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En el firmamento político mundial de estos tiempos que algunos llaman “progresistas”, hay mucha cobardía política rayana con la inmoralidad de los que hablan mal de Maduro, pero tampoco hablan muy bien de la oposición venezolana. Uno termina sospechando ¿serán alienígenas? hasta de la naturaleza humana de estos practicantes del: “ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario”.
El comportamiento hipócritamente acomodaticio que ponen en práctica algunos gobiernos de países al sur del Río Grande norteamericano, es copia calcada del que profesa la Unión Europea, en relación con el monumental fraude aplicado a Venezuela por la dictadura Venecubana. Es la típica premisa del no hacer, pero tampoco dejar hacer. En mi pueblo, y me perdonan la expresión, se diría así: son como el perro del hortelano, que ni jode, ni deja joder.
El caso de España ejemplifica la cuestión, porque, si bien es cierto que el Congreso de Diputados reconoce a Edmundo González Urrutia como el presidente legítimo de Venezuela, el gobierno de Pedro Sánchez se niega a hacerlo. Apoyándose en el despropósito de que no lo harán hasta que Maduro (no lo definen como dictador) presente sus actas.
Este argumento de las dichosas actas ya huele a cuerno quemado, todo el mundo sabe que pedirle a Maduro tal cosa, es algo que nunca jamás hará. Y no lo hará, porque las benditas actas son precisa y exactamente la comprobación de su descomunal fraude. Así que no insistan en pedirle peras al olmo.
Y además de todo lo anterior, no mostrará las actas, por una razón superior a todas: Nicolás Maduro es un ladrón y asesino de marca mayor, pero no es PENDEJO.
A ver si nos esteramos carajo…
Cantaclaro
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