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Itsaso Álvarez

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La historia de las primeras alcaldesas de España

En 1924 iniciaba su mandato en Cuatretondeta (Alicante) el primer “alcalde femenino” de España, como se decía entonces. En tiempos de la dictadura de Primo de Rivera, Matilde Pérez Mollá fue elegida por decisión del gobernador de Alicante, Cristino Bermúdez de Castro, regidora de este pequeño municipio agrícola que entonces no superaba los 500 habitantes.

Durante su mandato, Matilde aportó un aire de modernidad, llevó la luz eléctrica a las calles y los hogares de este municipio y se esforzó en elevar la cultura de sus vecinos. Por ejemplo, creó un grupo de teatro y dio clases de piano, lo que compatibilizaba con artículos costumbristas en el diario ‘Las Provincias’. La ‘senyora vella’ gobernó la alcaldía entre el octubre de 1924 y enero de 1930, cuando el rey Alfonso XIII destituye a Primo de Rivera y se instaura la llamada ‘dictablanda’.

Matilde Pérez Mollá nació en 1879 y pertenecía a la familia más acaudalada de Cuatretondeta. Antes de ser alcaldesa se casó con el notario de Alcoi Rafael Blanes Serra, con quien se trasladó a vivir a Cartagena. Cuando enviudó, a los 40 años, regresó al pueblo con su hija y administró los bienes de su marido realizando numerosas donaciones para beneficio de sus convecinos. Fue cinco años después cuando la designaron alcaldesa.

Pero la primera mujer alcaldesa por elección popular fue María Domínguez Remón, que tomó posesión el 28 de julio de 1932 en Gallur (Zaragoza).

Era la segunda y última hija de una modesta familia campesina. María se escapaba cuando podía a leer, recibiendo críticas de su madre por hacer cosas “poco femeninas”. Así pasó la juventud, hasta que sus padres le concertaron un matrimonio. No estaba hecha para esa situación y, tras siete años de malos tratos, huyó por el monte con el dinero que le prestó una amiga. Su destino: Barcelona.

Sin documentación, tuvo que trabajar de sirvienta, pero su estancia en la capital catalana le sirvió para acabar de fraguarse intelectualmente y concienciarse a favor de la República.

Su marido la denunció basándose en una ley que obligaba a la mujer a estar siempre en el hogar y el gobernador civil de Zaragoza firmó la orden de búsqueda y detención. La policía no consiguió devolverla, hecho que sí consiguió su familia. Y así lo hizo pero, habiendo ahorrado dinero, rompió su matrimonio y se fue a vivir sola. Se compró una máquina de hacer medias y sobrevivió autónomamente en un ambiente rural, prejuicioso y nada afable.

Con 32 años envió un comentario a ‘El País’. Lo publicaron, cogió confianza y le aconsejaron que enviara más al ‘Ideal de Aragón’. A principios de los años 20 murió su marido; ya era libre. Tenía 44 años. En 1926 contrajo nupcias con Arturo Romanos, que había hecho carrera de esquilador en Gallur, donde vivieron.

En 1932, Gallur estaba en crisis y el gobernador civil de Zaragoza, consciente del peso adquirido por esa pueblerina ilustrada, llamó a María para presidir la comisión gestora que debía sustituir a la corporación municipal. El 28 de julio de 1932 asumió el mandato, con el objetivo puesto en la educación que a ella se le había privado.

(Fuentes: Meneame )

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