El presidente Barack Obama ha hecho público el tercer informe sobre el seguimiento del clima en Estados Unidos. Elaborado por más de 300 expertos en el clima, este informe da a conocer no solo el impacto que el cambio climático tendrá en Estados Unidos en los próximos 100 años, sino los cambios que son evidentes ya en nuestros días. Síntomas del cambio climático y tendencias para el futuro son el aumento de la temperatura, la subida del nivel del mar, los veranos más largos y cálidos, las lluvias torrenciales y las tempestades, los períodos de sequía, los incendios forestales, las olas de calor, los inviernos más cortos o las plagas de insectos.
Algunos de estos cambios o tendencias se dan o se darán en todo el país o solo en determinadas regiones, pero todos ellos cambiarán la vida de los ciudadanos y deben provocar medidas enérgicas y sin demora para prevenir y mitigar sus consecuencias. Nancy Grimm y sus colegas, de la Universidad Estatal de Arizona en Tempe, resumen algunos de estos impactos y sus consecuencias desde un análisis ecológico. Por ejemplo, debido a la subida del nivel del mar se inundarán zonas de la costa lo que supone la pérdida de las especies que viven en las marismas, los cambios en los efectos que producen las tormentas marinas o la reubicación de los habitantes de las costas. O, debido al aumento de los incendios forestales en el oeste de Estados Unidos, desaparecerán los pinos en algunas áreas muy castigadas, aumentarán las plagas de insectos y extenderán su zona de distribución las especies invasoras. O, en pesquerías tradicionales, desaparecerán o cambiarán su distribución algunas especies y aumentará la sobrepesca y la contaminación en otras zonas.
Veamos algunos ejemplos de investigaciones centradas en asuntos más concretos.
Pesquerías
Las pesquerías marinas proveen 80 millones de toneladas por año de alimentos ricos en proteínas y micronutrientes para la alimentación de nuestra especie y contribuyen con 230.000.000.000 de dólares a la economía global, a la vez que suponen el medio de vida del 8% de la población mundial. Además, por el aumento de la población mundial y las recomendaciones de cambiar a una dieta más sana, la presión para la captura de más pescado aumenta cada año. Y, por si fuera poco, el cambio climático, con el aumento de la temperatura del agua y la subida del nivel del mar, también influye en el rendimiento y conservación de las pesquerías. Manuel Barange y sus colegas, del Laboratorio Marino de Plymouth, en Inglaterra, han analizado las respuestas físicas, biológicas y humanas al cambio climático en relación con las pesquerías (también firma este trabajo Gorka Merino, de AZTI-Tecnalia en Pasaia).
Utilizan los datos de las zonas marinas económicas exclusivas de 67 países que suponen, aproximadamente, el 60% de las capturas de pesca a nivel mundial. Los resultados, después del análisis estadístico, implican un aumento de las capturas en latitudes altas, es decir, más al norte en el hemisferio norte (por ejemplo, en el Mar del Norte) y más al sur en el hemisferio sur, y una disminución en las latitudes medias y bajas, en concreto en las zonas templadas y tropicales (por ejemplo, en las Islas Canarias). Hay que tener en cuenta que las variaciones regionales son muy grandes aunque rara vez, en la previsión para 2050, suben o bajan más del 10%, con una media global del 3.4%. Las áreas geográficas con los cambios más extremos serían África Occidental (en el Golfo de Guinea) con un aumento, y el sur y sudeste de Asia, con una disminución de las capturas.
En el mar
No solo las pesquerías, una parte importante de la alimentación y la economía de nuestra sociedad, sino el mar en su totalidad responde al cambio climático. Elena Poloczanska, de la Universidad de Queensland en St. Lucia, en Australia, y 19 colegas de 21 instituciones de 8 países han revisado lo que sabemos de las respuestas de la vida marina al cambio climático. Entre los firmantes está Carlos Duarte, del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados del CSIC en Esporles, Mallorca.
