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Íñigo Domínguez

Íñigo Domínguez

Verano loco (15)

29. Quieres ser americano

Hay una fascinación mutua, además de un nexo constante, entre Italia y Estados Unidos. América era el futuro de los emigrantes y lo fue aún más cuando los aliados se convirtieron en liberadores en la Segunda Guerra Mundial. Era el progreso y todos querían ser americanos, como se burlaba Carosone en su entrañable canción. Aún se ve hoy en la invasión de palabras inglesas en el idioma, aunque a ellos les hace mucha gracia que traduzcamos ‘perrito caliente’. Pero también la vena italiana insuflada en EE UU es pasmosa, y los italianos lo ven un poco suyo. Sin hablar de mafia o cocina, o del héroe del béisbol Joe DiMaggio, el cine está lleno: de Valentino, Sinatra o Dean Martin a Coppola, Scorsese, De Niro, Pacino, hasta Di Caprio. O Madonna, por ejemplo, que sale de un villorrio perdido del Abruzzo. En fin, que en España sólo tenemos a Rita Hayworth y, según la curiosa teoría de los vecinos de Mójacar, a Disney.

Pasa mucho en verano que uno se encuentra en los trenes a estos americanos de raíces italianas en busca de su pasado. A veces sólo hablan dialectos de su zona, ya casi extinguidos, y todo les emociona. La isla de Ponza, por ejemplo, trae cada año a legiones de primos estadounidenses en la fiesta de San Silverio. Es una experiencia única: van todos endomingados y parece estar en un capítulo de ‘Los Soprano’.

FIN

Por alusiones, escuchemos al gran Renato Carosone, riéndose de sus compatriotas, aunque me parece que ya la había puesto: “Tu vuo’ fa’ l’americano, ma sei nato in Italy…”

‘The talented Mr Ripley’ (Anthony Minghella, 1999), recuperó la canción con Fiorello, el chico moreno que canta con Jude Law. En Italia es famosísimo y es un tío muy divertido, que hace imitaciones, chistes, canta, tiene un programa de radio y lo que haga falta. Es el último gran showman italiano.

Esta de Ripley ya la hizo antes René Clément, con Maurice Ronet, Alain Delon y Marie Laforet: ‘Plein soleil’ (1960), que estaba muy bien.


De todos modos, me quedo con esta de Sophia Loren, en ‘It Started in Naples’ (Melville Shavelson, 1960), comedieta de la época americana de la Loren, esta vez con Clark Gable. Ya salió un día cuando hablamos de las vacaciones en Italia.


30. Artesanos de la vida

De las diez empresas más antiguas del mundo, seis son italianas. Es un mundo medieval que sigue vivo: Campanas Marinelli, fundada en el año 1000, vinos y aceites Barone Ricaseli de Siena (1141), cristalería Barovier & Toso de Murano (1295), Orfebrería Torrini de Florencia (1369), los vinos toscanos de Antinori (1385), el astillero Camuffo de Portogruaro (1436). Sociedades familiares con secretos de perfección pasados de padres a hijos. Italia está llena de pequeñas firmas artesanas que son las mejores en lo suyo y no quieren saber nada de marketing o ‘know how’. Es en este universo provincial y de buena vida donde nacen marcas de moda o fenómenos como Benetton. También primores mecánicos como un Ferrari, una Ducatti, la vieja Olivetti. Del mismo modo es un país puntero en agricultura biológica y en comer sin prisas, el movimiento sibarita ‘Slow food’. Y, por supuesto, todos unidos contra el invasor. Zara tardó décadas en poder abrir una tienda en Italia.

Un caso ejemplar de esta sabia mentalidad es el famoso episodio de Luca Digesú, panadero héroe de Altamura, provincia de Bari. En 2001 abrió allí un McDonalds de 500 metros cuadrados y, con el apoyo de una asociación de cocina tradicional, decidió poner al lado una tienda de bocadillos con productos locales y pan de ‘focaccia’. Al año y medio, caso único en el mundo, cerró el McDonalds.

FIN

Ya que hoy estamos musicales, ponemos la famosa escena inicial del baile de ‘Riso amaro’ (Giuseppe De Santis, 1949), una película que fue un bombazo en su época sobre el mundo de las recogedoras de arroz, una traidición que hoy ha quedado en manos de senegaleses y otros inmigrantes. Sobre por qué fue un bombazo hay varias razones, pero una es Silvana Mangano.

Esta manera de moverse en aquella época no era normal. Tanto que Vittorio Gassman fue doblado por un bailarín. Pero peor le fue cuando dio el salto a Hollywood para probar suerte, como la Loren, porque en ‘Rhapsody’ (Charles Vidor, 1954), un melodramón de melómanos, le obligaron a que le doblaran… ¡los brazos! Hacía de violinista y en algunas escenas, para que no cantara la técnica musical, el sólo ponía el careto, con las muecas de sentimiento, y los brazos del violín son de otro. Imaginen el rodaje. Cuando la vi no hacía más que fijarme en las manos. Al imaginarse el panorama el efecto es muy gracioso, las manos parecen tener vida propia. El pobre Gassman se sintió tan humillado, de estar ahí como un pasmarote, que salió pitando de Hollywood y no volvió. Ellos se lo perdieron.

(Publicados en El Correo en agosto de 2007)

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