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Cosas normales en Italia (21): de padres a hijos

Sobre el capítulo del otro día dedicado a los niños hay algo más que añadir. Es acerca de ese aspecto característico de los niños que consiste en ser hijos de alguien, que en Italia tiene las consecuencias que se pueden imaginar. En este caso el amor por el niño se traduce en el patrocinio total de su carrera, fenómeno en el que es difícil distinguir a veces entre la noble tradición familiar y el enchufe crónico. Hoy hablaremos de lo primero, para no ser redundantes.

Por ejemplo, como se publicará el domingo en un reportajillo del suplemento económico color salmón del periódico -si es que hay alguien que no lo tira-, seis de las diez empresas más antiguas del mundo son italianas: un fabricante de campanas, una bodega de Chianti, una hacienda de aceite, un cristalero, un joyero, un astillero veneciano… Todos llevan veintipico generaciones haciendo lo mismo en el mismo sitio. Las técnicas, los secretos del oficio, pasan de padres a hijos durante siglos.

Se ve también en cualquier familia de abogados, médicos,… Italia es un país gremial, grupal, tribal. De ahí, además del gusto por los títulos y las jerarquías, viene el trato encopetado que se dispensa al ‘avvocato’, el ‘dottore’, la ‘dottoressa’, el ‘ingegnere’, el ‘ragioniere’ o, como en ‘El Padrino’ (Francis Ford Coppola, 1972), ‘il consigliere’ Tom Hagen. Imagínense que a mí me llegan las cartas como Egregio Dottore. A mí. Si he de ser sincero, algunas mañanas me ha reconfortado. Si es que un poco de buenas maneras, educación y peloteo no hacen daño a nadie.

El fabricante de campanas más antiguo del mundo que mencionaba antes es la familia Marinelli, de Molise, y llevan en el ramo nada menos que desde el año mil. ¡Mil años haciendo campanas! A mí me han transportado a la atmósfera de una película fascinante y monumental, ‘Andrei Rublev’ (1966), de Andrei Tarkovski. Quizá piensen: «Hala, ya se queda sin ideas y empieza a meter cine ruso». Hombre, está justificado. Vean si no, o recuerden, el final de la película:


Pido disculpas por el sonido, demasiado bajo, pero al menos los subtítulos son en español.

A mí siempre me han hecho gracia estos dos italianos perdidos por la estepa pero siempre a lo suyo: descreídos, hablando de chicas, haciendo apuestas,… Tarkovski también amaba Italia.

No creo que haya una película que refleje tan bien la miseria y la oscuridad medieval y el sufrido triunfo de la luz, del arte, sobre las tinieblas. Bueno, es que no me resisto a no poner el principio. Uno de los más subyugantes y poéticos de la historia del cine.


Son más de tres horas, pero yo me lo paso como un enano.

La vida del pobre Tarkovski, que vivió y filmó por Italia en su exilio, es un ejemplo de lo que una dictadura comunista hace con los espíritus libres y creadores. El olvido en el que ha caído su obra después, es decir, ahora, al igual que con casi todos los maestros del cine, es otro tipo de dictadura muy insidiosa que no sé muy bien cómo llamar. Supongo que será difícil alquilar ‘Andrei Rublev’ en un video-club, y ni siquiera sé si está editada en DVD, aunque imagino que sí y será una de esas cosas marginales que le convierten a uno en detective, a la búsqueda de joyas raras como un delincuente. Lo que es seguro es que no se enseña, no se muestra y nadie se la puede encontrar por azar. En fin, lo que se entiende por difundir la cultura. Con lo que ha costado, desde el inicio de los tiempos, de generación en generación.

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