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Una vez repuesto de la canallada que tuvo lugar hace un par de días en Washington, donde el presidente de Ucrania fue la víctima propiciatoria de una incalificable cabronada, vuelvo a la carga hoy, con una pequeña referencia que de alguna manera se relaciona con los recientes acontecimientos de política internacional, donde hay planteadas tantas incoherencias.

Visto desde la óptica de un negacionista, uno de esos iluminados que aseguran que la tierra es plana y cuyo interior está habitado u otra de las ocurrencias del imaginario extrasensorial que les destroza el cerebro. Les planteo el siguiente interrogante: ¿No será, después de todo, que son dos los planetas tierra que sobrepuestos giran en el espacio?

Hoy, en un achaque filosófico irracional me he paseado por la disparatada idea, de que si pudiera existir otro mundo paralelo donde irían a parar todos los entuertos que hemos almacenado en este, otro sería el cantar.

Pero por más irreal y fantasioso que pudiera sonar, hay de hecho dos mundos absolutamente diferenciados, paralelos. Uno donde predominan los principios morales, el sentido común, la coherencia, la legalidad, la sensatez, el respeto a los demás etc. y el otro donde se imponen el totalitarismo, el abuso, los depredadores y los amorales que no le hacen ascos a nada mientras les suponga algún beneficio personal, generalmente poder y dinero.

Esa forma de actuar del segundo mundo, esa actitud de carroñero aprovechado, se ejerce, tanto de modo individual, como en la práctica de las políticas de Estado.

Por citar un solo ejemplo, vemos hoy al actual primer mandatario de un país históricamente señalado como la reserva moral, democrática y custodio de libertades, abrazado y participe declarado del despotismo imperialista y del pillaje. 

Es triste y descorazonador ver hoy en la Casa Blanca norteamericana, a un asiduo practicante de esas extraordinarias habilidades.

Y termino esta fantasía planetaria, con esa pregunta que seguro la ha escuchado cuando haya dicho o hecho algo, a contrapelo con las ideas de su interlocutor, y que de algún modo confirmaría la existencia de ese otro mundo al que me he referido hoy: ¿pero ..……..? ¿en qué mundo vives?

Otro día, con el permiso de quien se sienta aludido, o sin él… continuaré.

Cantaclaro