Lo confieso sin rubor: envidio a un puñado de viejos periodistas, envidio su capacidad narrativa, su dominio del lenguaje, su estilo sobrio y transparente, su pulso para el juego de palabras ingenioso (nunca absurdo, nunca buscando el efecto fácil) y el adjetivo certero, brillante… y escaso. Pensaba eso esta misma mañana, mientras leía una -a […]