Ayer fue el Día de la Mujer, y siempre es revelador cómo se celebra en Italia. Se regala a las mujeres flores de mimosa, aunque no me refería a eso. Ya hemos dicho en alguna ocasión que no hay país más femenino que Italia de puro machista que es. La belleza de la mujer se exalta en cualquier rincón, en forma de florero que adorna todos los aspectos de la vida cotidiana. Por ejemplo, y saben que no es una frase hecha porque ya lo hemos contado aquí, se pone una tipa en bikini para anunciar alcachofas en vinagre. En algunos restaurantes sólo ponen los precios en la carta que le dan al hombre. Sobre las complejidades del cortejo ya hablaremos otro día.
Una cosa que quería contar es que en ocho años que llevo aquí no he visto una sola noticia de violencia de género o machista. Creo que se dice así, porque es una expresión que he conocido por la tele y la prensa españolas. Quizá en Italia no pasen esas cosas, como no existían en España hasta que alguien empezó a darle importancia en los medios de comunicación y llevar la contabilidad. O como apenas existían las violaciones en Italia hasta que hace poco empezaron a acusar a los rumanos de cometerlas. Después se ha dado resalte por primera vez a los datos estadísticos, y resulta que el año pasado hubo 4.897 agresiones sexuales, según el Ministerio de Interior, y el 60,9% fueron obra de italianos. El 7,8% de rumanos. Lo curioso es que las de italianos nunca han sido noticia. Como siempre andamos comparando reseño que en España hubo en ese año 6.845 agresiones sexuales, pero se incluyen el abuso y el acoso, aunque la población es menor. En cuanto a mujeres asesinadas por sus parejas, misterio absoluto. No se habla de ello, no sale en los periódicos y en la tele no digamos.En cuanto a los grupos de defensa de la mujer, tienen una presencia pública similar, tal vez menor, a los amigos del esperanto.
El Teléfono Rosa (esta es otra, en Italia todo lo que tenga que ver con la mujer se llama ‘rosa’) ha denunciado que para llegar a una condena definitiva por violación pasa una media de cinco años y medio, y que los costes, un mínimo de 5.000 euros, son a cargo de la víctima. Sólo el 4% de las víctimas van a juicio. La mitad, el 53%, no lo cuenta nunca a nadie. Hasta 1996 la violación era un delito contra la moral pública y sólo desde entonces es contra las personas. Según el ISTAT, instituto nacional estadístico, el 31% de las mujeres italianas ha sufrido violencia sexual a lo largo de su vida.
Como en Italia es todo a la antigua sí se ven de vez en cuando noticias de los llamados crímenes pasionales, de esos de las películas: asesinatos por celos, venganzas entre amantes y cosas así. Este fin de semana, por ejemplo, ha habido uno. Un chico de 20 años que mató a otro de 19, arrollándole con el coche mientras circulaba en su motocicleta, porque los dos se disputaban a la misma chica del pueblo, Santa Croce Camerina, Ragusa, Sicilia (sur).
Pero dejemos los datos trágicos y no nos olvidemos del Día de la Mujer. El ayuntamiento de Roma (ahora de Alianza Nacional, postfascista) este año ha echado el resto. Por ejemplo, han organizado un desfile de coches de época y Ferraris «para indicar de manera simpática el connubio entre mujeres y motores». No queda claro si se refiere a lo de mujer al volante peligro constante o a los calendarios de chicas en un garaje con túnel de lavado, pero una de las dos, o las dos. Pero el clímax ha sido el acto culminante, una cosa orgásmica: un concierto de Franco Califano, el playboy latin lover por excelencia, aunque eso era en los setenta. Es decir, debe añadirse la caspa. Al margen de sus canciones -algunas no están mal-, para que se hagan una idea es como si la máxima atracción de una fiesta de la mujer fuera Rocco Siffredi, la estrella porno, pero guardando las apariencias. Califano, ‘el califa’, es un tipo cachondo y locuaz, dado a los aforismos guarros y cuya actividad más conocida, aparte de cantante, es presumir de lo que folla. Según él, lleva más de mil tías. «Fácil, tres al mes desde hace 14 años», explicó hace poco. Para no perder más tiempo con explicaciones, vean la letra de su canción ‘L’amatore’:
“De profesión hago el amante. En mi distribuidor de pasión estoy con la manguera en la mano para llenar el depósito de las mujeres en celo (…) Muchas chiquillas del primer pelo vienen a mí a la lección, ocurre a menudo cuando hablo de sexo (…) Casanova ¿quién era? Ha sido algo a lo mejor entonces, cuando yo todavía no había nacido (…) Los otros ante mí no son nadie, soy como un vibrador humano, las mujeres las masacro en una noche, guapas, monas, y también las feas, que todas tienen derecho (…) Yo soy el destructor de la frigidez, el enemigo de las inhibiciones. (…) Soy el dios del pecado, he inventado el orgasmo repetido, ese con el ululado, que a veces puede dejar sin aliento al amante no preparado (…) Una vez llevé a la cama a una señora que no creía en mis facultades, le pongo ante los ojos todo mi oficio y ella comienza a temblar, la desnudo y me la trabajo a mi manera y al cabo de un rato ella grita: ¡Dios mío, por favor dile a tus amigos que se vayan! ¿Pero qué amigos? respondo yo. Abre los ojos y ve que no hay nadie (…)”.