Los autores revisan los trabajos publicados, de 1990 a 2009, sobre respuestas, globales o regionales, de la vida marina al cambio climático. Deben describir alguna respuesta biológica después de algún ensayo y, además, discutida en relación con los impactos que se espera provoque el cambio climático. El 96% de los estudios se centran en los cambios de la temperatura y, el resto, en el pH, la desaparición del hielo y la subida del nivel del mar.
En total revisan 208 estudios, con 857 especies y grupos de especies y, de ellos, los autores extraen 1735 observaciones, con datos de muchos años, 41 de media y un rango de 19 a 343 años. El 82% de los resultados que aparecen en estos trabajos es consistente con los impactos que se esperan del cambio climático. Las especies cambian su distribución según varía la temperatura del agua del mar. Además, estas variaciones en la distribución y en los ciclos de reproducción y migración se asemejan a lo observado en el medio terrestre.
La velocidad de cambio geográfico en el mar es, de media, de 72 kilómetros por década. Las más rápidas son las especies del fitoplancton que llegan hasta 470 kilómetros por década, seguidas de los peces con 277 kilómetros por década. Cuando las áreas de distribución disminuyen, se encogen, las velocidades detectadas son más lentas, con una media de 15.5 kilómetros por década.
Los ciclos de migración o reproducción se adelantan una media de 4.4 días por década en primavera y verano, aunque hay grupos con mayor velocidad de cambio como las especies del fitoplancton, con una media de 6.3 días por década, más o menos un 50% más que la media, o los invertebrados pelágicos con 11.6 días por década.
En la Península Ibérica, los estudios en el Cantábrico y en el Mediterráneo son consistentes con los efectos que se esperan del cambio climático y, en cambio, en la fachada atlántica, sobre todo en Portugal, los resultados o son contrarios a lo esperado o, por lo menos, son equívocos y poco concluyentes.
En la montaña
En ese hábitat tan particular como es la ladera de una montaña, la hipótesis lógica es que, con los efectos del cambio climático, es decir, con la subida de la temperatura, la distribución de las especies subirá en altura, buscando zonas acordes con su temperatura ideal, y desaparecerán de las zonas bajas por tener una temperatura demasiado alta. Para verlo en detalle en un estudio concreto nos vamos a Arizona, a las montañas Sky Islands, con Richard Brusca y sus colegas de la Universidad de Arizona en Tucson.
En Arizona, la temperatura ha subido 1.4ºC de media desde 1976 y, en la década 2001-2010, ha marcado un récord desde 1900 y, además, desde 1950 hasta la actualidad es el periodo más cálido en los últimos 600 años. Por tanto, hay que esperar que las plantas hayan cambiado su distribución en las laderas de las Sky Islands.
Como es habitual, la respuesta de las especies puede ser diferente. Algunas han desaparecido de la zona de menos altitud de su área de distribución y no han subido en altura como, por ejemplo, el Juniperus deppeana que ha desaparecido en los 313 metros inferiores de altura en la ladera de las montañas, o el Quercus gambelli con 252 metros menos, o el Thalictrum fendleri con 450 metros menos. Otras especies no han cambiado la banda inferior pero han subido en altitud en la ladera, como el Arctostraphy pungens con 132 metros más en altura. Hay algunas especies que han subido en altura tanto el margen inferior como el superior, como el Lotus greenei 593 metros más por arriba y 272 metros hacia arriba también en el límite inferior de su área de distribución. Y, finalmente, otras especies han encogido su distribución subiendo el límite inferior y bajando el superior, como la Mimosa aculeaticarpa con 244 metros menos por abajo y 337 menos por arriba, en total, unos 600 metros menos de área de distribución en las laderas de las montañas.
Bosques lluviosos del norte
Sin embargo, podemos suponer que, con el cambio climático, hay especies beneficiadas si amplían su área de distribución hacia los polos y, a la vez, resisten temperaturas más altas en su distribución hacia los trópicos. Algo así describen Tara Barrett y sus colegas del Departamento de Agricultura de Estados Unidos en Portland, Oregon, para algunas especies de árboles de la costa del Pacífico de Norteamérica.
