1956, USA, 108 minutos, Título original: The Last Hunt. Director: Richard Brooks. Guión: Richard Brooks, según la novela de Milton Lott. Música: Daniele Amfithetatrof. Fotografía: Russell Harlan. Intérpretes: Robert Taylor, Stewart Granger, Lloyd Nolan, Debra Paget, Russ Tamblyn, Constance Ford.
Historia de cazadores de búfalos ambientada en las praderas del noroeste americano a comienzos de 1880. Sandy McKenzie es un hombre cansado de cazar y matar búfalos. Charlie Gilson, en cambio, disfruta tanto matando búfalos como indios. A pesar de tener dos caracteres muy diferentes, ambos viajan juntos en busca de pieles de búfalo que puedan vender.
La película comienza con un texto que nos dice que los búfalos eran 60 millones en 1853 y que, en la época en que transcurre la película, 30 años después, sólo quedan unos 3000. Además, nos avisan de que los búfalos, en la película, son cazados de verdad, no es ficción, y que lo hacen expertos tiradores proporcionados por el Gobierno. Esto después de agradecer que les hayan dejado filmar a una de las últimas manadas de búfalos que quedan, hacia 1950, cuando se realizó esta película.
McKenzie es un experto cazador de búfalos que, harto de tanta matanza, decide retirarse y dedicarse a la cría de ganado, pero su pequeña manada es exterminada en una estampida de búfalos. Es consciente de que la caza de búfalos acabará con su extinción y, también, con los indios de las Grandes Llanuras que dependen de ellos para su comida y vestido además de ser parte importante de su religión. Dice que es un crimen contra la naturaleza y contra los indios matar búfalos.
Charlie Gilson, por el contrario, disfruta matando búfalos y hombres, sean blancos o indios; es un psicópata violento y racista. Para él, matar es parte de la naturaleza humana. Dice que matar es natural… cuanto más se mata, más hombre se es… el matar es la mejor prueba de que uno está vivo… la misma sensación que estar con una mujer. Además, considera que los búfalos son infinitos, que nunca desaparecerán: no habrá últimos búfalos, no tienen fin. Hay una escena verdaderamente extraordinaria y propia un western crepuscular y adelantado a su tiempo, en que Charlie Gilson siente un placer orgásmico al exterminar decenas de búfalos; es la representación de lo que afirma, que matar es como estar con una mujer.
Pero tanto el Gobierno como los propios cazadores saben que matando los búfalos acabarán también con los indios. Lo dice McKenzie y también Gilson cuando resume que búfalo muerto, indio hambriento. En realidad, todo comienza con la llegada del caballo a las Grandes Llanuras en el siglo XVIII. Hasta entonces los indios, sin el transporte adecuado, no migraban, cazaban a los búfalos cuando estos pasaban por las cercanías de sus asentamientos. Con el caballo, los indios siguieron a los búfalos y acabaron dependiendo totalmente de ellos para comer, vestirse y en la guerra. Caballo y búfalo eran un binomio insustituible para los indios y, por ello, extinguir al búfalo era extinguir al indio. Y, por añadidura, dejaban vastas llanuras libres con abundante pasto para los ganaderos que llegarían de inmediato a ocuparlas.
Una gran película, muy recomendable, adelantada a su tiempo y que dice las cosas con una claridad admirable para ser de la época de McCarthy y su caza de brujas y de la puritana y optimista década de los 50.
*Brereton, P. 2005. Hollywood utopia. Ecology in contemporary American cinema. Intellect Books. Bristol. 270 pp.
*Checa, A. & J.A. Antolín. 1979. Los indios de las llanuras. En La conquista del Oeste, Tomo IV, p. 181-189. Ed. por A. Picazo. Ed. Picazo. Barcelona.
*Cronon, W. 1992. A place for stories: Nature, history, and narrative. Journal of American History 78: 1347-1376.
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