Si uno piensa en Fórmula 1 instintivamente se le aparece en la cabeza un cavallino rampante, un coche rojo y muchos podios en el escalón más alto. Posiblemente Ferrari represente, a nivel popular, la esencia de este deporte. Se ve en la calle. Y se ve en las gradas. Hay y habrá muchísimos ferraristas.
Sin embargo, no descubro nada si digo que desde la marcha de Michael Schumacher (y de Jean Todt. Y de Ross Brawn) la escudería italiana ha dejado de ser un referente. Sin paños calientes. El título de Kimi se ganó porque Alonso y Hamilton se estaban matando entre ellos. Y Massa no fue campeón de milagro con un coche menos competitivo que el de sus rivales, plagados de problemas mecánicos durante la temporada.
La llegada de Fernando Alonso hacía presagiar un renacimiento, pero por muy buen evolucionador de monoplazas que sea el asturiano hay cosas que no puede hacer: diseñar el coche, darle aerodinámica en el túnel del viento y cerrar sus prestaciones básicas.
Todo eso nunca se ha unido en la etapa del español vestido de rojo, por lo que su inmenso talento nunca ha sido suficiente para ser campeón del Mundo. Sí para estar cerca con un bólido de menor nivel que los de sus rivales, pero nada más.
Hoy, pese a todo, parece por fin que Domenicali y sus secuaces han sido capaces de hacer un coche competitivo. Muy rápido y fiable en carrera. Pero con un problema: es lentísimo a una vuelta. Y eso condena a Alonso a salir siempre desde atrás, quedando por delante de él (algo inaceptable) nombres como Toro Rosso o Force India.
Pero en Ferrari no quieren tocar nada. No sea que por mover una pieza para hacer una mejor clasificación se vaya al garete lo que les ha costado cuatro años encontrar. Y así siguen, confiando siempre en las buenas salidas de Fernando, en sus estrategias y en que peña como Grosjean no se lo lleve por delante en una primera curva.
Pero todo tiene un final. Un día la salida no será buena, al estilo Webber. O Vettel se irá rápido y por mucho que remontes serás tercero o cuarto. O un McLaren sin nada que perder no te verá venir en un adelantamiento y te sacará de pista.
Es inaceptable que un equipo de altísimo nivel, con un presupuesto desorbitado y (en teoría) con los mejores ingenieros y mecánicos del paddock a excepción de los que han reclutado Newey y Brawn, todavía no haya solucionado ese problema. Que es justamente para lo que les pagan.
Y mientras, salvo cuando rompe Red Bull (que suele ser solo una vez al año) las distancias se acrecientan. Y el título se escapa. Un año más.