Como ya hemos visto, no todas las especies responden por igual. En la región de bosques templados húmedos que va del norte de California hasta el Golfo de Alaska, en 13 años, de 1995 a 2008, la biomasa del cedro rojo del Pacífico (Thuja plicata) ha crecido el 4.2% mientras que la del pino de playa (Pinus contorta) ha disminuido el 4.6%. En el Golfo de Alaska, la biomasa del bosque de zonas altas ha crecido el 8% en los mismos 13 años. A los propios autores les parece sorprendente que, según su expansión los últimos 13 años y calculando su extensión futura para los próximos 100 años, la planta parásita muérdago enano, que crece sobre otros árboles, aumentará su biomasa en un rango que va del 374% hasta el 757%.
Los mamíferos del Ártico
El Ártico es una zona que debemos suponer que es muy susceptible al calentamiento global, al cambio climático en definitiva. El clima templado se extenderá hacia el norte según aumente la temperatura, la tundra desaparecerá en grandes áreas y las especies que viven en estos hábitats norteños se verán afectadas. Anouschka Hof y sus colegas, de la Universidad de Umea en Suecia, han modelado lo que puede ocurrir con las especies de mamíferos que viven en el norte de Escandinavia y de Rusia.
Revisan los datos conocidos de distribución, de 2000 a 2010, de 61 especies de mamíferos que viven en estas zonas. Encuentran unas 426 citas de media para cada especie. Solo tres especies son raras y tienen menos de 30 citas y, además, el zorro ártico es una especie en peligro de extinción. Con modelos de ordenador predicen la distribución de las 61 especies para 2080 basándose en las variaciones que se han observado en el clima entre 1950 y 2000.
Según el modelo, 43 de las 61 especies de mamíferos estudiadas aumentarán su área de distribución hacia el norte y hacia el este. El aumento de las áreas será muy potente e irá desde el 8335% hasta el 12068%. Aparecerán, además, en el Subártico especies desconocidas hasta ahora procedentes de las zonas templadas situadas más al sur.
Las especies se moverán hacia el norte una media de 7.9 kilómetros por año, es decir, 632 kilómetros de media para el 2080. Pero también hay algunas especies que disminuirán y algunas, como el lemming y el zorro ártico, pueden llegar a desaparecer. Son los animales más especializados en clima frío que, si sube la temperatura por el calentamiento global, no tienen a dónde ir hacia el norte, allí estará el Océano Ártico seguramente deshelado.
Nuestra respuesta
Somos la especie que, según el mayor consenso entre científicos, estamos causando el cambio climático. Aceptar esta hipótesis nos obliga a pensar que algo debemos hacer para mitigarlo y para adaptarnos a sus consecuencias. Aunque solo sea por puro egoísmo evolutivo de nuestra especie y ya que somos los únicos en ser conscientes y razonar sobre ello, algo debemos hacer. Pero, para hacer, para planificar qué hacer, debemos saber y, como todos no somos expertos en el cambio climático, dependemos de lo que se investiga y de lo que nos cuentan. Y, en nuestra sociedad, esto significa, sobre todo, que dependemos de lo que nos cuentan los medios. Por tanto, los medios de comunicación tienen un papel crucial en lo que los ciudadanos saben, en este caso concreto, sobre el cambio climático. Veamos un par de estudios al respecto.
Los científicos, siendo como son y como es su trabajo, rara vez nos transmiten certezas absolutas y, a menudo, se centran en posibilidades, probabilidades e incertidumbres. Todo esto aparece en los informes del IPCC (International Panel on Climate Change), el organismo que reúne a los expertos en cambio climático. Cuando hablan del pasado, nos cuentan certezas, pero cuando proyectan hacia el futuro solo pueden comunicar posibilidades y probabilidades. Por ello, Adriana Bailey y sus colegas, de la Universidad de Colorado en Boulder, han estudiado la elección de términos que hacen varios periódicos cuando transmiten al público los informes del IPCC.
