Ya hemos hablado de esta basura en el mar, la que flota en los océanos, la que llena los fondos marinos y la que se mueve entre dos aguas. Es uno de los riesgos para la salud del mar que más rápido crece en estos tiempos de suciedad y vertidos. El UNEP, o Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la define como “cualquier material sólido persistente, manufacturado o procesado por el hombre, vertido o abandonado en el ambiente costero o marino”. En el año 2009, el UNEP calculó que unos 6.4 millones de toneladas de basura llegaban al mar cada año.
Además de la repelente estética que esta basura crea en los mares y océanos, también puede ser confundida con alimento por muchas especies de la fauna marina provocando, a menudo, daños irreparables y muerte. El plástico, en muchos casos, se enreda en el cuerpo de estos animales interfiriendo en su crecimiento. Por otra parte y sobre todo la basura flotante, ayuda a la dispersión a una velocidad que dobla la natural y convierte a muchas especies en invasoras. La mayor parte de esta basura son plásticos que, por su persistencia, durabilidad y composición, desprenden durante mucho tiempo tóxicos, como los bifenilos policlorados (PCBs) o las dioxinas, que pueden ser letales para la fauna marina.
La distribución de esta basura en la columna de agua es muy variable y depende, además de la densidad propia de sus componentes, de corrientes, profundidad de la zona, temperatura y salinidad del agua y otros factores. Quizá la menos estudiada es la basura que ya ha llegado a los fondos marinos y, para conocer su distribución y cantidad, Christopher Pham y sus colegas, de la Universidad de Azores en Horta, ha coordinado, junto a 22 investigadores de 8 países (de España intervienen la Universidad de Barcelona y el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC en Blanes), varias campañas de muestreo desde el Océano Ártico hasta el sur de la Península Ibérica y desde Grecia hasta el centro del Atlántico Norte.
Las recogidas de muestras se hicieron de 1999 a 2011 en 32 lugares como cañones submarinos, taludes continentales, zonas profundas y demás hábitats marinos, y desde 35 a 4500 metros de profundidad. Los muestreos se hicieron por medio de fotografías y videos y por recogidas directas con redes de arrastre.
La basura aparece en los 32 puntos de muestreo, o sea, en todos los lugares y a todas las profundidades. Sobre todo hay bolsas de plástico, botellas de vidrio y restos de hilo y redes de pesca. Los lugares con más densidad son el Cañón de Lisboa (con 66 fragmentos de basura por hectárea), el Cañón de Blanes (con 32), el Cañón de Guilvinec, frente a Bretaña (con 32), y el Cañón de Setubal (con 24). Los autores sugieren que los cañones submarinos, situados entre los taludes continentales, zonas cercanas a la costa donde más basura se vierte, son el camino de comunicación natural entre ellas y los fondos marinos, lugar de acumulación final. El lugar con menos basura, menos de 2 fragmentos por hectárea, es el Golfo de Lyon, en el Mediterráneo.
En cuanto a la composición de la basura, entre los 546 fragmentos observados por video o fotografía o recogidos en la redes de arrastre hay, como decía, plásticos, con el 41%, y redes y líneas de pesca, con el 34%. También hay, e menor cantidad, metal, con el 7%, vidrio, con el 4%, y escoria de carbón, con el 1%. Y en el 13% que nos queda hay de todo como, por ejemplo, madera, papel, cartón, ropa, cerámica y fragmentos inidentificables.
*Pham, C.K. y 22 colaboradores. 2014. Marine litter distribution and density in European seas, from the shelves to deep basins. PLOS ONE 9: e95839