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Los que lean mis escritos, pensarán con justa razón que todo lo que aquí digo es producto de una “fijación Trumpoide” que no logro superar. Aclaro que es el resultado de una preocupación que puede ser de dudosa certidumbre, pero en todo caso la quiero compartir.
Desde mi punto de vista de observador lejano y deseablemente imparcial, veo llegar una crisis internacional de grandes proporciones que no sé cómo podrá terminar, pero me temo que será como aquellas novelas rusas de Dostoyevski, Pasternak y compañía, o sea, mal.
Cualquiera que sea el desenlace, será muy dolorosa para todos. Esta crisis, en la que de alguna manera ya estamos inmersos, ha sido, si no causada, al menos potenciada en gran medida por un Donald Trump absolutamente errático.
El todopoderoso presidente norteamericano ha querido imponer su voluntad, sus caprichos, sus ignorancias y mezquindades a todos sus connacionales y de carambola a los demás. Se están abriendo múltiples frentes conflictivos que amenazan con converger en un enfrentamiento masivo y global.
Es mi opinión, que este oscuro panorama se consolida día a día por obra y gracia de un ser “desequilibrado” en funciones de presidente del país más importante del planeta. Ello ha debilitado significativamente la posición geopolítica, económica y social de la nación que gobierna y amenaza con extenderse al resto del mundo en que vivimos
El desequilibrio a que me refiero, influye de tal manera en sus actuaciones, que por bien intencionadas que pudieran ser, y apunten en la dirección correcta, el método empleado termina por hacer fracasar todos los fines deseados.
Me temo que esa forma lamentable de hacer las cosas no se deba solo a una “característica” inconsciente de su personalidad. Puede que sea una manera consciente de actuar que lo lleva a tratar de imponer su voluntad, sin importarle un carajo las consecuencias para los demás. Cuando los demás pueden ser cualquier hijo de vecino de México, Panamá, Canadá, Unión Europea, Ucrania, Gaza, la isla de los pingüinos, y el resto del mundo, incluyendo su propio país.
Si Trump actuara como estadista y líder de importancia global, otro sería el cantar. Pero eso no es lo que hace. Lo que hace es armarse con un garrote de cavernícola y repartir leña pareja a todo aquél que supone su enemigo. Este presidente no tiene adversarios políticos, todos los que no compartan sus ideas son enemigos que hay que reeducar a palo limpio.
Sus maneras de actuar no pretenden convencer, sino directamente vencer. Esta actitud es puesta en evidencia todos los días en su espacio de internet que le sirve como escenario teatral para sus representaciones gobierneras, desde allí ataca, insulta y miente, evidenciando un espíritu mezquino en función de sus intereses personales y los de sus familiares y amigotes multimillonarios.
El inquilino que hoy habita la Casa Blanca no es un presidente, no es un estadista, no es un inspirador de valores democráticos sino un sembrador de odios y resentimientos. Es un desequilibrado con un maletín que contiene la bomba nuclear, rodeado de gente mediocre y aduladora.
Las virtudes que adornan al reseñado mandatario gringo, son extensivas y aumentadas en el actual inquilino del Kremlin con contrato indefinido. Ese abnegado humanista exKGB que acostumbra morder hasta con la boca cerrada, es especialista en la práctica deportiva que llaman “Moscú Balconing”, solo que “accidentalmente” cae siempre y se va de este mundo hecho picadillo, algún periodista, dirigente o magnate opositor. Este Putin, es otro hijo de put…in.
Continuará…
Cantaclaro
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