En los debates que tratan asuntos ambientales intervienen muchos grupos interesados: gestores del medio ambiente, políticos, industrias, sindicatos, grupos ecologistas o asesores. Hasta ahora, los conflictos que surgían de estos debates parecía que derivaban de diferentes puntos que, a menudo, eran irreconciliables. Pero Thomas Webb y Dave Raffaelli, de las Universidades de Sheffield y York respectivamente, en Inglaterra, en un análisis del lenguaje, habitual en ciencias sociales pero nunca aplicado en ecología, han demostrado que no sólo puede haber puntos de vista diferentes, sino que, en realidad, se utilizan lenguajes diferentes, por lo que el entendimiento es difícil y la aparición de conflictos es el resultado casi inevitable.
Webb y Raffaelli estudiaron más de 500 documentos generados en el conflicto desarrollado en las islas Hébridas, al norte de Gran Bretaña, sobre la eliminación o traslado de los erizos (Erinaceus europaeus) que fueron introducidos en la década de los 70. Estos animales se han reproducido en cantidad y están poniendo en peligro las poblaciones de aves marinas que anidan en la costa de estas islas.
En el debate han aparecido grupos pro-erizos que piden su traslado y, según los autores, utilizan un vocabulario emotivo e informal que hace hincapié en lo que significa la matanza de animales. Sin embargo, los grupos pro-aves marinas utilizan un vocabulario más científico y destacan la importancia de la vida salvaje para las islas Hébridas en su conjunto. Cuando los autores analizaron como llegaba este conflicto a los medios de comunicación, encontraron que, en general, utilizaban el lenguaje de los grupos pro-erizos.
Webb y Raffaelli concluyen su trabajo pidiendo que, si es conocido que los diferentes grupos utilizan diferentes lenguajes, estos grupos deben ser conscientes de ello e intentar llegar a un lenguaje común de entendimiento que evite la aparición de conflictos irresolubles.

*T.J. Webb & D. Raffaelli. 2008. Conversations in conservation: revealing and dealing with language differences in environmental conflicts. Journal of Applied Ecology 45: 1198-1204.