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Cosas normales en Italia (11): autobús gratis

Una de las cosas más mundialmente famosas de Roma y, en general, el resto de Italia es que no se paga el autobús. Cuando uno va de turista se sube y nadie le pide el billete, y tampoco ve que nadie pique el suyo. Se trata de un error de interpretación. En realidad se paga (se debe comprar en un estanco, siempre que se encuentre uno y en horario comercial y que tengan en ese momento) y en teoría pasa un inspector a vigilar de forma aleatoria.

Por otro lado, son muchos los romanos civilizados que lo pagan, pero no pican el billete porque tienen el abono mensual. Lo que está claro es que es una de esas costumbres que los extranjeros critican pero que adoptan inmediatamente por contagio. No pagar el autobús se dice en Roma ‘hacer el portugués’, en referencia a un jubileo en el que los portugueses estaban dispensados de costear el transporte.

Las razones de tan extraña práctica son desconocidas. Se supone que es para agilizar los trayectos, que de por sí son lentísimos por el tráfico, o más bien para evitar desfalcos, dejando que circule tanto dinero por ahí entre los conductores. Recuérdese que en Italia lo normal es desconfiar del prójimo, y hacen bien.

En fin, todo esto para decir que hay una gran novedad: quien vaya a Roma que se ande con mucho cuidado, hay una invasión de inspectores en autobuses y tranvías. Resulta que por un chapuza legal se han suspendido las zonas azules de aparcamiento de gran parte de la ciudad y mientras se arregla los centenares de vigilantes adscritos -muchos de ellos hijos, primos, cuñados o compañeros de futbito de un simpatizante de partido- se han quedado sin nada que hacer. ¿Solución? A inspeccionar autobuses. En las últimas semanas se ven hasta tres en cada uno. Deben de haberse disparado las ventas de billetes. De todos modos, mi experiencia personal es que simplemente se dedican a viajar de bus en bus sin pedir el billete a nadie, pasando el día hasta que llegue la hora de irse a casa.

Sobre la prestancia de los uniformes y el juego del gato y el ratón que supone la ley en Italia es ocasión de rescatar aquí a una de las comedias romanescas por excelencia, ‘Febbre da cavallo’ (1976, Fiebre de caballo), dirigida por Steno, uno de los reyes del cine popular y de serie B, desde Totó a Bud Spencer, dicho esto sin afán peyorativo. Los romanos militantes se saben de memoria los diálogos de acento local de ‘Febbre da cavallo’, como muchos de Verdone (citado el otro día) o ‘El marchese del Grillo’, enorme comedia de Alberto Sordi. Va de unos pícaros, vagos e inútiles, sin empleo fijo obsesionados con apostar en las carreras de caballos y que hacen lo que sea para sacar dinero. Vean cómo se las arregla el gran Gigi Proietti:


Sinopsis: Mandrake, uno de los protagonistras, es actor de tercera fila. Vestido de guardia urbano rueda un anuncio de whisky. Por curiosidad, se rueda al lado del Ara Pacis, zona ahora transformada con el proyecto de Richard Meier. En el anuncio, basado en un juego de palabras y que hoy causaría escándalo, pide el carnet de conducir a un automovilista. “No lo tengo”, replica. “Es un gran riesgo”, apunta el guardia. “Sí, pero yo tengo siempre conmigo una botella de whisky Vat 69”, contesta. “Y hace bien. También vosotros, que no os den gato por liebre, sólo este es un whisky…” y se equivoca con el trabalenguas. Debe decir: “Un whisky masculino sin riesgo”. Pero no hay manera. Al final el director corta y le manda a la porra, junto a su secretario, que está ahí mirando. Obviamente se trata de otro de los elementos de la banda, que le reprocha. “Ao, Mandrá, siempre haciendo una ‘figura di merda'”. “Bueno, tú la haces según sales de casa. Y recuerda una cosa: el director siempre ha arruinado al actor”. responde. “Ya, pero entretanto no nos pagan, anda, vete a desvestirte…”. Mandrake entonces le demuestra cómo un guardia de mentira se convierte en uno de verdad. Para a un incauto que no ha hecho nada y le saca 47.500 liras con una de las clásicas parrafadas burocráticas incomprensibles de un agente romano medio con ánimo recaudatorio.

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