Una lata de sardinas ha sido siempre un tesoro, pero un tesoro que se escapaba a nuestros ojos-ésto pasa con muchas cosas en la vida, tenemos el tesoro delante y no lo vemos-pocos alimentos se degradan tan rápidamente como el pescado y precisamente por éso, hasta hace muy poco, un número muy pequeño de personas en el mundo-hasta que se inventaron las neveras-podía acceder a comer pescado fresco.
Por otra parte, el pescado a nivel nutritivo es una mina, por ejemplo en el aporte de calcio, para que os hagais una idea, el pescado fresco contiene 5 mg de calcio por cada 100 gr mientras que el pescado de lata con espina contiene 250 mg, es decir, 50 veces más. Además cuenta con ácidos grasos omega 3-que son un tesoro para la salud-. Las sardinas de lata tienen un sabor fino y complejo que viene de un proceso de fermentación-ahora redescubierto y valorado-pero en este blog, a parte de lo nutricional, que por supuesto también es importante, hablamos de lo gastronómico, de ese aporte de sensaciones que nos da la comida y es precisamente una lata de sardinas o sardinillas la que nos va a aportar ese matiz diferente.
El pescado tiene unas bacterias que en su descomposición son importantes modificadoras del sabor, esta modificación es más compleja cuanto mayor es la fermentación, por ejemplo la anchoa de lata es una mina de sensaciones gustativas, pero de la anchoa hablaremos otro día, ahora vamos con la sardina,
haremos un paté: se trata de triturar la lata de sardinas entera con espinas incluidas en un robot y añadirle la misma cantidad de mayonesa-si es casera mejor- y patata cocida y pelada. Después colar esta pasta-para quitar las posibles espinas que salgan-y ponerla en un recipiente que luego nos permita cogerla para untar…de verdad amigos un manjar y encima supersaludable, ya como truco final extenderlo sobre un pan que tostaremos con aceite de sésamo y tomate…pura delicia.
Hay otro tipo de sardinas en lata pero no son comestibles.