Berlusconi ofreció en la cena del otro día en la Casa Blanca este impagable momento digno del mejor Fantozzi, tanto por la adulación desvergonzada como por la comicidad involuntaria, en resumen, por el arte del ridículo.
Por si alguien aún se lo pregunta, en la tele italiana (recuérdese que la mitad es suya y la otra mitad es pública, siendo él primer ministro) estas imágenes no se han puesto, o al menos yo no las he visto.
Aunque hay una traducción simultánea muy útil, subrayo la frase culminante:
“Esto es lo que puede hacer el demasiado amor”, dice tras romper el atril.
Y luego, la despedida en medio de los aplausos, en el mejor estilo de programa de telepromociones de madrugada, vendedor de crecepelos o predicador loco del lejano Oeste:
“A todos vosotros mis deseos más sinceros para que cada uno pueda realizar los sueños y proyectos que lleva en el corazón, por vosotros, por vuestros seres queridos y por toda América”
Postdata seria: Como se cuenta en el periódico de hoy, Berlusconi ha alcanzado el máximo de su popularidad política, con un 62% de los italianos que confían en él, nueve puntos más que cuando ganó las elecciones en mayo, y eso que ya entonces arrasó. Mientras, la oposición se hunde. Entre otras cosas porque no existe. Había una vez un cierto Walter Veltroni y algo llamado Partido Demócrata (PD), pero corre el rumor de que se trató de una leyenda.