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La nota de hoy, va dirigida a todos los lectores que han tenido la envidiable capacidad de aguantar lo que escribo, pero especialmente a los que no sienten la euforia del final del año que termina e incluso preferirían borrar estas fechas de sus respectivos calendarios.

Y quiero recordar que no existe la Navidad y el fin de año perfectos para todos, ni hay que sentirse culpable por no “festejar” estos días de una manera específica. Cada persona vive estas fechas, según sus circunstancias y a su manera.

En lo referido a Venezuela, este 2024 que llega a su final ha estado saturado de acontecimientos que no detallaré por obvios, pero entre los que destaca el magnífico hecho irreversible de tener un nuevo presidente electo, que a pesar de todo, quiero creer que será juramentado el próximo 10 de enero como primer mandatario de la Nación.

Aludiendo a lo dicho en el párrafo anterior, confieso mi “culpabilidad” en toda la extensión de la palabra. Declaro y admito estar incurso, sin arrepentimiento posible, de ser un modesto pero insistente, cansino e implacable divulgador de lo que ha sucedido en los últimos 26 años de apagón de libertades en un maravilloso país llamado Venezuela.

Todo lo que ha salido y sale del teclado de mi ordenador sobre esta cuestión, es la absoluta realidad…es mi verdad palpable y demostrable. Estoy plenamente convencido de ello, nunca he dicho ni digo lo contrario de lo que pensaba y pienso. Son muchos años “juntando letras” los que me acompañan, es mi visión personal y jamás he pretendido agradar.

Mis publicaciones son producto de la observación política, social, económica, cultural y moral. Ello me permite tener una perspectiva mínimamente aceptable como para entender, bajo mi punto de vista, la problemática del mundo actual. Mis referentes son los años de experiencias vividas más lo dicho y escrito por notables sociólogos, historiadores, economistas y politólogos que por fortuna “iluminan” la prensa escrita y digital de lo que suponemos que es, esa porción del mundo esclarecidamente liberal. Pero además por el testarudo empeño en descubrir la causa y el efecto de las cosas, que así uno termina sabiendo más por viejo que por diablo.

Todo lo que mis entendederas retienen se convierte en la excusa perfecta para escribir un poco sobre cualquier cosa, lo que incluye preferentemente la política… hasta que ese poco se transforma en mucho. Y ese mucho, en algunas ocasiones, tenga el formato de patada en la espinilla.

Confiemos en un dichoso 2025, que no sea simplemente una página más en el libro de la historia. Se trata del cierre de un ciclo catastrófico que no debemos olvidar, quizá sea el momento de poner en una balanza el pasado que ya no es y el futuro que ha de ser. Por mi parte, doy las gracias por lo positivo que dejó, y me ilusiono por lo formidable que será.

Con esta ilusión, esperanza y confianza les deseo a todos un venturoso año 2025

Cantaclaro

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