1946, USA, 128 minutos, Título original: The Yearling. Dir.: Clarence Brown. Guión: Paul Osborn, según la novela ganadora del Premio Pulitzer de 1939, del mismo título, de Marjorie Kinnan Rawlings. Música: Herbert Stothart. Fotografía: Arthur Arling, Charles Rosher y Leonard Smith (ganadores del Oscar). Intérpretes: Gregory Peck, Jane Wyman, Claude Jarman, Jr.
Es una película que utiliza los ingredientes habituales del melodrama de Hollywood para contar la historia, en un paisaje idealizado y a través de una estética tipo Disney, de una pareja de granjeros y de su hijo casi adolescente y de su lucha por sobrevivir en una pequeña granja en los bosques y marismas de Florida. El hijo salva un cervatillo de la muerte, se encariña con él y lo cría. Pero el animal crece y aprende a arruinar, una y otra vez, la cosecha de la que depende la vida de la familia. Al final, el ciervo, ya adulto, debe morir para que la granja prospere. Es “el despertar” del hijo, su duro paso hacia la madurez y la responsabilidad. Y nosotros aprendemos a que, según nos lo explica la película, la naturaleza debe rendirse a los deseos de nuestra especie. Somos sus dueños y nos pertenece.
Con este “despertar” triunfa el mundo moderno, representado por los padres, que quieren dominar la naturaleza y utilizarla papa prosperar, frente a la naturaleza, que defiende el ingenuo adolescente a través de la parábola del cervatillo y que desea que nada cambie, ni la naturaleza que le rodea, ni sus padres ni mucho menos él mismo. No quiere madurar y acaba haciéndolo con la tragedia de la muerte de su mascota. El padre es quien le explica que se debe aceptar el poder de la naturaleza, pero también que hay que aprender a arrancarle lo que el hombre necesita para sobrevivir. Dirá que “la vida es buena pero no es fácil”. Y como justificación de la muerte y destrucción de quien se opone al hombre, afirma que “todo lo que tiene vida, alguna vez tiene que desaparecer”. Los animales, y la naturaleza en su conjunto, no pueden coexistir, y mucho menos prosperar, frente a las demandas y el control que el hombre exige y aplica al entorno.
La película es un melodrama convencional de Hollywood, técnicamente perfecto, muy bien interpretado y con la música y la fotografía contribuyendo eficazmente a evocar el romanticismo tanto de la naturaleza salvaje como de la lucha del hombre contra ella. Pero también es una película lenta a ratos, blanda en personajes y situaciones, y con un final que es un verdadero dramón. Sin embargo, ilustra bien el concepto conservacionista de la naturaleza, tan típico de la época, antes de la aparición del movimiento ecologista. Proporciona argumentos útiles para el debate sobre el enfrentamiento o la integración del hombre con la naturaleza.
*Brereton, P: 2005. Hollywood Utopia. Ecology in contemporary American cinema. Intellect Books. Bristol. 270 pp.