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Itsaso Álvarez

Colomba. Todo mujeres

Una sola pintora en las paredes de El Prado

¿Quién decide qué obra es digna de estar en un museo?

¿Por qué en los museos sigue habiendo un reducido número de mujeres artistas, sobre todo anteriores al siglo XX?

En El Prado, por ejemplo, de los 1.100 cuadros que cuelgan en sus galerías, solo tres han sido realizados por una mujer, y los tres son obra de la misma artista, la italiana Sofonisba Anguissola. Además, hasta hace poco no ha habido ni una sola mujer pintora a la vista del público (entre los más de 8.000 cuadros que componen los fondos de la pinacoteca, había 45 pintados por una veintena de mujeres).

Pues bien, hace unos años, el Ministerio de Cultura, la Universidad Complutense de Madrid y su Instituto de Investigaciones Feministas (IIF) firmaron un convenio denominado ‘Museos y género’, con el que comenzaron a estudiarse los fondos desde la perspectiva de género. El Museo Arqueológico Nacional y el Reina Sofía se sumaron a esta iniciativa y, con El Prado, han creado itinerarios alternativos sobre las obras de su exposición permanente teniendo en cuenta esta cuestión y rescatando obras de mujeres artistas de sus almacenes que han formado partes de las grandes corrientes artísticas universales pero que no han tenido el mismo eco que los hombres. Una pequeña contribución, en todo caso, a la difusión de la vida y obra de artistas ausentes en la mayoría de los libros de Historia del Arte.

Gracias a ello, en El Prado se han podido ver obras de Sofonisba Anguissola (la primera mujer pintora de éxito del Renacimiento y una de las artistas más longevas, borrada durante cuatro siglos, fue admirada por Van Dyck o Miguel Ángel, sus retratos fueron emulados por Caravaggio y Rubens y Ángeles Caso le dedicó un capítulo en su libro ‘Las olvidadas’, publicado por Planeta), Clara Peeters (pintora flamenca destacada en el género del bodegón, y quien ya tenía varios cuadros expuestas, pero no todos), Artemisia Gentileschi (una de las más consideradas artistas femeninas que ha ocupado su lugar entre los grandes artistas, hombres,  del periodo barroco) y Margarita Caffi (desarrolló un estilo propio, de pincelada ligera y toques vibrantes sobre fondos sombríos, sobre los que destacan, ligeramente descentrados, sus ricos floreros).

Verdad es que la mayoría de los cuadros expuestos en El Prado, sin ir más lejos,  son de hace siglos, cuando la mujer estaba relegada a otros ámbitos y, por tanto, había pocas pintoras. ¡Pero las había! Muchas, de hecho, ayudaban a sus padres pintores en el taller, por ejemplo, aunque se las ha acabado obviando en la historia del arte tradicional.

¿Por qué han permanecido ocultas tantos años sin que nadie se diera cuenta? ¿O es que nadie ha querido sacarlas a la luz?

En opinión de Marian López Cao, directora del IIF, “los museos responden en sus criterios a los puntos de vista de la ideología dominante de la época que los conformó: una visión exclusivamente masculina que también refleja los intereses de una élite económica, social y geográfica. Los objetos que se encuentran en los museos y quienes los realizaron han sido considerados como elementos dignos de conservarse. A la inversa, todo lo que no está es perecedero y mortal”. “Está tan naturalizada la exclusión de las mujeres, que nadie parece reparar en ella, ni siquiera las interesadas”, ha considerado al respecto la escritora Laura Freixas, presidenta de la asociación Clásicas y Modernas, creada para la igualdad de género en el ámbito de la cultura.

(La foto es de Wikipedia Commons y muestra a un cuadro de la pintora Sofonisba Anguissola, ‘Autorretrato’, de 1556, expuesto en el Museo Lancut de Polonia).

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