2004, USA, 130 minutos. Dirección, guión y montaje: John Sayles. Intérpretes: Danny Huston (Danny O’Brien), Chris Cooper (Dickie Pilager), Richard Dreyfuss (Chuck Raven), Sal López (Tony Guerra), Maria Bello (Nora Allardyce), Daryl Hannah (Maddy Pilager), David Clennon (Mort Seymour), Miguel Ferrer (Cliff Castleton), James Gammon (Sheriff Joe Skaggs), Billy Zane (Chandler Tyson), Kris Kristofferson (Wes), Mary Kay Place (Grace Seymour), Tim Roth (Mitch Paine). Producción: Maggie Renzi. Música: Mason Daring. Fotografía: Haskel Wexler.
Silver City es una película ambientada en Colorado durante la campaña electoral para las elecciones a gobernador del Estado. Es una sátira política con tintes dramáticos y de cine negro. Quizá está indefinición de género y la consiguiente confusión en el guión y el montaje impiden que Silver City sea una película redonda; es muy interesante pero, y sobre todo al final, es irremediablemente confusa.
En la historia, el candidato a gobernador, que aparece siempre enfrentado con la gramática y en una especie de inteligente parodia de Bush hijo (por algo le llaman Dickie el Corto), es el hijo de un senador del Estado y, por tanto, el heredero de una formidable dinastía de políticos de derechas. Mientras intenta abrirse camino hasta el despacho del gobernador, aparece en un lago un misterioso cadáver que amenaza su campaña, su imperio familiar, y el apoyo de los grupos económicos que mueven los hilos. El astuto jefe de campaña del candidato (un repelente Richard Dreyfuss) contrata los servicios de un antiguo periodista experto en destapar la corrupción y convertido ahora en detective privado, para investigar las posibles relaciones entre el cadáver y los muchos enemigos de la familia del aspirante, amenazarlos y silenciarlos. En la mejor tradición de la novela negra americana, la investigación empieza como una más, pero las pistas acabarán conduciendo a un submundo de personajes relacionados con grupos económicos de ideología fascista, inmigración ilegal, contaminación de suelos y de aguas en empresas de minería, chanchullos urbanísticos e imperios mediáticos. El investigador, acostumbrado a la corrupción como el paisaje de cada día, reacciona ante la inmigración ilegal y la contaminación provocadas por quienes le contrataron, y acaba perdiendo su trabajo. Sin embargo, y en un final feliz para no desmoralizar del todo al espectador, por lo menos recupera a su chica. Y el candidato a gobernador nos obsequia con un discurso final, adornado de peces muertos, que es un buen resumen de la película.