Todos los miércoles las urgencias de los hospitales de Roma se llenan de treintañeros y cuarentones, víctimas de los partidos de ‘calcetto’ (futbito). El miércoles es el día del ‘calcetto’, como el jueves el de los ‘gnocchi’ y el viernes el del ‘baccalá’ en los restaurantes. A eso de las ocho o nueve se ven por la calle individuos apresurados con sus bolsas de deporte. El partidillo exalta sus emociones pero hace estragos en tobillos y meniscos. Por otro lado, un porcentaje considerable de balones acaba en el Tevere. Las orillas del río están llenas de campos de futbito y siempre hay un enajenado que quiere hacer el gol de su vida pero manda la pelota a freír espárragos. Mientras decenas de jugadores terminan renqueando en urgencias, decenas de balones acaban deslizándose en el río. El lugar donde van a morir los balones es un dique a la altura de la isla Tiberina (foto). Por un remolino de la corriente se quedan ahí girando en un torbellino de colores como bolas en el bombo de lotería. A veces los chavales consiguen pescar alguno. Será una coincidencia, pero el puente Fabricio, que une la isla a la ribera izquierda, era donde iba la gente del antiguo imperio a suicidarse.
Uno de ellos fue el poeta Horacio, y da que pensar, pues luego escribió muchísimas cosas sobre el carpe diem, el beber vino sin pensar en la resaca y el placer con las mujeres sin considerar los inconvenientes. Pero debió de llegar a esas conclusiones asomado al puente Fabricio. Según cuenta en sus memorias, le sacó de sus negros pensamientos un paseante, que le aconsejó «dejarse barba y darse a la vida de los filósofos». Baroja diría darse a la vida trágica. El puente se ahorró un suicida y la literatura ganó un poeta. Horacio engañó al pesimismo riéndose de las mujeres que no le habían hecho caso a medida que ellas se iban haciendo viejas, que no es mal sistema, aunque lleva tiempo. Pero no podía dejar de deprimirse por las barbaridades urbanísticas de su época. ‘Ante la destrucción de la naturaleza con las nuevas edificaciones’ es uno de sus poemas más modernos. Era el siglo I. Si viviera hoy en España se suicidaría con barba y todo.
Cualquier persona seria ha pensado alguna vez en suicidarse. Es el problema de las personas serias. Pero siempre se deja por auténtica falta de vocación, que se descubre al afrontar obstáculos prácticos. ¿Tirarse al río desde el puente Fabrizio? Brrrrrr, el agua debe de estar helada. Un síntoma definitivo es pensar en el después, en cómo lo encontrarán a uno. Entonces uno piensa en lo que se tiene que poner. O en lo que van a pensar los demás y que quizá hay que explicarlo, para que no haya malentendidos o alguien que no debe se sienta culpable. En fin, que al final no apetece. Lleva mucho trabajo. Si uno es vago, y la mayoría lo somos, al final no se suicida, pero este es un debate estéril, porque siempre falta la opinión de la otra parte, los suicidas, que se fueron con sus respuestas, o sólo con sus preguntas.
Yo también me torcí un tobillo una vez en un partido. Me llevaron a urgencias del hospital de Santo Spirito, en el Tevere, al lado del Vaticano. Me hizo ilusión, porque es el hospital a donde llevan al niño de ‘Europa 51’, de Rossellini. Cualquier lugar de Roma sale en una película, y eso también impregna la ciudad de pasado. Ahora que me acuerdo, al niño de ‘Europa 51’ le llevan al hospital porque intenta suicidarse.
‘Europa 51’, de Roberto Rosselini (1952), con la divina Ingrid Bergman.
¿A qué viene todo esto? Nada, ayer miércoles fui a jugar a calcetto y mañana es Viernes Santo, aunque a la mayoría de ustedes, según las estadísticas, les dará exactamente igual, salvo por el fantástico hecho de que es fiesta. Y no se me ocurre película más religiosa que ‘Europa 51’. Bueno, quizá ‘La vida de Brian’ (Terry Jones-Monthy Pyton, 1979), pero no sé si es para un Viernes Santo. Elijan ustedes, según el día que tengan. Distintas formas de ver la vida, como Horacio antes y después de irse al puente Fabricio. Hay excusa para ponerla porque va de romanos:
Buona pasqua. Felices pascuas, si aún se dice en España.