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Itsaso Álvarez

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El príncipe Ceniciento

El príncipe Ceniciento no parecía un príncipe, porque era bajito, pecoso, sucio y delgado.

Tenía tres hermanos grandullones y peludos que siempre se burlaban de él. Estaban siempre en la discopalacio con unas princesas que eran sus novias… Y el pobre príncipe Ceniciento, siempre en casa, limpia que te limpia lo que ellos ensuciaban.

“Si pudiera ser fuerte y peludo como mis hermanos”, pensaba junto al fuego, cansado de trabajar.

Un sábado por la noche, mientras lavaba calcetines, un hada cochambrosa cayó por la chimenea.

“Se cumplirán todos tus deseos”, dijo el hada.

“Zis, Zis bomm, Zis Zas Zoche, esta lata vacía será mi coche”.

“Bif, baf, bof, orobaf, a la discoteca irás”.

“Esto no marcha. Dedo de rata y ojo de tritón salvaje, que tus harapos se conviertan en un traje…. ¡Caramba! No me refería a un traje de baño. Bueno, en fin, ahora cumpliré tu deseo más importante. Serás fuerte y peludo a tope”, siguió el hada.

Y vaya si fue un Ceniciento grande y peludo.

“Jolines”, dijo el hada. “Ha vuelto a fallar, pero estoy segura de que a media noche se romperá el hechizo”.

Poco se imaginaba el príncipe Ceniciento que se había convertido en un mono grande y peludo por culpa de aquel error. Él se veía tan guapo…

Y corriendo a la discoteca.

El coche era muy pequeño, pero supo sacarle provecho.

Pero al llegar a aquella disco de príncipes era tan grande que no cabía por la puerta, y decidió volver a casa en autobús.

En la parada había una princesa muy guapa.

“¿A qué hora pasa el autobús?”, gruñó Ceniciento ante una princesa asustada.

Por suerte, dieron las doce y el príncipe Ceniciento volvió a ser como antes.

La princesa pensó que le había salvado ahuyentando a aquel mono peludo.

“¡Espera!”, gritó ella.

Pero el príncipe Ceniciento era tan tímido que ya había echado a correr. ¡Hasta perdió los pantalones!

Aquella princesa resultó ser la rica y hermosa princesa Lindapasta. Dictó un bando para encontrar al propietario de los pantalones. “La pincesa Lindapasta decreta que se casará con quien pueda ponerse los pantalones perdidos por el príncipe que le evitó ser devorada por el mono peludo. Hoy comenzarán las pruebas”.

Príncipes de lejanas tierras intentaron ponérselos, pero los pantalones se retorcían y nadie lo conseguía.

Como era de esperar, los hermanos del príncipe Ceniciento se peleaban por ponérselos.

“Que se los pruebe él”, ordenó la princesa al príncipe Ceniciento.

“Este mequetrefe no podrá ponérselos”, se burlaban sus hermanos.

Pero lo consiguió. La princesa Lindapasta se le declaró al punto.

El príncipe Ceniciento se casó con la princesa Lindapasta y fueron ricos y felices para siempre jamás.

La princesa Lindapasta habló con el hada de los tres hermanos peludos y ésta los convirtió en hadas domésticas y en adelante les tocó hacer las labores de la casa… Por siempre jamás.

Y este cuento se ha acabado.

(Fuente: El libro ‘El príncipe Ceniciento’, de Babette Cole. Editorial Destino. 1998).

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