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Diario mínimo (51)

Morir en Nápoles a los 17


Ciro Fontanarosa, de 17 años, fue asesinado hace un año en Nápoles con siete tiros. Algunos en la cara, como si fuera un capo mafioso o un traidor. Fue raro y la Policía no se lo explicaba: no es que no fuera un capo mafioso, es que ni siquiera pertenecía a ningún clan y era ajeno a la Camorra, sin antecedentes. La investigación ha concluido que le mataron precisamente por eso. Se negó a entrar en el crimen organizado a las órdenes de la familia camorrista de su zona, los Contini de Ettore Bosti, y éste decidió eliminarlo por despecho, para dar una lección a la juventud del barrio: sus ofertas de trabajo no se pueden rechazar.

Ciro Fontanarosa quizá tenía sus motivos. Era el mayor de cuatro hermanos y su padre murió en 1999. Tenía entonces tenía 31 años y sí andaba metido en la Camorra. Planeó un atraco a una oficina de correos con el método del ‘buco’ (agujero), de gran tradición en la ciudad. Excavaron un túnel desde las alcantarillas durante un día entero. Él fue el primero en asomar la cabeza en la oficina cuando emergieron del pavimento. Para su mala suerte, se encontró con un carabiniere que iba a pagar un recibo. El agente sacó la pistola y le ordenó detenerse, pero él intentó volver al agujero. El policía disparó y lo mató. Ciro Fontanarosa tenía entonces 7 años. Diez años después el capo del barrio se le acercó y le dijo que se uniera a ellos. Dijo que no.

Ayer detuvieron al capo que ordenó matarle, Ettore Bosti, 30 años, hijo de Patrizio Bosti, jefe del clan pero en prisión, detenido en España en 2008. También fue arrestado Vincenzo Capozzoli, acusado de ser el asesino, de 34 años. Por último, fue detenido Cristian Barbato, 22 años, primo de Ciro Fontanarosa, porque estaba con él cuando le mataron delante de sus ojos y vio al asesino, pero no dijo quién había sido.

Así era la historia ayer, así circuló y así se publicó en la mayoría de los casos. Pero más tarde se supo que Ciro Fontanarosa en realidad no era un santo, también era un delincuente. Acababa de asaltar días antes una joyería, se llevó 700.000 euros y se había comprado un Audi A3. Pero no quería entrar en un clan, quería ir por libre, ser un atracador a su aire, un poco loco y sin reglas. Como su padre. Le mataron cuando iba a subirse al Audi.

Así queda una historia no tan redonda, menos interesante para los medios, peor. El último detalle la estropea. O más imperfecta, más real, contaminada de matices, mejor, en definitiva con pocas probabilidades de publicación.

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