No se crean, por lo visto Califano tiene un ‘honoris causa’ en filosofía por la universidad de Nueva York. Desconozco la historia. Por cierto, es del Inter. Ahí lo tienen en la actualidad, en la foto de al lado. Sigue triunfando y, según él, follando mogollón.
Independientemente del sujeto y el tema que tratamos, el rasgo distintivo esencial del asunto, siempre sorprendente, es la absoluta indiferencia de Italia hacia lo moderno y lo que ahora se llama políticamente correcto. Ambas cosas son sin duda saludables tomadas con moderación. España está en lo contrario, claro. Italia y España serían perfectos si se mezclaran un poco. Hace tiempo que creo que lo mejor es ser italiano en España y español en Italia.
El otro dato interesante, para terminar, es que el concierto del ‘Califa’ estuvo abarrotado, unas 2.000 personas, la mayoría mujeres, rendidas admiradoras. Ellas son a menudo igual o más machistas.
Con este panorama es normal que otra de las iniciativas de más éxito de la Fiesta de la Mujer en Roma fuera el cursillo de defensa personal al aire libre en el parque de Villa Ada: se apuntaron 400 mujeres entre 13 y 60 años.
Ah, se me olvidaba. Título del artículo del ‘Osservatore Romano’, diario de la Santa Sede, la víspera del 8 de marzo: ‘La lavadora y la emancipación de la mujer. Pon el detergente, cierra la tapa y relájate’. Sostiene que la lavadora y no, por ejemplo, la píldora, ha sido la gran revolución del siglo XX en la liberación de la mujer. Además, subraya, la inventó un teólogo alemán, Jacob Christian Schäffern, en 1767. Lo firma una mujer, Giulia Galeotti, historiadora. Es un artículo muy curioso.
Por último, cómo no mencionar el concurso de Miss Padania, que se celebra todos los años por estas fechas, puntualmente retransmitido por una de las cadenas de Berlusconi, para tener contentos a sus aliados. Las chicas guapas de la Liga Norte son una de las puntas de lanza (no hay mister Padania) de su reivindicación racial y ofrece uno de los más extraños actos políticos que pueden verse, con exaltaciones de valores nordistas y quesos locales mezclados con tangas y bendiciones de la cúpula del partido. Lo mejor es que varios años se la han colado y han vencido hijas de emigrantes del sur, algo intolerable.
Para que lo comprendan mejor lo explico en imágenes. Primero, exhibición de las candidatas:
Vean la primera fila de espectadores, con peces gordos del aparato del partido y Emilio Fede, rey de la grima televisiva (primero de la izquierda), que no se lo pierde ningún año. Mechachis, todavía tenemos pendiente un capitulillo sobre Fede.
Al final, la vencedora posa con el líder máximo, Umberto Bossi. Juntos cantaron el ‘Va pensiero’, del que la Liga se ha apropiado en un odioso robo al patrimonio cultural italiano.
Como se habrán imaginado, esto no es todo. Italia siempre va más allá. Las afortunadas (Miss Padania, Miss Sole delle Alpi y Miss Camicia Verde) también obtienen el derecho a posar con el próximo en orden sucesorio en la dinastía, el hijo del líder máximo, el ínclito Renzo Bossi, que como hemos contado anda haciendo pinitos para suceder a su padre.
¿Encantadores no? A modo de recordatorio, hablamos de un partido en el Gobierno, con ministros y todo.
En Italia uno nunca sabe si reír o llorar. Es lo que pasa con Alberto Sordi y Monica Vitti, dos monstruos, en ‘Amore mio aiutami’ (1969, Alberto Sordi). Como casi todas las que dirigió Sordi son muy irregulares, dejemos ahí el eufemismo, pero siempre hay algo. Esta es famosa por la escena de las bofetadas. Ayuda notablemente a comprender el problema de la violencia de género en Italia.
Sinopsis: No es que haya mucho que explicar para lo que nos interesa. Es un matrimonio en crisis en el que ella se enamora de otro y Sordi consiente con todo por amor, hasta que ella es abandonada por el amante. No hay quien la consuele, sobre todo cuando él le revela que su amante tiene otra, más joven, alta, con piernas largas. Al final Sordi recurre al jarabe de palo con toda naturalidad.