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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Verano loco (17)

33. Import export

Todo el mundo sabe que en un puerto italiano, al pie de las montañas, vive nuestro amigo Marco. Pero curiosamente en Italia no lo sabe nadie. Sí, se emitieron en su día los dibujos animados del niño errático y su mono Amedio -por cierto, qué nombre tan raro, incluso para un simio-, pero por alguna razón apenas han marcado el inconsciente colectivo. Y eso que, siendo japoneses, se inspiraban en un relato de Edmundo De Amicis. Como en este caso, hay otros de grandes tópicos de la italianidad totalmente ignorados en la propia Italia. Los manuales suelen citar el caso de Torrebruno (chico de la foto). Pero a muchas señoras de turismo les impresiona aún más la mirada vacía con que les responden los nativos al ser interrogados con entusiasmo acerca del conde Lecquio o Antonia Dell’Atte. Son absolutos desconocidos que sólo han hecho negocio en España explotando su faceta exótica.

Es intrigante que dos países tan cercanos estén absolutamente incomunicados en el plano cultural desde hace años, como si no se interesaran mutuamente. Ni cine, ni literatura, hasta los futbolistas fracasan. La prueba más flagrante es que el último intercambio intelectual que se recuerda es el de José Luis Moreno por Rafaella Carrá, aunque él también llevaba a Monchito y Rockefeller. Macario es que ya no se entendía bien. Pero triunfó el tío, y la gente todavía se acuerda.

FIN

Sobre Marco me repito, pues ya hemos hablado de este chico en nuestra serie de Estereotipos, que por cierto tenemos un poco abandonada y lo siento mucho. La retomaremos con el inicio del curso.

34. Mundo guiri

Todos hemos pasado alguna vez momentos de vergüenza ajena en el extranjero a la vista de compatriotas ruidosos y poco presentables, que llevan incluso a simular cualquier otra nacionalidad. Gente que habla en su lengua a los camareros, como si no hubiera salido de casa, aunque gritando más como para vocalizar, o que se asombra de que no sepan qué es un tinto de verano. Los italianos son muy vistosos, es cierto, pero también ellos reconocen a la legua a los españoles. Por ejemplo, a las chicas por sus invariables pendientes de perlitas y a los chicos por sus polos de rayas. También por la gomina, pues algunos españoles son, quizá junto a los mexicanos, los únicos humanos del hemisferio norte que la siguen utilizando.

Los modernillos son aún más fáciles, porque ellos llevan bolsito, cosa que en Italia hace mucha gracia, o gafas de pasta, y ellas flequillos de corte raro -sobre todo las chicas catalanas-. Y no digamos si son del género enfadado, con pelos como cortados por un peluquero de prácticas y perfecto equipamiento excursionista. En general, los italianos suelen conocer bien España, porque cualquiera ha ido alguna vez a Formentera o Barcelona, auténticas colonias suyas, y les encanta porque es parecida a su país, sólo que funciona. Lo más gracioso es que piensan que hablan castellano sólo con poner una ese al final de cada palabra.

FIN

Como la cosa hoy va de intercambios culturales, recordemos la dura vida del emigrante, ahora que muchos emigrantes tienen una vida dura también en Italia, si es que llegan. Se trata del colosal Alberto Sordi en ‘Bello onesto emigrato Australia sposerebbe compaesana illibata’ (Luigi Zampa, 1971). Lo de ‘illibata’, término que ya explicamos en su día con el caso Noemi, viene a significar virgen. El título hace referencia al tipo de anuncio de los emigrantes italianos en Australia que buscaban desesperadamente una mujer. Veamos en profundidad lo de desesperadamente en esta secuencia de un baile en la Casa del Emigrante:


Total, que lo que hacían era enviar fotos a Italia con el currículum y recibir a su vez fotos de italianas. Se mentía bastante, claro. En este caso Sordi se hace pasar por jefe de estación, cuando es un simple empleado de reparación de postes del ferrocarril, y Claudia Cardinale, que es puta en Roma, asegura ser ‘illibata’. Pero bueno, es Claudia Cardinale. En fin, como siempre en la comedia italiana, como la vida misma, todos trampeando y mereciéndose los unos a los otros. La película está muy bien. Al margen de las corrientes migratorias más conocidas, de Argentina a Estados Unidos, hubo una gran emigración italiana a Australia y, por ejemplo, Canadá.

(Publicados en El Correo en agosto de 2007)

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