En Estados Unidos se vive el boom del fracking, de la extracción no convencional de gas natural, sobre todo de metano, de las placas de esquisto en que se encuentra alojado en grietas microscópicas. La inyección de agua con aditivos a gran presión provoca la ruptura de las grietas y la liberación del gas. En los últimos diez años esta técnica se ha aplicado a fondo en Estados Unidos. Así, de 18485 pozos de extracción de gas en 2004 hemos pasado a 25145 en 2007 y, además, se ha calculado que se abren unos 11000 pozos nuevos cada año. Se ha conseguido que en 2011 el 95% del gas consumido en Estados Unidos sea de origen doméstico.
Como nos cuentan John Adgate y su grupo, de la Universidad de Colorado en Denver, cuantos más pozos se abren más posibilidades hay de que cerca de ellos haya personas que allí viven y trabajan. Y, por tanto, también crece el riesgo de que se vean expuestos a sustancias químicas y otros estresantes como ruido o tráfico de camiones. Por todo ello, los autores han revisado lo que hasta ahora sabemos de los riesgos del fracking para la salud pública y, también, sugieren las investigaciones necesarias para aclarar incertidumbres sobre esos riesgos.
Brevemente, identifican como los factores estrés más importantes para los trabajadores del fracking la mortalidad, que es siete veces más alta que en la industria en general; la exposición a productos tóxicos, como el metano o los gases de la combustión de motores; y los accidentes laborales.
Para los que viven cerca de los pozos, los principales riesgos son la contaminación atmosférica con los gases de la extracción y la combustión que, además, actúa a distancia; la contaminación de los acuíferos con aditivos del agua inyectada a presión o con los gases que se extraen, sobre todo el metano; la contaminación del suelo con vertidos de agua contaminadas y de combustibles fósiles; el aumento del tráfico que supone, en algunos de los pozos de extracción, llega a los 1000 camiones; la contaminación acústica con el funcionamiento de los pozos y el aumento de tráfico, con aumentos de hasta el 40% donde se ha medido; los accidentes de tráfico provocados por los camiones; y el estrés psicosocial por los cambios que se producen en la comunidad, en origen rural y con pocos vecinos, por el aumento de personas, dinero y delitos.
Para terminar hay que destacar que las investigaciones sobre estos riesgos para la salud pública se ven dificultadas porque habitualmente no existen datos anteriores a la llegada del fracking y, por ello, no hay con qué comparar los posibles cambios y, si los hay, no es fácil demostrar qué los ha causado.
*Adgate, J.L., B.D. Goldstein & L.M. McKenzie. 2014. Potential public health hazards, exposures and health effects from unconventioal natural gas development. Environmental Science and Technology doi: 10.1021/es404621d.