliadoras del obispo: «Después de estos días vividos en el malestar general por lo ocurrido, la fuerza de Jesús resucitado ha derrotado el mal y el miedo. Un mensaje de paz lo dirijo también a quien ha tomado, digamos, el camino desviado. También para vosotros está abierto el sepulcro». En Italia y en la Iglesia -ya hemos dicho que no se sabe si es la Iglesia la que es a la italiana o es Italia la que se ha modelado de forma eclesiástica- siempre queda abierta la puerta del perdón, de un mafioso a un pederasta.


Como bien sabrán, esta secuencia es de la segunda parte de ‘El Padrino’ (1974), de Francis Ford Coppola, y ahí tenemos a Vito Corleone en su juventud (Robert de Niro) haciéndole por primera vez al capo del barrio (Gastone Moschin, uno de los míticos golfos de ‘Amici miei’) una de esas famosas ofertas suyas que no se pueden rechazar. El lugar es ‘Little Italy’, en Nueva York, y procesiones como esta se siguen celebrando en las colonias italianas. También la ‘Affruntata’ calabresa, por ejemplo, en las nutridas comunidades de Canadá.

No quería terminar sin decir algo de San Onofrio. Debo confesarles que una vez me llevé el susto de mi vida en la iglesia de San Onofrio en Roma, que está subiendo la cuesta del Gianicolo desde el lado del Vaticano. Había un cartel en varios idiomas y Onofrio en inglés se dice… ¡Humphrey! Onofrio Bogart es algo a lo que no consigo hacerme a la idea.

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