Han estudiado la transmisión al público de los informes del IPCC de los años 2001 y 2007 en los periódicos de Estados Unidos New York Times y Wall Street Journal y en los españoles El País y El Mundo. Casi hay el doble de textos en los periódicos españoles que en los norteamericanos, aunque los artículos de estos últimos son mucho más largos. En general, en todos los periódicos examinados hay más textos en 2007 que en 2001.
Todos eligen parecidos términos para transmitir, sobre todo, incertidumbre y, curiosamente, cuanto más acuerdo hay entre los expertos de que es la especie humana la causante del cambio climático, más términos de incertidumbre utilizan los periodistas al tratar de ello. Además, destacan los términos que utilizan los expertos del IPCC cuando diferencian, como decía antes, entre lo que ya ha pasado y se sabe y la incertidumbre del futuro siempre adornada de estadísticas, cifras, posibilidades y probabilidades, términos que frecuentemente desaparecen en los titulares.
También se han analizado las noticias sobre el cambio climático en televisión. Lo han hecho Sol Hart y Lauren Feldman, de las universidades de Michigan en Ann Arbor y de Rutgers en New Brunswick, respectivamente. Han estudiado el contenido de los noticiarios nacionales de las cadenas de televisión ABC, CBS y NBC entre 2005 y 2011 e identificado el párrafo central de cada noticia que es, además, el que resume el contenido. Consiguen aislar 789 párrafos y codifican, en estos titulares, los sustantivos que dan sentido a las noticias. En total, son 440 sustantivos a analizar en detalle.
Los autores encuentran que titulares y sustantivos llevan a dos conceptos diferentes referidos al cambio climático: impactos del cambio sobre el medio ambiente y sobre nuestra sociedad, y acciones necesarias para mitigar el cambio y adaptarnos a sus consecuencias. Por tanto, impactos y acciones.
Rara vez impacto y acción se analizan a la vez. Incluso aunque aparezcan en el mismo texto, lo habitual es describir el impacto real o previsto y, a continuación, plantear las acciones para tratar las consecuencias del impacto. En general, ambos conceptos se discuten independientemente uno de otro. Además, en los titulares suele haber consenso sobre los impactos y, después, se da un mensaje de poca eficacia en las acciones para solucionarlo. Es más, en el 53% de las noticias el impacto se refiere al medio ambiente mientras que en cerca del 40% las acciones son un asunto político.
*Bailey, A., L. Giangola & M.T. Boykoff. 2014. How grammatical choice shapes media representations of climate (Un)certainty. Environmental Communication 8: 197-215.
*Barange, M. y 8 colaboradores. 2014. Impact of climate change on marine ecosystem production in societies dependen ton fisheries. Nature Climate Change DOI: 109.1038/NCLIMATE2119
*Brusca, R.C. y 6 colaboradores. 2013. Dramatic response to climate change in the Southwest: Robert Whittaker’s 1963 Arizona Mountain plant transect revisited. Ecology and Evolution DOI: 10.1002/ece3.720
*Grimm, N.B. y 7 colaboradores. 2013. Climate-change impacts on ecological systems: introduction to a US assessment. Frontiers in Ecology and Environment 11: 456-464.
*Hart, P.S. & L. Feldman. 2014. Threat without efficacy? Climate change on U.S. network news. Science Communication 36: 325-351.
*Hof, A.R., R. Jansson & C. Nilsson. 2012. Future climate change will favour non-specialist mammals in the (Sub)Artics. PLOS ONE 7: e52574
*Melillo, J.M., T.C. Richmond & G.W. Yohe (eds.). 2014. Highlights of climate change impacts in the United States: The Third National Climate Assessment. Global Change Research Program. Washington, DC. 148 pp.
*Parks, N. 2013. Tangled trends for temperate rain forests as temperatures take up. Science Findings January.
*Poloczanska, E.S. y 19 colaboradores. 2013. Global imprint of climate change on marine life. Nature Climate Change DOI: 10.1038/NCLIMATE1958