Colin Beevan es periodista y escritor. Vive en Nueva York con su mujer Michelle y su hija Isabella. Su último libro ha sido un éxito y con su agente y su editor planifica el próximo. Mientras tanto, su vida continúa. Es un progre de manual y, además, ecologista. Y en Nueva York. Es consciente de que sermonea a sus amigos sobre cómo, entre todos pero más los demás y no uno mismo, estamos destruyendo el planeta; ya se sabe, el cambio climático, la destrucción de los bosques de la Amazonia, las bolsas de plástico que matan a las tortugas marinas, la basura que nos tapa y todas esas cosas que cualquier progre ecologista, confiéselo, amable lector, o hemos dichos o nos lo han dicho por lo menos alguna vez en los últimos días. Hasta que un día nuestro amigo Colin de Nueva York decide ver qué es lo hace realmente por salvar el planeta, sermones aparte. Durante cuatro días guarda toda su basura, y al quinto vacía las bolsas en el recibidor de su casa y hace un revelador recuento de porquerías. Es abrumador: catorce vasos desechables de plástico, dos de cartón, cuatro de polispán,… y no sigo. Si les interesa el catálogo completo, léanlo en el libro. Para Colin, su basura es la prueba evidente de todos los atropellos ecológicos de los que acusa a sus amigos. Pero ese montón de porquería sirve para algo bueno. Colin (Michelle todavía no sabe nada) decide que su hogar será, durante un año, un hogar con impacto cero en el medio ambiente. Y él mismo, Colin Beevan, se convertirá en NoImpactMan. A pesar del nombre, Colin no se siente ni mucho menos un superhéroe (Michelle sigue sin saber nada); más bien se siente nervioso, algo desconcertado pero decidido, y bastante ignorante sobre qué debe hacer para conseguir el impacto cero. Pero, de acuerdo con su editor y su agente, del proyecto saldrán un blog (http://noimpactman.typepad.com/) como diario, y un libro que se acaba de publicar en España (No Impact Man: Las aventuras de un progre con complejo de culpa que intenta salvar el planeta, 451 Editores), por supuesto en papel y cartón cien por cien reciclado posconsumo y reciclado sin cloro, por expreso deseo del autor.
El texto, atravesado por un suave sentido del humor que alivia los apuros de Colin y su familia durante el año sin impacto, me lleva a dos reflexiones que destacan sobre otras muchas que despierta la lectura del libro. En primer lugar, el arrojo del autor al poner en marcha el proyecto. Como todo el que quiera estar mínimamente informado, él también conoce los problemas ambientales que crea nuestro modo de vivir (el del Primer Mundo, claro está), pero ignora lo que iba a suponer el día a día. Como ejemplo valdrán los pañales de Isabella que, por otra parte, parece ser quien más disfruta del proyecto. Volvamos a los pañales: según los expertos, esta niña, a los dos años, habrá gastado cuatro mil pañales (sí, en cifras, 4000 pañales) desechables de plástico, y solamente treinta si fueran de tela y lavables. Por lo tanto, Colin, sin opción, a lavar pañales de tela. Sin embargo, uno siente que su proyecto ha sido eficaz cuando lee, ya casi al final del libro, que Colin descubre que quizá su potencial de reducir el daño producido no sea muy grande pero, en cambio, no hay límite para el potencial de hacer el bien. Es el enfoque adecuado ante los problemas ambientales, y, afirmo, ante la vida.
Y, en segundo lugar, para entender el proyecto No Impact Man hay que asimilar que dura un año, es decir, tiene un final. Para Colin, acabar el proyecto significó que él y su familia recuperaron algunas de las conductas que habían abandonado un año atrás. Pero, y esto es lo importante, no todos; Colin se vio incapaz da hacerlo. En conclusión, su esfuerzo le había llevado a un cambio de vida. Con seguridad, nunca más iba a tener cuatro bolsas de basura en cuatro días con el mismo catálogo de porquerías desechables. Y seguro que no serían cuatro bolsas sino muchas menos, quizá sólo una, y no llena del todo. Pero no crean que el proyecto convirtió a Colin de progre ecologista en friki ecologista; simplemente, acabó siendo un ciudadano informado y consciente de sus decisiones y de su modo de vida. Se convirtió en el ciudadano, capaz de tomar decisiones razonadas, que debe ser habitual en los sistemas democráticos. Y que, a menudo, hay quien hace todo lo posible para que no lo seamos.
Es evidente que el proyecto No Impact Man nos demuestra, además, que los cambios en relación con los problemas ambientales implican renuncias: a nuestro modo de vivir en general y, también, a muchos aspectos de nuestra vida día a día. Hagamos un catálogo. Paso a paso, como Colin y su familia. Comencemos. Y, al cabo de un año, hagamos inventario. Por ejemplo, Colin, cuando por fin se lo contó a Michelle, se sorprendió pues su mujer lo primero que hizo fue tirar la televisión, ella, que era adicta a los reality shows. Al acabar el año, ni de lejos se les ocurrió recuperar la televisión; ni a Colin ni a Michelle, e Isabella casi no sabía lo que era eso de la “tele”. En fin, la vida está llena de sorpresas.