Me alegra coincidir con Esperanza Onís, miembro de la Asociación Empresa Mujer (ASEM) y recién nombrada vicepresidenta de la Business Professional Women (BPW) en España, una asociación de mujeres empresarias a nivel mundial fundada en 1930. Dice Esperanza Onís que “las empresas mejoran con las mujeres porque no somos tiburones, somos hormiguitas”.
“Los hombres y las mujeres tenemos distintos modos de hacer. Ni mejores ni peores. Imaginémonos una junta directiva en la que todos son señores con un mismo perfil. Sus inquietudes y objetivos van a ser parecidos. En el momento en el que abres ese abanico a la diversidad, y la de género es muy importante, estás incluyendo otras perspectivas (…) Hay estudios que avalan que la gestión femenina es importante porque mejoran los resultados empresariales, y es precisamente porque no somos tiburones, sino que somos más hormiguitas”.
Personalmente, me considero hormiguita. Las hormigas son trabajadoras, cooperadoras, pacientes y perseverantes. Capaces de llevar una hoja por kilómetros para ayudar a su comunidad si es necesario. No se dan por vencidas fácilmente. Es una labor mucho menos reconocida, llamativa y valorada, desde luego, que la del tiburón, pero tiene, bajo mi punto de vista, mejores frutos personales. “Eres como una hormiguita que me besa y me pica, que recorre mi espalda y se acuesta en mi barba a estudiar geografía…”. Así dice una canción de Juan Luis Guerra. Suena a broma, pero presenta a las mil maravillas lo que significa el trabajo constante, en equipo y minucioso de una hormiga, ¿o no?
Por contra, los escualos son animales agresivos y eternamente hambrientos que atacan sin compasión. Hay compañeros de trabajo, ¿casi siempre varones o cada vez más mujeres?, que se manejan con las mismas características en el entorno laboral: hambrientos de poder, muy competitivos y que no reparan en lastimar para sobresalir y en sabotear al de la mesa de al lado para quedar bien frente a los jefes. Son los llamados ‘tiburones de oficina’. Los amantes de los chismes y los que dejan las carga de trabajo en manos de otros.
Pero claro, a nadie le gusta quedarse en una playa en la que sabe que hay un depredador al que le gusta atacar, ¿verdad?