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Parece sencillo que EE UU o un organismo como la ONU, intervenga y ponga fin a las muertes, corrupción e incompetencia que caracterizan a la Venezuela de hoy. Pero el asunto no es precisamente algo fácil de hacer.
Es de recordar, que en un pasado reciente, mientras civiles de ONGs de medio mundo intentaron llevar alimentos y medicinas al país, el gobierno de Maduro respondió con el bloqueo de sus fronteras y violencia generalizada, hechos que multiplicaron las muertes y encabezaron gran número de titulares en los medios informativos internacionales.
Muchos de esos titulares daban por seguro que una intervención directa y armada era cosa de horas, y que para Maduro ya se había puesto en marcha, el reloj que marcaba la cuenta atrás.
Pero aquí estamos y hasta aquí hemos llegado, el sátrapa mafioso y ladrón, sigue haciéndole la vida imposible hasta al Nazareno de San Pablo, lo que me induce a pensar, que este año ni procesión milagrosa habrá.
En lo personal, soy de los que cree, que cualquier intervención sería bien recibida por muchísimos venezolanos, tanto en el país como en el exilio, y que este sea el mejor momento para que las tropas estadounidenses, o en su defecto, las de la ONU, sean recibidas como libertadoras.
Frente a todo lo anterior, hay que considerar que el Chavismo-Madurismo-Castrismo, no es un grupete de tirapiedras que salgan pitando en lo que se escuche el primer triquitraque. Este trío de impresentables personifica la maldad por definición, son el triángulo, no de las Bermudas, son de mucho más.
Rusia, Irán y China han jugado un papel significativo en el apoyo al régimen. Rusia ha proporcionado armas y tecnología militar, mientras que grupos como Wagner han tenido participación en sectores clave como la minería ilegal. Irán también ha ofrecido asistencia, particularmente en la industria petrolera y en materia militar. China, aunque con menor implicación militar, ha brindado apoyo financiero crucial en el pasado, lo que ha permitido al régimen mantenerse a flote a pesar de la crisis económica.
Estas alianzas han sido fundamentales para que Maduro continúe en el poder. Lo que hace de todo este embrollo político, económico y social algo realmente complicado de resolver.
Hugo Chávez y Nicolás Maduro, como buenos discípulos de su tutor Fidel Castro, implantaron las nuevas Tablas de la Ley revolucionaria escritas por el Moisés de la isla feliz caribeña.
Estudiaron concienzudamente la historia de intervenciones y golpes de Estado en la región, para terminar implantando como modelo, la doctrina del país cuartel.
Reclutaron, armaron y entrenaron minuciosamente a decenas de miles de sus partidarios para formar milicias con el fin preciso de perpetrar ataques armados contra los gobiernos no afines, tanto locales como extranjeros, y derrocarlos.
Debemos entender, que en aquellos años, la aventura exitosa del comandante de moda cubano, infundía gran fascinación por echarse al monte y ser un ejemplo a seguir para todo el continente sur americano.
En la década de 1960, el presidente venezolano elegido democráticamente, Rómulo Betancourt, aplicó lo que se dio en llamar su “Doctrina Betancourt”, que formulaba expresamente la negativa de reconocer a cualquiera que llegara al gobierno por medios ilegales atentatorios contra su constitución.
En ese momento, no muchos países latinoamericanos siguieron su ejemplo, pero desde entonces, la Organización de Estados Americanos (OEA) se ha regido por ese marco legal y político inspirado por Betancourt, para abordar los gobiernos que llegan al poder ilegalmente, como lo sería la reelección del dictador Maduro.
Pero retomando el argumento actual, que es el que nos preocupa y más nos ocupa hoy, decir que el quehacer político y demás actuaciones a nivel internacional emprendidas por el ganador de estas elecciones, Sr. Edmundo González, ya están en marcha, y ofrecen vías muy prometedoras para lograr el cambio.
La práctica totalidad de países del mundo ha reconocido la ilegalidad de Nicolás Maduro como candidato ganador y reelegido presidente. Esta pauta está, por cierto, en línea con las tradiciones venezolanas y latinoamericanas.
Venezuela tiene una larga tradición democrática, y ahora el país dispone de un liderazgo de oposición decente y preparado. Con el ideario convincente de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, la situación política ha cambiado infinitamente a mejor, eso se da por descontado.
La oposición está unida, no solo por lo carismático de sus líderes, sino por una visión más amplia que ha logrado llenar Venezuela de algo desconocido en el país en los últimos 25 años… la esperanza cierta de un cambio de rumbo indetenible.
Serán tiempos difíciles y peligrosos para muchos, pero son solo los riesgos y sacrificios los que pueden generar un logro verdaderamente democrático.
No hagamos nada que pueda privar a la Nación entera de esta etapa de coraje y victoria. Serán los propios venezolanos los que escribirán el último capítulo de este esquizofrénico drama que padece esa gran tierra de libertadores.
Decía en nota anterior, que lo ideal sería una fuerza internacional de cascos azules promovida por la ONU, pero ese hecho tampoco sucederá.
En cuyo caso, será el pueblo que lo sufre, quien actuará con uniforme o sin él.
Viva Venezuela
Cantaclaro
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