Helmut Marko decidió en la segunda carrera de la temporada de la Fórmula 1 2013 que en Red Bull era lícito darse cornadas entre pilotos hasta el final de la campaña. Y abrió un debate sobre las órdenes de equipo que siempre ha estado y estará presente en la competición dirigida por Bernie Ecclestone.
Sin embargo, la dualidad Vettel-Webber, como muchas otras a lo largo de la última década (hablamos del pasado reciente, no de las peleas gloriosas entre compañeros de los 70 y los 80), nace viciada de inicio. Porque como en casi todas estas situaciones, un piloto es sensiblemente inferior al otro. Y un posible acercamiento anterior entre posibilidades de victoria se ha ido diluyendo con estrategias y decisiones de la escudería para preservar claramente el número uno y el número dos.
Ni Barrichello con Schumacher, ni Button con Hamilton, ni el mencionado Webber con Vettel, ni Rosberg con Schumacher ni Grosjean con Raikkonen ni Massa con Alonso. Nadie ha tenido la oportunidad real de jugar de tú a tú con su ‘box mate’, porque la realidad era que la diferencia de prestaciones era más que evidente.
Solamente una guerra abierta fue igualada. No porque el equipo ayudara a que lo fuera, todo lo contrario. Sino porque al menos experimentado (pero igualmente talentoso) le dieron las armas necesarias para enfrentarse de tú a tú con la supuesta estrella. Y el resultado fue la pérdida absurda de un Mundial.
Con Hamilton y Alonso McLaren tenía el mejor coche de largo. Disponía de un equipo perfectamente capitaneado (hasta ese instante) por Ron Dennis y una estructura con opciones de gasto casi ilimitado para mejorar el rendimiento de su coche si se acercaban los que venían por detrás. Había fichado además al mejor piloto del momento y hacía llegar a la F1 a un niño al que habían mimado y moldeado desde pequeño para ser campeón.
En esas circunstancias lo lógico es que Alonso se hubiera proclamado tricampeón, que Hamilton hubiera sido un gran subcampeón en su primer año en la élite, que los de Woking se hubieran apuntado el título individual y el de constructores y que hubieran hablado tranquilamente al finalizar la temporada para dirimir roles en la siguiente. Pero, como casi siempre, en un deporte individual los egos marcan mucho el territorio. Y una nuevamente mala gestión desde el pit lane les llevó a palmar un campeonato que tenían prácticamente asegurado.
Aquella fue la única guerra abierta en los últimos años en la que hemos podido ver una cierta ‘igualdad’ de condiciones: Fernando era más rápido pero Lewis no se quedaba atrás y varias decisiones acabaron por igualarles. Sin embargo, lo de 2013 no tiene nada que ver. Como no han tenido nada que ver las últimas a las que hemos asistido.
Por eso a poca gente le sorprenden los ‘problemas’ que tuvo Webber en China. Pero la cruda realidad para el australiano es que con el mismo coche jamás ha sido capaz de conducir tan rápido como Vettel. Pero por este camino Red Bull va a acabar como lo hicieron los ingleses: perdiéndose en tonterías internas mientras un Ferrari (como pasó entonces) aparece y acaba por quitarles el Mundial.