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Eduardo Angulo Pinedo

Cine, literatura y medio ambiente

Los hackers y el cambio climático

El Daily Telegraph y el Washington Post publicaron ayer, 22 de noviembre, la curiosa noticia de que unos hackers habían robado los correos electrónicos de la Unidad de Investigación  del Clima de la Universidad de East Anglia, en Inglaterra. Según la prensa, la lectura de estos correos, a pesar de que el IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change, organismo de ONU) en su informe de hace tres años daba como seguro la intervención de la especie humana en el calentamiento global, revela una comunidad científica que se siente todavía bajo el furioso ataque de escépticos, que no suelen discutir la existencia del calentamiento pero sí la culpabilidad humana en él y, por ello, los creyentes deben preparar maquiavélicos planes para destruir a sus rivales.

La revelación de estos correos, con un contenido que tan bien ilustra el comportamiento de algunos científicos defendiendo su línea de investigación y, en el fondo, su salario, ya se empieza a llamar el “Climategate”. Los hackers han robado 61 megas, con 1079 correos confidenciales y 72 documentos, y los ha lanzado a internet; por ahí circulan. Veamos algunos ejemplos.

El jefe de la Unidad de East Anglia, Phil Jones, escribe a Michael Mann, de la Universidad del Estado de Pennsylvania, paleoclimatólogo famoso y creador de la famosa gráfica en “palo de hockey” sobre el aumento del CO2, y le dice que duda del trabajo de los científicos que niegan la relación entre el hombre y el cambio climático, que no quiere verlos citados en el informe del IPCC, incluso aunque para ello haya que manipular el sistema de revisión de artículos para su publicación que se usa en la ciencia actual. En otro correo, Mann y Jones discuten cómo presionar a una revista científica para que no publique un trabajo de un escéptico, amenazando con no publicar en ella nunca más e, incluso, ponen como condición que se despida a uno de los editores.

Hay sugerencias de construir gráficas sumando datos de series diferentes, para exagerar el efecto calentamiento: temperaturas reales de de los aúltimos 20 años y otras que esconden que han bajado y no subido (todo esto para un artículo en Nature). En otro de los correos, se fantasea con romperle la cara a un escéptico (Pat Michaels) durante una reunión científica; el autor añade que estuvo muy tentado de hacerlo. Y también hay órdenes para destruir borradores de documentos que, después, han sido manipulados.

Mann no ha negado la existencia de los mails, y ha declarado que reflejan el “vigoroso debate” típico entre científicos antes de llegar a “conclusiones científicas”. Y añade que en estos debates “no se pueden esperar los refinados discursos que los científicos suelen impartir en público”. En otro mail dirigido a Phil Jones y a Gabi Hegerl, de la Universidad de Edinburgo, Mann llama “idiotas” a los escépticos (“vigoroso debate”).

Kevin Trenberth, del Centro Nacional para Investigación de la Atmósfera, de Boulder, Colorado, autor de algunos de los correos, ha declarado que estos ataques ocurren porque hay muchas personas y organizaciones preocupadas por las consecuencias de estos trabajos más que por la investigación en sí. Para Trenberth, el mundo se calienta y lo calienta la especie humana, y esto, en vez de llevar a debatir qué hacer para solucionarlo, lleva a hechos como este que es, más bien, otro intento de matar al mensajero. Sin embargo, este mismo Kevin Tremberth escribe en un mail que “El hecho es que no se puede asegurar el calentamiento en este momento y es una farsa que no podemos … Nuestro sistema de observación es insuficiente”. Es decir, en privado parece aceptar que no hay argumentos suficientes sobre el calentamiento global.

En uno de los más duros correos, se comenta la muerte de John Daly, un escéptico muy conocido, y se dice, literalmente, que “de una manera extraña, esta noticia me da ánimos”.

Quizá todo esto sea un cuento; quizá todos los mails sean una invención; quizá espero que lo sean. En este asunto del cambio climático se mueven enormes intereses y no sólo de industrias y gobiernos, sino también de científicos y centros de investigación. Sin embargo, tengo que fiarme del Washington Post y del Daily Telegraph. Y lo que queda, estos miles de correos electrónicos, es muy duro de asimilar.

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