Existe un principio jurídico que dice que si algo, en una determinada sociedad, se realiza de una determinada manera durante un tiempo suficiente, será considerado una costumbre. Y que, en el caso de ser sometido ante un tribunal, tendrá el rango de ley ante el mismo.
Vengo a encabezar este blog con esta reflexión por los dos títulos mundiales obtenidos ayer en Australia por pilotos españoles. Uno en Moto2 (el segundo en tres años desde que se instauró la categoría) y otro en MotoGP, donde hace solo cuatro no disponíamos de ninguno en el palmarés patrio. El de Crivillé era de 500. Y de eso hacía ya mucho tiempo.
Quizá sea porque estaban bastante decantados, porque nos pilló de madrugada en las antípodas de nuestro país o porque sencillamente lo vemos como algo normal, pero tengo la percepción de que el estallido de euforia ante semejantes hazañas ha sido similar a de la segunda Eurocopa de fútbol consecutivo de España. Es decir, mola pero no tanto porque es lo que esperábamos. Vamos, que es ‘lo normal’.
Y más normal será si, por mucho que Valentino retorne a Yamaha, no solo Lorenzo y Pedrosa exhiben el nivel de 2012, sino se les une Marc Márquez encima de una moto oficial desde que pone el pie en la máxima categoría para demostrar que los niños también saben ir rápido.
Pero no es lo normal. Aunque lo parezca. No lo es porque en Dorna (aun siendo española) se busca cambiar las normas para que no solo ganen españoles y se rompa la baraja. No lo es porque el primer campeón de Moto2 de la historia hoy está sin equipo. No lo es porque el último campeón del Mundo de 125 centímetros cúbicos ni siquiera ha acabado en el Top 15 en la cilindrada intermedia. Y porque hasta la irrupción de Lorenzo todo el mundo creía que Pedrosa iba a ser campeón de MotoGP tarde o temprano. Y la realidad es que todavía no lo ha sido.
Podría pensarse, además, que aun en medio de la crisis económica más brutal de los últimos 90 años España sigue produciendo talentos. He ahí Viñales. Alex Rins. Álex Márquez. Luis Salom. Y tantos otros. Aunque ellos todavía provienen de la generación de la bonanza dineraria. Habrá que ver en dos o tres años qué chavales y con qué medios pueden plantearse correr un campeonato del Mundo de motociclismo.
Por eso no debería cegarnos la costumbre. Hay gente de la primera generación dorada del motociclismo español que ya ha caído. Faubel, subcampeón del Mundo. Gadea, primer vencedor de la historia en un Gran Premio nocturno. Xaus y Checa, iniciadores de la gran época pero ‘exiliados’ en Superbike.
¿Será lo mismo el mundo de las dos ruedas patrio en cinco años, a nivel de talento y de medios? Ojalá sea así, pero nada lo hace presagiar. Así que valoremos que tenemos un bicampeón de MotoGP. Y un campeón de Moto2 que sube a pelearse con los mayores. ¿Cuánto tiempo podremos mantener esta racha, sin patrocinadores para la mayoría y con escuelas de motociclismo cerrando por falta de medios? No mucho más, por desgracia.